El perfil del paciente rural: "Es mucho menos demandante, sabe más autocuidarse y valorar mejor la urgencia"

Nuria y Ana, médica y enfermera, en Venturada (Comunidad de Madrid).
Nuria y Ana, médica y enfermera, en Venturada (Comunidad de Madrid).
JORGE PARÍS
Nuria y Ana, médica y enfermera, en Venturada (Comunidad de Madrid).

Ningún lugar es igual que otro y lo que más los diferencian son sus gentes. Rodeado de montañas y en plena Sierra Norte de Madrid, nos adentramos en Venturada, una localidad de poco más de 2.000 habitantes. Allí nos esperan Nuria y Ana, médica y enfermera, respectivamente, del pequeño consultorio local del pueblo. Con una felicidad que nos atrapa, reciben a 20mintuos en su consulta. Las dos, "como Pili y Mili" —dicen— van juntas a todos lados para proporcionar asistencia sanitaria a tres pueblos de la zona: a Venturada se suman Cotos de Monterrey y Redueña, que cuenta con apenas 200 vecinos. Ambas llevan cinco años trabajando en el ámbito rural, a donde se desplazan una desde Montecarmelo y otra desde San Sebastián de los Reyes.

Y la primera pregunta que se nos viene a la cabeza es: ¿en qué se diferencia la medicina rural de la de ciudad? Lo tienen muy claro, el principal cambio son los propios pacientes. "Cuando vine aquí pensaba: 'pobrecillos, no tienen médico todos los días, ni por la tarde. No tienen pediatra...'. Pero no pasa nada, ellos son felices. Son mucho menos demandantes, saben más autocuidarse y también saben valorar mucho mejor la urgencia. Eso sí, no quieren ir al especialista y confían mucho en tí", cuenta Nuria. Esta doctora de 47 años antes trabajaba en San Sebastián de los Reyes, en el Centro de Salud de Miraflores; ahora es la directora del Equipo de Atención Primaria de El Molar, al que pertenecen siete municipos, entre ellos también el Bellón, San Agustín de Guadalix y Pedrezuela.

Por su parte, Ana matiza: "Los pacientes de aquí son mucho más pacientes", valga la redundancia. Ella también lo sabe bien después de su experiencia como enfermera en el Hospital de La Paz. Y es que la relación médico-paciente en el ámbito rural es "mucho más cercana". No obstante, solo el 22% de los 40.000 facultativos que trabajan en atención primaria en España lo hacen en zonas rurales, según datos de la Organización Médica Colegial (OMC). ¿El motivo? Quizá el "mayor nivel de incertidumbre, el aislamiento, la escasez de recursos y equipamiento, la menor accesibilidad o las dificultades de actualización y formación continuada", responden desde el mismo organismo.

Pero Nuria y Ana desmontan estas teorías. Ellas no echan "nada de menos" —salvo algún compañero más con quien compartir y debatir sobre los diagnósticos— y aseguran que los pacientes tampoco. "En San Agustín —donde está el Servicio de Atención Rural (SAR), que entra de guardia por la noche— y en el Centro de Salud de El Molar tenemos servicio de ecografías, espirometrías, un psicólogo, seis pediatras, la matrona, dentistas de niños y adultos, un trabajador social y a las enfermeras muy formadas, que aquí las utilizamos mucho", explica Nuria, que añade que "hay desfibrilador en todas las consultas, aparato de electros... y todos los 'básicos'" para atender a los pacientes.

Gráfico de Venturada.
Gráfico de Venturada.

De pueblo en pueblo... y de casa en casa

Esos instrumentos los tienen "por triplicado". Y es que en su horario y lugar de trabajo varían en función del día. Los lunes, miércoles y viernes están en Venturada de 9.00 a 11.00 h y después se van a hacer las visitas domiciliarias programadas y a pasar consulta a Redueña a un antiguo colegio reconvertido a consultorio. Los martes van a Cotos de Monterrey a primera hora de la mañana y a las 11.00 h se trasladan a Venturada, mismo itinerario, aunque a la inversa, lo hacen los jueves. Además también atienden a 23 pacientes de la residencia de ancianos de Venturada, que "algún susto" les da: "Los últimos fallecimientos, por cardiopatía isquémica, han sido de pacientes de allí."

Como 20minutos acude un miércoles, primero la consulta se realiza en Venturada. Ana nos atiende a la vez que nos cuenta que tiene citadas a unas 17 personas de media diaria. Hace curas, pone vacunas, da mucha educación para la salud: enseña a los diabéticos a pincharse para que no dependan de nadie, también educa a los hipertensos... y justo en ese momento, le está realizando la primera revisión a una niña sana recién nacida.

Ana, enfermera en Venturada, le hace la primera revisión a una niña de seis días.
Ana, enfermera en Venturada, le hace la primera revisión a una niña de seis días.

Sara tiene solo seis días de vida, pero es una campeona con una salud de hierro. Su madre Maryam es primeriza y de origen marroquí, lleva diez meses viviendo en España y no se entiende muy bien con el idioma, por lo que va acompañada de su amiga Zora, que hace de intérprete. Esta revisión se hace en Venturada con la enfermera, pero la siguiente, a los 15 días, se hará con el pediatra de El Molar que le hayan asignado. "Están acostumbrados a que si tienen que ir al pediatra, se tengan que desplazar en coche o transporte. Para ellos no es un problema".

"Han dejado de ir a la privada"

Al ver nuestra cara de sorpresa, Ana nos comenta que este tipo de consultas no son algo habitual en su día a día, pero "está empezando a venir más gente joven al pueblo, en los cinco años que llevo aquí han aumentado las revisiones de los niños y ahora tengo tres o cuatro embarazadas". El porqué no lo sabe, pero "dicen que es porque estamos muy bien valoradas y que hacemos un equipo estupendo. Incluso, hay gente que ha dejado de ir a la privada".

Este es el caso de Blanca, que a sus 79 años apenas disfruta de su seguro privado. Vive en Redueña con su marido Juan y su hija Blanquita, de 46 años y con síndrome de West —una enfermedad rara, grave y poco frecuente, que se caracteriza por tres hallazgos: espasmos epilépticos, retraso psicomotor y electroencefalograma—. Blanquita es dependiente y Nuria la visita una vez al mes. La ausculta, le toma la tensión y le mide la saturación de la sangre, mientras su madre nos explica por qué no la lleva a una residencia: "Es duro el día a día, pero yo lo prefiero a tenerla que llevar a un sitio sin nosotros. Cuando apareces por aquí (por la habitación) se pone feliz. Yo no pido más que tener salud mientras ella esté. Porque la llevamos a un centro y de pena se muere".

Nuria, médica en Venturada, acude a una visita domiciliaria para ver a una paciente con Síndrome de West.
Nuria, médica en Venturada, acude a una visita domiciliaria para ver a una paciente con Síndrome de West.

Esta muchacha requiere de muchas atenciones. Tiene una ostomía, todo alimento hay que dárselo a través de una sonda y tiene 24 horas de oxígeno al día. Además Juan y Blanca usan una grúa para moverla: "Por la tarde la levantamos siempre unas cuatro o cinco horas. Si hace bueno, incluso la sacamos a la calle. En invierno no, porque se nos puede constipar a la mínima, que tiene las defensas muy bajas". Su casa, por suerte, está al lado del consultorio, y siempre que lo requieren, acuden a Nuria. "Estamos encantados con ella, ojalá se quedara toda la vida", dice Blanca.

Más de 40 pacientes diarios

Y es que las cosas han cambiado. "El médico que estaba antes era un señor mayor, lo desplacé porque no tenía plaza fija, y era un poco de la antigua usanza. La primera vez que le dije a un paciente 'levántese la camiseta, que voy a oscultarle', se sorprendió, y es algo habitual en cualquier sitio hoy en día", cuenta esta doctora de la Sierra. Con ella coinciden desde la OMC: "Las cosas en la medicina rural han mejorado si miramos a 25-30 años atrás: hay algunos centros de salud nuevos, avances tecnológicos, historia clínica electrónica, telemedicina, carteras de servicios más amplias en determinadas zonas...".

Actualmente, en términos generales, el médico rural tampoco no suele vivir en el pueblo y se desplaza diariamente a su trabajo. Es el caso de Nuria, que vive en Montercamelo, desde donde se recorre más de 100 kilómetros diarios para tratar a los casi 1.600 pacientes que tiene en su cartera, unos 40 diarios. Esto también coincide con los datos de la organización. Y es que ella trata ahora a más gente de la que trataba en Miraflores: "Allí tenía a unos 1.300...".

Menos patología psiquiátrica

Tampoco cambian las dolencias más comunes de la ciudad al campo. Aunque en la Sierra hay "muy poca patología psiquiátrica en comparación con Madrid, donde todo el mundo toma pastillas para dormir, para los nervios, antidepresivos...", cuenta Nuria, "el patrón es muy parecido al que hay en la ciudad: hay los mismos diabéticos, hipertensos, los crónicos... y funcionamos por una cartera de servicios igual que en todos los centros de la Comunidad de Madrid". La mayor diferencia está en la patología aguda: "Hay más picaduras, garrapatas, sarna, hay mucha intoxicación por cloro de las piscinas y accidentes laborales tras los que no van a la mutua", sino al consultorio por cercanía.

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