Artes

Retratos familiares perturbadores y nostálgicos hechos con tiritas

Una de las obras de Savina Hopkins, artista australiana
Savina Hopkins

Combinados, los diferentes tonos color piel de las tiritas parecen crear sombras y detalles de una cara que no termina de verse con claridad. Unas sobre otras y con superficies de diminutos puntos para que la herida transpire, su potencial expresivo emerge en los retratos de la australiana Savina Hopkins (Perth, 1971).

"Me gusta que una tirita pueda insinuar el daño y la curación, el trauma y el cuidado", dice convencida del poder "simbólico y metafórico" de las vendas adhesivas. Cuando ocultan el rostro del retratado por completo, son capaces de cambiar sustancialmente de significado, dejan de ser un simple parche para un pequeño corte y comunican una sensación de "asfixia" y "ocultación", dice Hopkins. La artista aprovecha ese efecto para explorar un "terreno psicológico" relacionado también con "los daños físicos y la pérdida".

Siempre cercana al collage y especializada, tras estudiar pintura, en ilustración científica, se declara una enamorada de las ciencias naturales y en particular de la biología. El gusto por las paletas de colores empleadas en los libros educativos de los años cincuenta y sesenta se une al atractivo que le produce la ciencia de la conducta.

Acuarelas de pequeños accidentes domésticos

Los apósitos son una síntesis perfecta de esos intereses. Hopkins empezó a fijarse en ellos como posibilidad artística en unas acuarelas en las que representaba sus manos y pies con tiritas a causa de pequeños accidentes domésticos. En las primeras piezas de su serie Band-aid portraits (Retratos de tiritas) utilizó fotos antiguas de su familia y transformó imágenes de sus padres, su hermana y su sobrino. La conexión emocional la ayudó a crear obras "que pudieran centrarse en las complejidades de la condición humana".

El primer retrato fue el de su padre: la artista trabajaba en la pieza mientras él estaba en el hospital y ella reflexionaba sobre la relación tensa que había entre ambos, la "dinámica familiar" y lo bueno y lo malo que había heredado de él. A la intensidad sentimental se unía "el reto de enfrentar y resolver ciertas dificultades técnicas" como el difícil pegado del adhesivo sobre la superficie.

Desde entonces continúa ampliando la colección. Recientemente empezó a trabajar con postales antiguas de los años veinte y treinta que la obligan por tamaño a utilizar menos tiritas, "lo que resulta en interpretaciones más abstractas de las formas". Además, Hopkins disfruta ahora de un programa de residencia artística para el hospital St Vincent's de Melbourne, que ofrece como estudio parte de sus instalaciones en desuso a artistas a cambio de obras. La autora está maravillada con la idea de crear sus piezas en antiguas habitaciones de hospital.

Dar paso a "ideas más oscuras"

Reconoce que las reacciones a los retratos suelen ser fuertes. "Muchos los encuentran desestabilizadores o perturbadores; otros, divertidos". Algunos piensan que las caras están pintadas en tonos color carne hasta que se acercan para descubrir las tiritas.

Con los tonos cálidos y "la referencia al pasado nostálgico en los textiles (cortados de papel de pared antiguo) y en los peinados", intenta ofrecer un acercamiento más amable antes de que el espectado pueda dar paso a "ideas más oscuras". Tal vez por esa misma intensidad siniestra que caracteriza a los rostros de tiritas, todavía no se ha decidido a hacer un autorretrato, aunque asegura que abordará la tarea en un futuro cercano.

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