Gastronomía

Receta de caldo de pollo casero con mucho sabor

¿Hay algo mejor que un caldo casero para la época de frío? Solo o como base de una sopa, tener siempre a mano -aguanta muy bien congelado- es una gran idea. Y para prepararlo, solo necesitaremos tiempo, un poco de cariño y, claro, ingredientes de calidad.

Aunque es verdad que podemos aprovechar para utilizar esas verduras que se están quedando un poco pochas, es importante que la base del caldo -puerro, nabo, apio... - sea buena. Vaya, que mejor comprar en el mercado o frutería que esos de bandeja que venden en los supermercados.

Con el pollo pasa lo mismo. Aunque también podemos usar restos de pollo asado, lo más práctico es comprar un pollo entero -el mejor que podamos permitirnos- y pedir que lo troceen para aprovecharlo todo.

Por ejemplo, las pechugas fileteadas para hacer a la plancha y los cuartos traseros para hacer al horno. Con los cuartos delanteros, las alas y el esqueleto, prepararemos el caldo y también usaremos después su carne. Las hierbas aromáticas, frescas o secas, también son buenas aliadas para un caldo más sabroso.

Ingredientes

  • 1 esqueleto de pollo
  • 2 cuartos delanteros de pollo
  • 2 alas de pollo
  • 1 chirivía
  • 1 puerro
  • 1 cebolla mediana
  • 1 rama de apio
  • 1 nabo
  • 3 zanahorias
  • 1 patata
  • 2 ajos
  • 2-3 litros de agua
  • 20 ml. de brandy o similar
  • 2-3 hojas de laurel
  • Hierbabuena seca (opcional)
  • 3-4 clavos
  • Pimienta negra
  • Tomillo
  • Sal
  • Aceite de oliva virgen extra
Caldo de pollo casero

Preparación

Lavamos bien todos los vegetales. Cortamos la cebolla, la chirivía, el apio, el puerro, el nabo y la patata en trozos grandes. La zanahoria podemos pelarla y cortarla en trozos algo más pequeños. Los ajos no los pelamos, simplemente los aplastamos con un cuchillo en plano.

Hay dos tipos de caldo: claro y oscuro. Los caldos claros son casi transparentes mientras que los oscuros tienen algo más de color y sabor. Para conseguir un caldo oscuro sofreiremos la carne, la cebolla y el ajo unos minutos antes de añadir el agua.

En una olla o cazuela grande echamos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra. Añadimos los cuartos delanteros del pollo y las alas con la cebolla y el ajo. Sofreímos unos minutos, echamos el esqueleto de pollo y el brandy, y removemos hasta que se evapore.

Caldo de pollo casero

Añadimos el resto de los ingredientes y el agua. Si el agua del grifo es muy dura y tiene mal sabor podemos usar agua mineral. La cantidad de agua va un poco a ojo, tenemos que cubrir unos 2 centímetros por encima de los ingredientes.

Ponemos la olla a fuego muy bajo. El tiempo es fundamental para obtener un buen caldo, todo se cuece muy despacio y va aportando el sabor. Con unas 2 horas será suficiente pero podríamos dejarlo hasta 4 añadiendo algo más de agua. Si no tenemos tanto tiempo y queremos acelerar el proceso aunque sacrifiquemos algo de sabor, podemos usar una olla rápida y en unos 30-40 minutos el caldo estará listo. Vigilamos y removemos el caldo de vez en cuando, corregimos de sal y si forma espuma la vamos quitando con un cucharón.

Pasado el tiempo de cocción, apagamos el fuego y dejamos templar el caldo. Lo colamos, lo pasamos a otro cazo o recipiente y aprovechamos todo lo que podamos los restos de vegetales y carne. Los cuartos de pollo, las alas y la mayoría de las verduras las podemos guardar y añadir posteriormente de nuevo al caldo o utilizarlas para otros platos.

Caldo de pollo casero

Dejamos enfriar por completo el caldo y lo pasamos al frigorífico. Si podemos guardarlo de un día a otro es lo ideal para que se asienten todos los sabores y la grasa cree una capa en la parte superior del cazo.

La grasa es totalmente prescindible, no aporta más sabor y no es agradable encontrarla en el plato. Por eso, después de sacar el caldo del frigorífico, quitamos la grasa (la capa superior amarilla) con ayuda de una cuchara. Las dos capas quedan muy definidas, así que es un proceso fácil.

Desechamos la grasa y nos quedamos con el caldo que, después de calentarlo, pasará de la forma gelatinosa que tiene cuando está frío a líquido de nuevo. Podemos usarlo para hacer una sopa con pasta, arroz, legumbres, verduras o como base para otras recetas.

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