Cultura

Una isla en un mar de sal

Isla Incahuasi, Salar de Uyuni (Bolivia)
CÉSAR DEZFULI

Recorrer el altiplano andino, que comprende regiones de Bolivia, Perú, Chile y Argentina, supone vivir la esencia misma de la naturaleza, ver con tus propios ojos el origen de la Tierra en un terreno plagado de volcanes en activo, géiseres, desiertos, cañones, lagunas de arsénico y azufre o el tan afamado salar de Uyuni.

La provincia de Potosí, al sur de Bolivia, concentra una gran cantidad de esos espectaculares entornos, y en ella se encuentra la que es considerada la mayor extensión de sal del mundo, con 10.582 km cuadrados y 120 metros de profundidad. Figuras geométricas formadas tras la evaporación de los lagos que antes llenaban estas cuencas, se extienden en su superficie hasta un lejano horizonte donde se intuyen las siluetas de la cordillera de los Andes, habitada por volcanes y montañas que superan los 5.000 metros de altura.

Sesenta mil turistas llegan cada año de todas partes del mundo para visitar este lugar único tras recorrer en 4x4 la inmensidad del Parque Nacional Eduardo Avaroa, lo que supone enfrentarse a la complejidad física de moverse en una altitud que en el salar de Uyuni alcanza los 3.650 metros sobre el nivel del mar y pone a prueba la capacidad del más experimentado viajero.

Todo reto tiene su recompensa. En el momento en que accedes al desierto de sal  te envuelve una sensación de intrusismo en un espacio etéreo. Todo es blanco a tu alrededor, un blanco impoluto que se funde con el azul de un cielo que está menos lejano que en otras ocasiones. Y en ese entorno destaca, entonces, una formación aislada del resto del paisaje. Es imperceptible desde fuera del salar, pero a medida que recorremos los kilómetros que la separan del exterior, va cobrando protagonismo. Se trata de la isla Incahuasi, ‘Casa del Inca’ en quechua, la lengua indígena más hablada en Bolivia.

Junto a la isla del Pescado y a otras pequeñas formaciones volcánicas, esta montaña de apenas 200 metros cuadrados rompe el paisaje inerte del salar y acoge en su superficie una población de cactus gigantes que superan en algunos casos los diez metros de altura.

Pero este no es su único reclamo. Cuentan los guías autóctonos, con orgullo y cierto tono de leyenda, que cuando los españoles controlaron aquellas tierras en el siglo XVI, los caballos con los que se desplazaban no eran capaces de atravesar el desierto de sal. Es por eso por lo que esta isla se convirtió, durante un tiempo, en un lugar a salvo para algunos incas, quienes gracias a que se desplazaban en llama, animal autóctono, consiguieron aislarse en un lugar cuyo nombre trascendería hasta nuestros días: Incahuasi.

Claves de viaje

  • Cómo llegar: El salar se encuentra al oeste de la ciudad de Uyuni, hasta donde se puede llegar en vehículo o avión desde La Paz. Una vez allí, es necesario un vehículo todoterreno para poder acceder al interior del salar. Muchas compañías de la región ofrecen estos servicios.  
  • Alojamiento: Hay varios ‘hoteles de sal’ en los alrededores del salar, un gran reclamo turístico, ya que todo en ellos está construido con bloques de sal: las paredes, las mesas, las sillas e incluso las camas.
  • Qué Llevar: Gafas de sol y un protector solar son imprescindibles, así como ropa de abrigo para los contrastes térmicos que se producen.
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