Don Felipe, Doña Letizia y los desafíos de un reinado en tiempos modernos

Los príncipes de Asturias, en Cuenca, durante el comienzo de su luna de miel.
Los príncipes de Asturias, en Cuenca, durante el comienzo de su luna de miel.
GTRES
Los príncipes de Asturias, en Cuenca, durante el comienzo de su luna de miel.

Hace solo semana y media los príncipes de Asturias copaban los titulares de las principales cabeceras del país con motivo de su décimo aniversario de boda.  Diarios y revistas destacaban la consolidación de un matrimonio que había alcanzado "el equilibrio necesario para desempeñar su papel definitivo: suceder a Juan Carlos I y a la reina Sofía".

Solo once días después, el anuncio de la abdicación del rey inaugura una etapa en la que, previsiblemente, la pareja pasará a la primera línea de la representación española.

El Título II de la Constitución establece, a grandes rasgos, cuál será el papel los príncipes en el caso en el que se conviertan en Felipe VI y reina Letizia. Según estos, Don Felipe asumirá la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales. Además, heredará el título de Rey de España y, también, algunos de sus privilegios, como el de la inviolabilidad (no puede ser juzgado). La ley también contempla que reciba una cantidad de los Presupuestos del Estado para el sostenimiento de su Familia y Casa, y que lo distribuya libremente.

Por su parte, Letizia, en su papel de reina consorte, no podrá asumir funciones constitucionales, es decir, no podrá reinar, por lo que sus tareas son, básicamente, de acompañamiento. No obstante, como su marido, tendrá tratamiento de Majestad. Aunque no posee inviolabilidad, el anteproyecto de reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOP) promovido por el PP prevé dotarle de condición de aforada, por lo que de ser imputada por algún delito, no será juzgada por el mismo tribunal que un ciudadano común, sino por el Tribunal Supremo.

Huir de las comparaciones

Al margen de esto, son muchos los retos que los nuevos reyes deberán afrontar.  Para el periodista y autor del libro Felipe y Letizia. La conquista del trono, José Apezarena, el primero es el de "salir indemnes de la crisis", que tan duramente ha castigado a la monarquía. Además, los príncipes tendrán que "sortear las comparaciones" que, inevitablemente, se establecerán con sus antecesores, y que van en contra de su propósito de ofrecer una imagen renovada.  Por último, y tal vez lo más difícil,  tendrán que ganarse el aprecio de la gente en el día a día. ¿Cómo? "Acercándose al pueblo para no parecer una monarquía lejana y extraterrestre, pero no tanto como para no distinguirse de este", ya que entonces harían peligrar los valores intrínsecos de su institución, razona Apezarena.

Para el abogado y periodista Javier Castro-Villacañas, "es imposible que el príncipe herede el régimen de poder de su padre" teniendo en cuenta la delicada situación por la que atraviesa la Corona y que fue suspendida con un 3,72 sobre 10 en el último examen público realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas.

Los futuros reyes deberán granjearse el respeto de un país en el que el 37% de la población se declaraba en 2012 partidaria de la república (un porcentaje que no ha dejado de aumentar en los últimos años) y en el que la confianza por la institución pasa por una de sus horas más bajas.

Además de con los republicanos  (este mismo lunes, IU, Equo, Podemos,  Esquerra Republicana y numerosos ciudadanos reclamaban en la calle y en las redes sociales un referendo sobre la monarquía), Don Felipe tiene una prueba pendiente con el juancarlismo, ese sector no necesariamente monárquico que apoya la figura de Juan Carlos I por el papel que desempeñó en la Transición Española.

"Juventud, convivencia y aires nuevos"

"Respeto, convivencia y aires nuevos" son algunos de los lemas que ya se repiten en los ámbitos políticos para tratar de recibir y apuntalar esta nueva etapa felipista, mientras que el rey ha subrayadado, en su discurso de despedida, la necesidad de dar paso a una "generación más joven", bien formada, que afronte su cometido con "renovada intensidad" en una etapa estable y de "nueva esperanza".

La renovación de los valores de la institución, la transparencia, la austeridad, el acercamiento a los deseos del pueblo ("con vosotros, ...si queréis", dijo el príncipe hace unos días en Tenerife) o, incluso, la renuncia a determinados privilegios podrían ser las estrategias que afianzaran un reinado que aspira a presentarse como limpio y modernizado. Los principes de Asturias tienen ahora la voz.

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