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Florin dice adiós al poblado chabolista:"Quiero otra infancia para mis hijos lejos de la miseria"

Florin, de 18 años, durante una de sus frecuentes visitas a El Gallinero, donde ha vivido gran parte de su vida.
JORGE PARÍS

Florin tiene 18 años aunque sus experiencias vitales no correspondan a su edad. Ha vivido en un autobús, sufrido desalojos y derribos y viajado hasta las islas británicas con su familia en busca de una vida mejor. "He estado dos años viviendo en Inglaterra. Allí tratan a nuestro colectivo mejor que aquí, pero mi casa está en Madrid", asegura. Pertenece a esa admirable estirpe de niños que han sobrevivido en los poblados de chabolas entre basura, ratas y violencia. Tiene siete hermanos y ha pasado gran parte de su vida en El Gallinero, el enclave chabolista de gitanos de origen rumano situado a 12 kilómetros del centro de Madrid, donde casi 300 menores se encuentran en situación de vulnerabilidad y de violación de sus derechos. "Ahora me he ido a vivir a un piso en Entrevías (un barrio del distrito de Puente de Vallecas) con mi hermana, mi cuñado y mis cuatro sobrinos", explica este adolescente nacido en Rumanía que llegó a España con apenas tres años. "Pero El Gallinero es mi hogar. He pasado aquí mi parte de mi infancia y siempre que puedo vuelvo para ver a mi familia y mis amigos", añade.

Sin embargo, la mirada de Florin es distinta a la del resto de adolescentes de su edad que han pasado por el poblado chabolista. Se pierde en el horizonte. Mira al futuro con esperanza. Quiere ser simplemente uno más para el resto de la sociedad. Su deseo es llegar a ser cocinero y poder convertirse en una de las pocas personas que ha logrado labrarse un futuro profesional partiendo de una situación de exclusión social. "Espero poder empezar pronto un curso de cocinero. Me gustaría trabajar en un restaurante para salir de la miseria. Quiero una infancia mejor para mis hijos lejos de la miseria", asegura.

"Es de los que abren el camino, un ejemplo para el resto y muy buen estudiante. Son muy pocos los que dan el paso hacia la iniciación profesional", señala Paco Pascual, voluntario de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada que trabaja día a día con los habitantes del poblado.

Entre las dificultades a las que tendrá que enfrentarse Florin en la búsqueda de su sueño no se encuentran solo las propias del aprendizaje del curso. También tendrá que superar los prejuicios sociales que acompañan a este colectivo, al que se criminaliza habitualmente y niegan las oportunidades laborales. "Soy consciente de que la gente como yo tiene más dificultades que otras personas. No será la primera vez que me enfrente a este situación", sostiene.

Para este adolescente, El Gallinero no es un sitio "tan terrible" para vivir pese a que abunda la suciedad y ratas y serpientes campan a sus anchas: "Tenemos la escuelas y el campo de fútbol, que nos encanta. Pero si fuera por mí quitaría toda la basura amontonada e intentaría hacer de este lugar un sitio mejor para vivir". Ni siquiera la presencia policial casi diaria en el poblado es motivo de queja: "Entiendo a veces el trabajo de la policía. Si hay personas que roban hay que actuar. Lo malo es que nos meten a todos en el mismo saco".

Sobre los derribos, una práctica con la que crecen los niños del poblado, es tajante: "Que te saquen de tu casa y la destruyan es lo peor que te puede pasar, sobre todo cuando eres pequeño". Según el último informe de Save The Children, en los últimos dos años y medio las autoridades han llevado a cabo en El Gallinero al menos ocho intervenciones relacionadas con desalojos y derribos, una experiencia traumática para los menores que hasta el verano de 2013 tenía lugar antes de que fueran al colegio.

"Les cuesta mucho pensar en el futuro"

Antes que Florin, dos hermanos suyos intentaron sin éxito iniciarse en la formación de una actividad laboral. "Las circunstancias no les motivan nada. Como tienen que vivir al día debido a la miseria que padecen les cuesta mucho pensar en el futuro. Y ahora mismo con la crisis ven que no tienen ninguna oportunidad de prosperar", apunta Paco Pascual, quien desvela que en el poblado "solo está trabajando una persona, que tiene un contrato por horas como vigilante de seguridad". Por eso, "lo que está intentando hacer Florin tiene mucho mérito".

Además de este aspirante a cocinero, en el poblado hay otros dos jóvenes que están dispuesto a labrarse un futuro mejor: Cosmin, de 17 años, y Ricardo, de 16. El primero empezó un curso de formación profesional en automoción y luego realizó otro para arreglar bicicletas. Por su parte, Ricardo quiere seguir los pasos de Florin y empezar a formarse como cocinero.

Una corta esperanza de vida

El poblado chabolista de El Gallinero es uno de los puntos de España con peores condiciones de vida para los menores. Viven en infraviviendas rodeadas de suciedad, animales salvajes y con carencia de suministros básicos (solo hay un punto de agua y la luz se obtiene gracias a enganches precarios e ilegales). Además, la violencia ejercida entre los propios habitantes del poblado y la frecuente actuación policía en sus casas les afecta especialmente. Según Save The Children, los niños de El Gallinero tienen un 98% de posibilidades de morir antes de los 60 años.

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