Internacional

Bélgica, de la placidez de la seguridad a la amenaza continua del terrorismo yihadista

Bélgica solía ser un país escasamente procupado por su seguridad. Pero el fenómeno del terrorismo yihadista, especialmente el vinculado al Estado Islámico, que viene operando desde 2014, ha acabado con eso. El punto de inflexión fue enero de 2015, después de los atentados cometidos en París por los hermanos Chérif y Said Kouachi y Amedy Coulibaly, tres islamistas que entre los días 7 y 9 del primer mes del año pasado acabaron con la vida de 17 personas, entre ellos 12 trabajadores de la revista satírica Charlie Hebdo.

Ocho días después, el escenario de la amenaza yihadista se trasladó a Bélgica, donde la policía federal lanzó una amplia operación antiterrorista en tres puntos del país que se saldó con 20 detenidos y dos muertos en la localidad de Verviers. Todos eran yihadistas que habían recibido entrenamiento en Siria y que pertenecían una célula con intenciones de cometer "un atentado de envergadura y de manera inminente" en el país. Ese atentado, según el investigador del Instituto Elcano Fernando Reinares, sería un equivalente al que meses más tarde ocurrió en la capital francesa, donde fallecieron 130 personas. Frustrado entonces, los terroristas optaron por esperar.

Tras aquel episodio hubo distintas operaciones en otros barrios, y Bélgica elevó la alerta terrorista del nivel dos al tres en una escala de cuatro para las fuerzas de seguridad y justicia, y la mantuvo en el nivel dos para el resto de los ciudadanos.

Resultó que los atentados de días antes contra el semanario Charlie Hebdo y un supermercado judío en Francia fueron realizados con armas adquiridas en Bruselas. Meses más tarde, en agosto de 2015, se produjo el ataque afortunadamente frustrado en el tren Thalys, el tren de alta velocidad que une Amsterdam con París a través de Bélgica, y se supo que el atacante identificado como Ayub el Khazani había pasado por Molenbeek, un barrio de la capital belga con fuerte presencia de población musulmana y con importantes focos de radicalismo en los últimos años, y que fue allí donde compró las armas con las que tenía pensado llevar a cabo una matanza. En Bruselas tuvo lugar también en 2014 el atentado contra el Museo Judío, perpetrado por un francés, Mehdi Nemmouche, regresado de Siria.

Lo cierto es que Bélgica se ha convertido en el Estado con mayor proporción de yihadistas per cápita, unos 40 por cada millón de habitantes, según el Centro Internacional de Estudios para la Radicalización. En toda Europa se calcula que hay unos 4.000 combatientes de ese tipo, unos 440 de ellos en Bélgica.

Con los atentados de enero aún en la cabeza, a lo largo de todo el 2015 se sucedieron los registros y las operaciones policiales e distintos puntos de Bélgica, como en junio, cuando 16 personas fueron detenidas en Ostende, Lovaina y Namur. Se trataba de chechenos que habían sido formados en Siria y Afganistán y que planeban perpetrar un atentado en el país que alberga la capital europea.

Pero lo peor estaba por llegar. El 13 de noviembre de ese mismo año varios terroristas, la mayoría suicidas, llevaron a cabo una cadena de atentados simultáneos en la capital francesa y su suburbio de Saint-Denis, en los que murieron 137 personas y otras 415 resultaron heridas. Uno de los cerebros y autor material de los ataques, Salah Abdeslam, huyó desde París esa misma noche, y desde el primer momento las autoridades de distintos países europeos dieron por hecho que se había refugiado en Bruselas.

El pánico cundió entre las autoridades belgas, y ante el temor de que lo ocurrido en París se repitiera en Bruselas, decretaron medidas extraordinarias en diciembre del año pasado. Durante varios días los ciudadanos convivieron con la presencia de los militares en cada esquina, el cierre del metro, de los centros comerciales y los cines, de instalaciones deportivas y los colegios, entre otros. La alerta era máxima. Se supo entonces que los terroristas de París contaron con una importante colaboración de varios terroristas afincados en Bruselas, y que fue allí donde planearon los ataques.

Marcada por la búsqueda de Abdeslam

Aunque con el tiempo la situación se fue normalizando, la amenaza nunca desapareció y la capital belga, sede del Gobierno europeo, ha vivido marcada por la búsqueda de Abdeslam y por el miedo a un atentado terrorista. Resultó que se ocultaba a escasos metros de la casa de sus padres. Y que fue su familia, sus amigos y vecinos quienes le ayudaron a permanecer escondido hasta el día de su arresto, el pasado viernes, en el barrio de Molenbeek. Junto a él fueron detenidas otras cuatro personas.

Pero solo tres días antes, el 15 de marzo pasado, dos terroristas murieron en un enfrentamiento con la policía, que trataba de registrar el domicilio en Bruselas en el marco de una operación antiyihadista. Los cinco arrestados en total se suman a las otras 11 personas que desde los ataques de noviembre en París, han sido inculpadas en Bélgica por presuntos vínculos terroristas. De ellas, ocho están aún en arresto preventivo.

La amenaza finalmente se ha hecho realidad este martes, cuando una cadena de atentados simultáneos en el aeropuerto y en el metro de Bruselas ha golpeado el corazón de la capital europea y ha dejado, al menos, 31 muertos y más de 150 heridos. El hecho de que en Bruselas acoga las sedes de las instituciones europeas es sin duda uno de los motivos para que los terroristas pongan a la ciudad en su punto de mira, pero no es el único. El principal, según Reinares, uno de los mayores expertos en terrorismo yihadista, es "debilitar la cohesión interna de la sociedad europea, llevando a cabo atentados en países donde existe una amplia población musulmana, y donde es posible estimular tensiones entre esta población y el resto. De esta manera, se pueden beneficiar a efectos de la radicalización y el reclutamiento", ha explicado Reinares en una entrevista en la SER.

El 6% de la población belga es musulmana. El porcentaje en Bruselas capital asciende al 25,5% (más de 250.000 personas). Los expertos estiman que en sólo 15 años, el porcentaje de musulmanes bruselenses puede ser del 50% o más. Es el colectivo que más crece. Eso, la marginación y la falta de expectativas de muchos de esos jóvenes convierten a Bruselas en una presa codiciada por los yihadistas, que ven en los jóvenes marginados y desarraigados un blanco fácil para el reclutamiento. "Por eso es muy importante que los líderes europeos reacciones con la capacidad y habilidad suficientes para evitar que estas tensiones no pongan en cuestion el orden social ni pongan en riesgo la convivencia dentro de la UE", afirma Reinares.

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