Viajes

Por las costas de Noruega, navegando entre fiordos

Tromso, una de las más alegres localidades por su ambiente universitario.
HURTIGRUTEN

Asomados a la barandilla de uno de los barcos que bordean a diario la costa de Noruega puede parecernos impensable que una espectacular mole de metal, de más de 16 toneladas de peso, pueda avanzar tranquilamente sobre aguas gélidas, sorteando en el camino miles de islas y arrecifes.

Hoy en día, gracias a los modernos sistemas de navegación, nos resulta relativamente comprensible, pero imaginemos la ansiedad del capitán Ricard With, cuando en julio de 1893 se puso al timón del MS Vesteralen y ante la mirada de asombro de los centenares de curiosos que lo despidieron en el puerto de Trondheim partió rumbo al norte en una arriesgada aventura. De hecho, la compañía que fletó aquel barco, Hurtigruten, fue la única que decidió aceptar el reto lanzado por el gobierno noruego que pretendía fundar “El expreso del Litoral” para que sirviera de nexo de unión entre todos los pueblos costeros desde el Sur hasta el Norte de Noruega.

Muchos de los turistas que realizan la travesía entre diciembre y marzo lo hacen con la esperanza de poder observar el impresionante espectáculo que puede llegar a ser un cielo iluminado por la aurora boreal.

La partida del buque se realiza desde la colorida ciudad de Bergen, la segunda más habitada del país, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una pintoresca localidad pesquera plagada de casas de madera pintadas de alegres colores intensos. Amarillos, azules o rojos se mezclan con los naranjas o los blancos. Es muy recomendable pasear por la zona del puerto y visitar el mercado de pescado, justo enfrente del Museo Hanseático. Si tenemos tiempo también es interesante conocer la fortaleza vikinga de Hakon o subir en el funicular hasta la cima del monte Floein.

El barco avanza rumbo al Norte, encontrando localidades costeras como Alesund, un pequeño pueblo asolado en 1904 por un terrible incendio que acabaría con centenares de casas típicas de madera, y que es famosa por su arquitectura art nouveau. Se puede hacer una breve parada nocturna en Kristiansund, conocido por sus fábricas de bacalao, o Trodheim, con su majestuosa Catedral de Nidaros (la única de estilo gótico de Noruega) y su famoso puente de Gamle Bybro donde los turistas fotografían las casas de madera pintadas de colores chillones que se reflejan en el agua del río que atraviesa la tranquila localidad costera.

El Círculo Polar Ártico y las auroras boreales

Otro de los atractivos del viaje es atravesar el Círculo Polar Ártico y para que quede constancia de esta hazaña a los pasajeros se les entrega un curioso diploma que acredita el paso que nos llevará hasta el área más septentrional de Europa. Pero antes hay que realizar una parada en Tromso, una de las más alegres localidades de la costa famosa por su ambiente universitario, aunque en época invernal no se suele ver a casi nadie por sus nevadas calles.

El ambiente nocturno se concentra en los pubs y en los restaurantes a los que los lugareños acuden vestidos elegantemente, los hombres con chaqueta y las mujeres con trajes de noche. Por cierto, beber alcohol para los españoles es casi prohibitivo: una cerveza se puede encontrar a partir de los 10 euros, lo mismo que una copa de vino.

En invierno es habitual realizar alguna excursión polar. Es una gran experiencia visitar el Villmarkssenter donde nos reciben los ladridos de casi 300 huskies siberianos. En este centro los cuidan, crían y preparan para que cuando lleguen al año y medio sean capaces de seguir las órdenes de su guía arrastrando sobre la nieve un trineo. Impresiona ir sentando en el trineo, sintiendo el aire gélido en la cara y escuchando los aullidos de los perros sobre el paisaje nevado.

Carne de reno y de ballena

En Tromso hay buena oferta culinaria y es un buen momento para probar el reno, habitual en todas las cartas de la zona. Lo que no es tan usual es encontrar la cotizada carne de ballena. Sobre todos los jóvenes no ven con buenos ojos su consumo, más tradicional entre la población adulta.

Continúa la navegación hacia Hammerfest, Havoysund, Honningsvag y la isla de Mageroya. Aquí hace escala el barco y se realiza una excursión por carretera hasta Cabo Norte, el lugar más septentrional de Europa, con unos paisajes espectaculares y de la que se regresa con la típica foto junto al enorme globo terráqueo de metal que señala que es el punto más alejado de Europa.

Por la noche el barco no descansa y se sigue avanzando hasta nuestro destino final: Kirkenes. Se trata de un pequeño pueblo que vive principalmente de la pesca del cangrejo real y de las minas. Al acostarse no hay que olvidarse de marcar el “1” en nuestro teléfono del camarote. Automáticamente la tripulación nos avisará si en el cielo aparece una aurora boreal dispuesta a teñir de verdes, azules o naranjas el cielo.

Kirkenes, los 'sami' y el hotel de hielo

Al llegar a Kirkenes conviene visitar algún poblado 'sami', los primigenios habitantes de la zona. Sus modernos descendientes continúan las tradiciones de sus ancestros conservando su idioma, canciones, ropa y costumbres aunque cambiaron las frías construcciones de ramas y pieles por cabañas de madera con todos los alimentos modernos y los trineos de madera por veloces motos de nieve. Al igual que sus antepasados suelen criar renos y son muy hospitalarios con los turistas, su principal medio de subsistencia.

En Kirkenes se puede visitar también el afamado Snow Hotel que todos los años cuando llega diciembre se construye con inmensos bloques de hielo. Todo en su interior está congelado, desde las camas a los asientos, la barra del bar o incluso los vasos donde nos ofrecen algún licor. Los visitantes se quedan realmente sorprendidos en sus gélidas instalaciones. Veinte habitaciones en las que se duerme sobre hielo, una experiencia verdaderamente inolvidable.

En esta localidad, en la que aún se conservan algunos túneles donde se protegía la población local de los ataques de la aviación rusa durante la Segunda Guerra Mundial, termina nuestro viaje.

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