Internacional

Nuevos disturbios en Baltimore tras no respetarse el toque de queda establecido en la ciudad

Policías antidisturbios en Baltimore (Estados Unidos) este martes 28 de abril de 2015.
EFE

La ciudad de Baltimore (EE UU) volvió a vivir este martes enfrentamientos violentos entre la Policía y manifestantes, que protestan por la muerte de un joven negro, tras el inicio del toque de queda decretado por el Ayuntamiento desde las 22.00 hora local.

Aunque por el momento no existe el clima de violencia generalizada del lunes tras el funeral por el joven Freddie Gray, que murió por las lesiones sufridas cuando estaba custodiado por la Policía, y muchos de los vecinos se retiraron con el toque de queda, la Policía informó de disturbios en algunas zonas de la ciudad.

En esos puntos, los manifestantes lanzaron objetos contra los agentes y éstos respondieron con el lanzamiento de gas pimienta para forzarlos a dispersarse. "Quienes no respetan el toque de queda están rechazando el cumplimiento de las órdenes de los agentes de la ley de que abandonen el área", indicó la Policía de Baltimore en su cuenta de Twitter.

La Policía informó de que se trata de un grupo de personas en actitud "agresiva" que, además de atacar a los agentes, también han iniciado un fuego a las afueras de una biblioteca.

Unos 2.000 miembros de la Guardia Nacional y otros 1.000 policías patrullan las calles de Baltimore para tratar de evitar que se repitan los violentos sucesos del lunes que se saldaron con 20 policías heridos, 236 arrestos -34 jóvenes y 202 adultos-, 144 vehículos incendiados y 15 edificios quemados, informó este martes el Ayuntamiento de la ciudad estadounidense.

A la Policía de Baltimore se han sumado efectivos de poblaciones y estados aledaños como Pensilvania, Nueva Jersey y el Distrito de Columbia, donde se encuentra la capital de EE.UU., Washington, para ayudar en un despliegue policial que ocupa gran parte de la ciudad.

En paralelo, también se han registrado disturbios en la localidad de Ferguson (Misuri), que ya fue escenario de fuertes enfrentamientos violentos entre la Policía y los manifestantes negros a finales del año pasado a raíz de la muerte a manos de un agente blanco del joven Michael Brown. Una persona ha resultado herida tras ser disparada con un arma de fuego en la protesta que enfrenta a agentes y manifestantes precisamente en el lugar en el que murió Brown.

Los disturbios se han desencadenado en Baltimore poco después del entierro de Freddie Gray, un joven negro de 25 años que falleció el 19 de abril, cuando estaba bajo custodia policial, por una lesión de la médula espinal, en circunstancias aún bajo investigación.

Este lunes se habían suspendido las protestas pacíficas que sucedieron a su muerte por la celebración del funeral, pero la violencia estalló a última hora de la tarde, desembocando en horas de caos que obligaron a decretar la situación de emergencia en el estado y el toque de queda en la ciudad.

El comisario de la Policía de Baltimore, Anthony Batts, atribuyó los altercados a "estudiantes de secundaria", que asaltaron negocios, provocaron incendios e hirieron a 15 policías, seis de los cuales están en situación de gravedad.

El gobernador asegura que la ciudad está bajo control

El gobernador de Maryland, Larry Hogan, visitó a los agentes heridos y los barrios afectados por los disturbios, y quiso dejar claro que la ciudad está bajo control y que la violencia "no volverá a repetirse". Para ello, el toque de queda decretado en la ciudad se mantendrá toda la semana entre las 10 de la noche y las 5 de la mañana.

Los familiares del joven fallecido, líderes religiosos y comunitarios, autoridades, e incluso los creadores de la famosa serie de televisión 'The Wire', han llamado a mantener el carácter pacífico que tuvieron las protestas hasta este lunes y evitar la violencia.

Baltimore, una ciudad donde dos tercios de la población son negros, trata de recuperarse de los disturbios, pero la situación dista mucho de ser normal: las escuelas están cerradas y hay un gran despliegue policial en las calles.

La ciudad que inspiró los poemas de Edgar Allan Poe y la célebre serie 'The Wire"', es una urbe dividida en dos: un núcleo revitalizado que busca recuperar su antiguo papel como motor económico y un cóctel combustible de pobreza y crimen que apenas necesitaba una chispa para estallar.

Los graves disturbios del lunes han devuelto a las portadas periodísticas la imagen de una ciudad al borde del colapso que popularizó 'The Wire', una crónica de la violencia, la corrupción y el auge de las drogas en esa ciudad que se convirtió en serie de culto la década pasada.

Una realidad compleja

En ese retrato televisivo cabe solo una parte de la compleja realidad de Baltimore, una ciudad de 622.000 habitantes en el estado de Maryland (noreste de EE UU) que se ha convertido en escenario de los mayores disturbios en el país desde los registrados en agosto pasado en Ferguson (Misuri).

Aunque la muerte de un joven negro a manos de la policía fue el detonante de los disturbios en ambas ciudades, "Baltimore no es Ferguson, y sus principales problemas no son raciales", tal y como recordó hoy Michael A. Fletcher, un periodista que lleva más de tres décadas viviendo en esa ciudad, en el diario The Washington Post.

En Baltimore, el 63% de la población es negra, como también lo son la mitad de su fuerza policial y su alcaldesa, heredera de una larga tradición de políticos y activistas de los derechos civiles afroamericanos en la ciudad.

Pero la desigualdad en Baltimore es una de las más marcadas de Estados Unidos, con un 23,8 % de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza entre 2009 y 2013, un índice muy superior a la media del estado de Maryland, del 9,8 %, según la Oficina del Censo.

Esas bolsas de pobreza se concentran en los barrios del este y el oeste de la ciudad, muchos de ellos vigilados durante años por cámaras cuyos destellos azules servían a los residentes para identificar las calles que se consideraban peligrosas, donde la falta de empleo arrastraba a muchos jóvenes a la droga y el crimen.

Esa imagen contrasta con la de un puerto renovado, lleno de restaurantes, oportunidades de ocio y viviendas de lujo, que las autoridades locales presentan como escaparate de una ciudad que, por primera vez en más de medio siglo, puede presumir de crecimiento demográfico y de nuevas inversiones económicas.

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