El primer ministro italiano, Romano Prodi, realizó este jueves una visita de emergencia a Nápoles para planificar una estrategia para frenar la oleada de asesinatos que ha llevado a pedir que se despliegue al Ejército para restaurar el orden en la ciudad del sur del país.

Horas después de su llegada, un hombre con antecedentes penales fue apuñalado a las puertas de una iglesia en el centro de la ciudad, a sólo una docena de manzanas de donde iba a encontrarse Prodi con policías y políticos para abordar medidas para atajar la violencia.

Nápoles, la empobrecida ciudad del sur del país que es cuna de la Camorra, no es ajena al delito.

Sin embargo, una oleada de al menos siete asesinatos en menos de una semana - tres sólo el martes - es poco habitual en esta localidad acostumbrada a los delitos de poca monta y a los robos.

En los últimos meses, la violencia en la zona ha salpicado a toda la población, desde los turistas que vagan por las estrechas calles de la ciudad a los habitantes que no están relacionados con la Camorra.

Prodi, que ya ha hecho frente a un impopular presupuesto en Roma, ha dicho que no está a favor de enviar al Ejército para hacer frente a la situación, sino que prefiere una estrategia más amplia y a largo plazo que encare el problema del subdesarrollo en todo el sur.

Habituados desde hace tiempo a vivir con los tentáculos del crimen organizado, los habitantes de la tercera ciudad del país hablan de un sentimiento creciente de frustración y resignación.

"Aquí hay miedo. Incluso en los colegios, los niños piden a la Camorra protección", agregó.

Muchos creen que enviar al Ejército, una táctica que se ha usado en otras veces en Nápoles y Sicilia, no resolverá el problema.

La violencia ha desatado peticiones de una respuesta más dura del Gobierno para restaurar el orden y ha derivado en ira de los políticos del norte del país, más rico que el sur.

"Nápoles es una alcantarilla"

"Nápoles es una alcantarilla que ha de limpiarse y acabar con todas sus ratas", dijo Roberto Calderoli, senador de la Liga Norte.

Muchos políticos italianos condenaron sus palabras, acusándole de 'fomentar el odio'.