Gastronomía

Precios a la baja, competencia extranjera y absurdas exigencias estéticas: el drama de los cítricos en España

"Con suerte al productor le pagan 18 o 24 céntimos el kilo, pero en supermercados del país superan el euro y en Alemania llegan a pedir 5 euros el kilo". Precios ridículos para el productor, una maraña de intermediarios y un producto final que llega al mercado caro y más bonito que rico. Así es la cruda realidad de los cítricos en España, tal y como nos explica el responsable de una cooperativa de Castellón.

Prefiere mantener su nombre en secreto, nos pide mientras detalla lo que para el consumidor se resume en naranjas y mandarinas pero que en realidad supone una larga lista de variedades con sus diferentes temporadas, precios y condiciones.

En todos los casos la tendencia no invita al optimismo: cada vez se paga menos en el mercado nacional, y otros países (Turquía, Marruecos, Egipto...) son más competitivos para el mercado europeo.

Mandarinas sudafricanas

Por si fuera poco, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Sudáfrica supone un duro golpe para el sector de los cítricos, que no puede competir en precio con el producto que llega de África. "Muchos han decidido dejar las mandarinas en el árbol porque no les sale a cuenta recogerlas teniendo en cuenta a cuánto tendrían que venderlas", protesta.

Mandarinas

Otro detalle preocupante que denuncian los productores: dicho acuerdo comercial permite que estas mandarinas importadas no tengan que pasar los controles de seguridad alimentaria que se exigen a la producción local.

Por supuesto, la calidad parece ser el punto que menos importa en esta ecuación donde lo que cuenta es el precio. No se puede comparar -recuerda- el sabor de una mandarina prácticamente recién recogida del árbol con una que tiene que viajar miles de kilómetros.

Desverdizar la fruta

Las Clemenules -una variedad de la Clementina que surgió en Nules, Castellón, en los años 50- son un buen ejemplo de lo que ocurre con el precio. Una mandarina temprana, que se da a principios de año y que es de las más interesantes por su sabor y aroma pero que está siendo abandonada porque es la menos rentable para el productor.

En su lugar hay una creciente apuesta por variedades protegidas (Tangold, Nadorcott...) que obligan al productor a pagar royalties pero que aseguran unos precios más altos de la cosecha. A cambio, eso sí, la inversión es mucho mayor.

¿Y dónde queda el consumidor en estos juegos de mercado? Igual que con muchas frutas o verduras, los criterios que marca el sentido común (temporada, proximidad...) son desplazados por argumentos tan absurdos como la estética que, además, acaban afectando de forma negativa a la calidad.

Naranjo

"Los puntos de venta se empeñan en vender bodegones en lugar de alimentos, con lo que exigen al productor una estética antinatural. Fruta del mismo tamaño, piel uniforme, con brillo y con un color casi rojo como la de un tomate", señala este productor.

Y es que algunas variedades de mandarinas en su estado óptimo tiene un tono verdoso que se elimina mediante la exposición a etileno para conseguir esa absurda uniformidad que piden los distribuidores. "Se enceran, se manipulan y acaban llegando al consumidor con un sabor sobremadurado, cuando lo ideal es que conserven un punto de acidez".

¿La solución? Conseguir cítricos directamente del productor saltándose todos estos pasos, recomienda.

Mientras tanto, una pregunta queda en el aire. ¿Estaríamos dispuestos a pagar más por buenas naranjas y mandarinas locales de las mejores variedades, o parte de la responsabilidad es nuestra por ir siempre a por la opción más barata?

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