Artes

El escultor Al Farrow construye mezquitas, sinagogas e iglesias con casquillos de munición real

Un menorá judío de Al Farrow, que empleó alambre de espino y casquillos de varios calibres de munición
© Al Farrow, Courtesy of Forum Gallery, New York

La Mezquita Bombardeada del artista estadounidense Al Farrow (1943) está ensamblada con 50.000 casquillos de bala de munición real de alto calibre. Sólo los diferencia de los utilizados por los ejércitos, regulares, irregulares o de los miles de grupos paramilitares que pueblan el mundo, que no tienen material explosivo. Podría ser una metáfora de la opinión del escultor sobre los templos religiosos: allí dentro no se mata, pero en ocasiones se invita a hacerlo.

Mezquitas, sinagogas e iglesias, los lugares sagrados de los tres grandes credos monoteístas, son emulados por Farrow en la exposición Wrath & Reverence (Ira y reverencia), hasta el 2 de mayo en la Forum Gallery de Nueva York. Cada escultura, basada en detalle en algún celebre santuario real, está realizado con balas, cartuchos y otros pertrechos bélicos, porque el artista desea presentarlos como "templos de muerte".

'Belleza brutal'

El trabajo de Farrow, un creador veterano con cuatro décadas de ejercicio, sufrió una transformación cuando hace quince años se enfrentó en una iglesia italiana al relicario que contenía los restos momificados de un santo. Aquel encuentro "iluminó" al artista y le llevó a explorar la "belleza brutal" de la mezcla, a menudo contenida en una misma doctrina, de "religión y violencia".

Desde entonces se ha dedicado a la metódica construcción de templos judíos, católicos e islámicos con carácter imitativo pero usando como únicos elementos el material bélico que a veces compra, encuentra o consigue desarmando las piezas, por ejemplo, de pistolas, revólveres o rifles de asalto. El proceso es meticuloso y lento, porque tiene que adaptar, ensamblar, pegar y finalmente pulir el conjunto. En culminar la Mezquita Bombardeada tardó, por ejemplo, un año.

'Seductoras y confusas'

"Visualmente impresionantes" y "emocionalmente inquietantes", como dicen desde la galería neoyorquina, las esculturas de Farrow "son a la vez seductoras y confusas", porque se trata de edificios "fieles a la realidad" desde el punto de vista arquitectónico y de proporciones, con los mismos tonos dorados o plateados usados como señal de respeto y honra a dios, pero montados a partir de instrumentos de destrucción.

Además de varias iglesias, una copia de la Mezquita Nacional de Nigeria y otra de la Sinagoga de Bruselas, otro grupo de obras se interesa por los símbolos religiosos: un menorá judío elaborado a partir de alambre de espino y casquillos de ametralladora; un cofre-relicario que contiene el Vibrador Personal del Santo Guerrero construido a partir de un muy puntiagudo casquillo de altísimo calibre; otro que guarda la calavera del mismo personaje en una urna de cristal repleta de balas ya disparadas...

'Nacionalismo, venganza y muerte'

El "arte inquietante" de Farrow, escribe Chris Hedges en el prólogo del catálogo de la exposición, "expone una verdad poderosa pero a menudo oculta", que "las instituciones religiosas santifican la barbarie de la guerra". Esta "perversión de la fe", alejada de lo sagrado y la preservación de la vida, "dirige a los creyentes, como Farrow deja claro, hacia las deidades impías del nacionalismo, la violencia, la venganza y la muerte".

Los "feroces apóstoles de la muerte usan chalecos-bomba y espadas para asesinar a sus cautivos, nuestros aliados israelíes en Oriente Medio utilizan drones militarizados, aviones de ataque, misiles y artillería pesada", añade Hedges. "Todo termina, moralmente, en el mismo lugar. Y Farrow nos muestra el lugar: nuestros templos colectivos de la muerte".

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