Viajes

Una escapada a Albi, la ciudad natal de Toulouse-Lautrec

Fotomontaje del francés Maurice Guibert (1856–1913) utilizando al pintor Toulouse-Lautrec como modelo de sí mismo
Philadelphia Museum of Art: Gift of Henry P. McIlhenny, 1982 - Photo Courtesy: The Metropolitan Museum of Art

Los amantes del arte tienen cita en Albi. Los viejos puentes sobre el río Tarn, las casas medievales y sus callejuelas en cuesta son una elección perfecta para una escapada cultural que tiene parada obligada en el Palacio de la Berbie, actual Museo de Toulouse-Lautrec.

Fue precursor del cartel publicitario, un innovador de su época y símbolo de la bohemia francesa de finales del siglo XIX. Nadie quiso saber nada de su obra cuando murió, pero hoy vale millones. El museo de Albi, su ciudad natal, es un tesoro en el que se custodian más de 2.500 piezas del artista.

El marco es el Palacio de la Berbie, una joya episcopal del siglo XIII. Las obras ocupan sus salas desde 1922, cuando se convirtió en una galería. En 2001 se reabrió como museo y ha continuado su proceso de ampliación hasta 2012. Del 6 al 11 de diciembre, el museo propone visitas guiadas en español.

Aunque una enfermedad congénita le impidió tener una vida larga, Toulouse-Lautrec desarrolló una vitalidad irrefrenable en sus pinturas. El museo exhibe desde sus primeros cuadros de juventud, reflejo de la vida aristocrática de la época, hasta los famosos carteles de los grandes cabarets parisinos. Merece la pena detenerse en sus obras. Este artista polifacético inmortalizó toda una época a base de trazos simples y elegantes. El teatro, la vida mundana, el alcohol o la prostitución alimentaron gran parte de su obra.

Era jovial y testarudo, según le representan los retratos de distintos amigos artistas que abren la exposición del museo. Si paseamos por estas salas podemos entender mucho acerca del pintor, a quien muchos identifican con el Moulin Rouge. Las largas horas que pasaba en los cabarets se tradujeron en innumerables obras. Pintaba a todas horas, en cartones o servilletas que le servían para trazar bocetos. Sus retratos reflejan una mirada madura y a veces triste hacia la condición humana, quizá como consecuencia de ese accidente que sacó a la luz su enfermedad, probablemente por la consanguinidad de sus padres.

A los 14 años se cayó de una escalera en su casa y se rompió las dos piernas; a partir de ahí, su destino estaba marcado, acelerado por los placeres mundanos y el abuso de alcohol. Murió a los 37 años en casa de su madre, en Gironde.

La segunda planta del museo está dedicada a artistas coetáneos, algunos de la talla de Matisse o Dégas, que nos ayudan a entender un poco más sobre el artista y sus influencias. La fuerte ebullición artística de la época y sus circunstancias personales le llevaron a crear un estilo propio, inconfundible y polifacético. Eso sí, después de ese paseo por sus obras, quizá sigamos recordándole como el artista de los carteles.

En diez años hizo 36 carteles, que hasta hoy siguen reproduciéndose en todo tipo de soportes, con bailarinas como la Goulue o Jane Avril, artistas como Aristide Bruant o Valentin le desosé –el deshuesado- un famoso vividor de la época. Curiosos personajes que quizá marcaron el inicio del cartel como medio de comunicación.

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