Nacional

El recuerdo de Julen, grabado en el corazón de todos

Dibujo en el que Óliver, el hermano difunto de Julen, le saca del pozo para guiarle al cielo.
LUCÍA LÓPEZ

La muerte del pequeño Julen ha simbolizado la tragedia, la desazón, lo cruel que puede llegar a ser el destino. Pero también su muerte ha regalado a la humanidad una cosa mucho más importante: la certeza. La certeza de que, a pesar de las diferencias que enturbian el día a día de los hombres, en los momentos más críticos la solidaridad brota hasta en las esquinas más recónditas.

Antes de que Totalán se convirtiese en un punto de mira internacional, muchos malagueños ni si quiera sabían de su existencia. "Para venir a este sitio tienes que haberlo conocido previamente por algún motivo, si no ni te enteras de que existe", confesaba a 20minutos un taxista que reside en Málaga centro,  a tan solo 20 kilómetros de distancia del pueblo. Pero no es el único, pues muchísimos malagueños admiten que, de no haber sido por el suceso de Julen, nunca habrían ubicado en el mapa a este municipio de poco más de 700 habitantes.

Mientras tanto, los vecinos de Totalán vivían tranquilos, disfrutando de su privilegiado anonimato, hasta que el domingo 13 de enero el silencio que reinaba en el pueblo se vio interrumpido por el ruido de la perforadora que trabajaba en el Cerro de la Corona las 24 horas del día, por el trasiego de los coches de policía, por las preguntas de los curiosos y de los periodistas. Lejos de mirar hacia otro lado o quedarse paralizados quejándose por su desdicha, los totalanenses desplegaron un dispositivo humano tan imprescindible como el que trabajaba uniformado en la montaña.

La maquinaria humana desde entonces empezó a funcionar sin descanso en esta región. La Asociación de Mujeres del pueblo se puso sus delantales y agarró las ollas y sartenes más grandes que tenía para que no le faltara comida a nadie. Los que trabajan en los bares tuvieron que cambiar sus días de descanso, solicitar refuerzos, pedirle al carnicero que adelantase el pedido de los viernes y ampliar el menú para que la gente no sobreviviese solo a base de croquetas. Aquellos que tenían una habitación de sobra rápidamente hicieron circular el mensaje a través del boca a boca por si alguien necesitaba cobijo.

Por estas acciones, entre otras muchas, el temor de los vecinos a hacerse famosos por una noticia tan terrible se desprende de sentido alguno. Si por algo se va a recordar este lugar va a ser por su calidad humana, por su fraternidad, por su generosidad, por su fortaleza... Por los quejíos flamencos que resonaron hasta las 3.00 de la madrugada en la vigilia de oración que se organizó en el pueblo un día antes de que los mineros sacasen al pequeño de las profundidades; por los profesionales que día y noche lucharon contra la montaña; por los vecinos que procuraban mantener fuerte el espíritu de todos.

En palabras del ingeniero de minas Ángel García Vidal, una de las figuras imprescindibles en este rescate: "El enorme despliegue técnico y humano que trabajó sin descanso para encontrar a Julen no evitó el triste desenlace, pero al menos ha servido para que siempre viva en nuestros corazones, y en el de todo un país que nos dio fuerzas para encontrarlo y arrebatárselo a la montaña".

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