Gandhi vive en una rampa en Lavapiés

  • No pide dinero ni comida, apenas habla.
  • Nadie sabe como se llama.
  • Lleva ocho meses malviviendo junto a un garaje del barrio.

Su vida es más parecida a la de un asceta hindú que a la de un sin techo al uso. Desde hace ocho meses vive, olas de frío incluidas, en una cuesta de garaje, pero los vecinos del barrio dicen que lleva mucho más, al menos cuatro años, deambulando perdido por las cercanías de la calle Amparo. En la zona se le conoce como «el Gandhi de Lavapiés».

Físicamente no es que se parezca al pacifista, pero sí en su forma de ser: «Nunca ha dado problemas, es muy tranquilo. No bebe alcohol y cuando alguien le ofrece dinero o comida, es raro que acepte», asegura una vecina.

Los ciudadanos de origen indio son los únicos que entienden, con muchas dificultades, su lengua. Eso cuando habla, porque la timidez de Gandhi es tan enfermiza que apenas articula palabra. Ellos traducen las pocas pistas que da sobre su vida: que vino hace muchos años de Sri Lanka con un amigo que desapareció, que tiene 34 años y que es musulmán.

Siempre vuelve al barrio

La gente sospecha que debe tener algún trauma, o un tipo de enfermedad mental que le impide relacionarse. De vez en cuando los Servicios Sociales le recogen, y él vuelve a aparecer, aseado y limpio. Otras veces la policía le desaloja de la rampa del garaje. Pero Gandhi siempre vuelve a Lavapiés.

A pesar de su modo de vida, se muestra afable. Es fácil hacerle sonreír, y hasta ofrece cigarrillos a quien se le acerca. «¿Y en este garaje no pasas frío?, ¿por qué vives así?», le preguntan; y él hace una seña con la mano, dando a entender que no, que se encuentra bien, mientras agacha la cabeza.

Un viejo conocido del SAMUR

No es la primera vez que los Sevicios Sociales del SAMUR oyen hablar de «el Gandhi de Lavapiés». La gente suele llamar, preocupada por su estado, para que lo lleven a algún centro de acogida. Pero para hacerlo se necesita la orden de un juez, que a su vez requiere un informe médico que asegure que el sin techo no es capaz de valerse por si mismo.

De momento, una psiquiatra, acompañada del equipo de calle que le suele atender, tiene previsto pasarse en una fecha aún sin determinar.

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