Artes

Uruma Takezawa, mil días para fotografiar la 'vida en armonía con el planeta' en 103 países

'¿Estás vivo?', creyó el fotógrafo Uruma Takezawa que le preguntaba con la mirada este joven etíope
© Uruma Takezawa

"Este mundo es amplio, mucho más de lo que pensamos y mucho más profundo". Uruma Takezawa (Japón, 1977) está acreditado para la afirmación: durante más de mil días recorrió en solitario, viajando a pie, en tren, autobús, kayak o a lomos de caballo, 103 países de cuatro continentes para componer el mosaico fotográfico Land (Territorio), un canto de amor por la "vida en armonía con el planeta" de los pueblos indígenas, su "dignidad" y el "poder" de su innato y natural sentido humanista.

El fotógrafo, que presenta su trabajo en Nueva York dentro del festival Shashin: Photography From JapanLand, la exposición de Takezawa, se celebra del 21 de abril al 5 de mayo en la galería Foto-Care—. Es la primera exhibición en los EE UU del trabajo que le ha valido al japonés el gran premio Nikkei National Geographic de 2015.

Compromiso personal

Cuando se decidió a recorrer el mundo para buscar atisbos de esperanza en un momento histórico en que domina el desánimo, Takezawa se propuso ser riguroso en una "misión" que adoptó con ánimo de compromiso personal: "descubrir y documentar la vida en comunidades de áreas remotas del planeta que viven en armonía con la naturaleza".

Equipado solamente con una mochila con los mínimos útiles de aseo y prendas de ropa y el equipo fotográfico, optando por viajar en soledad, sin compañía de ayudantes, Takezawa se embarcó en una suerte de epopeya que sólo consideró culminada después de atravesar 103 países de Africa, el Caribe, las tres grandes zonas de América, Oriente Medio y Asia. Pisó, vivió y retrató a personas de, entre otras naciones, Bolivia, Brasil, China, Chile, Cuba, Egipto, Etiopía, India, Madagascar, Malí, Perú, Sudán del Sur, Tíbet y Uganda.

Viaje 'iluminador'

El resultado del trayecto del reportero fue "iluminador" y se convirtió en un "homenaje a la conexión entre los pobladores y sus territorios, especialmente en aquellas comunidades con poca o ninguna relación con el mundo moderno y que sólo dependen de la tierra y la naturaleza para la subsistencia", anota el fotógrafo. La serie puede verse casi al completo en la web de Takezawa.

Ante la mirada penetrante y honda de un joven indígena del valle del río Omo en Etiopía, el fotógrafo confiesa que se preguntó repetidas veces si la suya era realmente una vida; entre los templos entretejidos de Lalung Gal Gompa, en el Tibet oriental, tuvo la sensación de que era la fé de los monjes la que mantenía la armonía de las construcciones adaptadas a las soledades himaláyicas; ante una bailarina de rumba cubana le asaltó la certeza de que era testigo de la pasión; los hombres de caras pintadas con arcilla y tatuadas de la tribu nigeriana de los Wodaabe le parecieron "de una belleza como ninguna otra"; la escuela de un orfanato en Kakuto (Uganda) le dejó una impresión tan fuerte que aún la recuerda si cierra los ojos...

'Volví a tierra firme'

Antes de dedicarse a la fotografía a cielo abierto, el japonés era un fotógrafo de las profundidades submarinas y en una ocasión pasó un año completo haciendo imágenes de buceo, pero llegó un momento en que aquello le pareció agotado. "El océano y los paisajes marinos eran demasiado familiares para mí y necesitaba ver otras facetas del mundo. Por eso volví a tierra firme y me propuse ver el mundo con mis propios ojos", dice.

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