«Lo perdí todo y acabé en la calle tras divorciarme»
Gafotas desarrollistas, pastillero de plástico verde (15 píldoras al día para amordazar la epilepsia), chándal de híper, botines ennoblecidos por el barro y en el discman la lumbre brutal de Iron Maiden. Juan Carlos Morales (45 años, Madrid), tres años viviendo en una casa sin distrito postal: la calle entera.
Cuando tenía 8 años, la madre de Juan Carlos lo entregó en adopción a otra familia. «No sé por qué, nadie me lo explicó del todo. Tampoco mi madre biológica, a la que conocí más tarde».
La nueva casa no trajo la felicidad. Los tres hijos no querían al adoptado. «Me llamaban bastardo y ahora dicen que he muerto, pasan de mí», explica.
Estudió, hizo la mili, terminó un curso de FP y se casó a los 35, pero «otro hombre se metió por medio» y la cosa acabó en los tribunales. «Me deprimí tanto que empecé a dormir en la calle».
Ahora trampea la mala suerte con trabajos temporales, un salario social que escasamente supera los 300 € y, sobre todo, la novia on line que conoció chateando desde un refugio. «Nos conocimos en persona y hubo feeling. Le conté la verdad, le dije que soy un sin techo, y a ella no le importa, es una persona con la mente limpia. Igual que yo».
Y mañana... Nati Vázquez. «Sé dónde vive mi hijo, pero él no quiere verme. Cuando me lo dijo, sentí como si me hubieran arrancado las piernas».