Artes

Beatrix Potter, la joven que supo conectar con los animales y revolucionó la literatura infantil

Beatrix Potter a los 19 años con su ratón Xarifa
Princeton University Library

No era extraño verla con un ratón en la palma de la mano o paseando a un gazapo en la tranquilidad de un jardín inglés. Beatrix Potter (1866-1943), pionera del cuento infantil, ilustradora de animales humanizados que sin embargo seguían teniendo un aspecto silvestre, autora de The Tale of Peter Rabbit (titulado en España El cuento de Perico el conejo travieso) — editado en 1901 y uno de los libros más vendidos de la historia—, descubrió en los animales un escondite espiritual y conectó con las expresiones y las costumbres de los pequeños mamíferos.

Las narraciones de la escritora e ilustradora inglesa brillan por su visión naíf del mundo, pero al mismo tiempo generan con la travesura situaciones que retan al adulto, que implican el sufrimiento ajeno y sin embargo resultan irresistible en algunas circunstancias y obligan al lector a sentir simpatía por el infractor. La de Perico fue la primera de una colección de aventuras que Potter ideó a partir de 1893 y que desde entonces cautivan a los niños de cualquier generación.

Beatrix Potter: The Picture Letters (Beatrix Potter: las cartas ilustradas), hasta el 27 de enero en el museo-biblioteca Morgan de Nueva York, reúne por primera vez 22 cartas personales —rara vez expuesta al público— de la autora. Junto a la colección de misivas, se exhiben más de 80 piezas entre libros, ilustraciones originales, manuscritos y los primeros juguetes que se crearon a partir de los personajes de las obras.

Sobreprotección y riqueza

Educada en casa por las mejores institutrices y rodeada de lujos, fue una niña introvertida que apenas tenía amigos fuera de la familia, sobreprotegida por unos padres cultos, ricos herederos y de intereses artísticos que le proporcionaban lo mejor, pero que no se preocupaban demasiado por el espíritu ni por los deseos personales de su hija.

El cabeza de familia, abogado, pasaba las horas en clubes de caballeros sin prestar demasiada atención a su profesión. El matrimonio y sus dos niños — Beatrix y su hermano menor, Walter Bertram (1872-1918)— vivían sin preocupaciones en South Kensington, un barrio bien de Londres.

A pesar de la rigidez victoriana con que los educaban, los hijos obtuvieron permiso para tener pequeñas mascotas. En la lujosa vivienda hubo caracoles, ranas, salamandras, cobayas, erizos, ratones, tortugas, conejos, un pato... Además de cuidarlos, los hermanos se afanaban en retratarlos, estudiar sus movimientos y actitudes.

Potter recibió clases de pintura y dibujo y  pronto se desligó del programa escolar para desarrollar por su cuenta acuarelas de animales, líquenes, insectos y hongos en un estilo detallado y propio de un naturalista. Las obras de la exposición atestiguan una inclinación hacia la ilustración científica que la joven no pudo desarrollar profesionalmente por ser mujer.

El nacimiento del conejo Perico

Los humildes dibujos sobre papel con los que la autora ilustraba sus cartas permiten al espectador asistir la creación espontánea del famoso conejo Perico. Potter tenía 27 años y escribía a Noel y Eric, los hijos de Annie Moore, su antigua institutriz, que tenían tres y cuatro. Una de las misivas, de ocho páginas, es el primer borrador con el texto y los dibujos del libro infantil. La tradición de las cuartillas ilustradas llenaba de admiración a la antigua maestra de Potter, que le sugirió que editara un cuento. Pocos años después, el título era un superventas.

Además de una colección de peluches, libros para colorear y un juego de mesa que se comercializaron a principios del siglo XX, se exponen originales a color de varios de los libros y una serie de delicadas acuarelas con las que obsequiaba a familiares y amigos.

Entre las ilustraciones hay una obra especialmente emotiva: La carroza de cenicienta con conejos (1899),  significativa de los sentimientos de la autora, que anhelaba escapar de la trampa de comodidades familiares y soñaba con ser una mujer casada e independiente. La obra fue un regalo para Norman Warne (editor de sus cuentos), con quien llegó a estar prometida. Su familia lo rechazó porque no quería que su hija se casara con alguien que necesitara trabajar para vivir. Él murió unos meses después a causa de una leucemia.

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