Lectura fácil: que leer sea accesible para todo el mundo va mucho más allá del braille o los audiolibros

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Una sesión del club de lectura fácil integrado por personas con discapacidad intelectual de Círvite y Afanias y solicitantes de asilo.
ELENA BUENAVISTA
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Les gusta la lectura, con la que aprenden y les estimula, pero que además es divertida. El problema es que los libros convencionales suponen un arduo esfuerzo para ellos. Son una decena de adultos de las asociaciones Cirvite y Afanias con discapacidad intelectual, que se reúnen semanalmente en un club de lectura fácil.

La lectura fácil es un método para hacer más fáciles de entender los textos que se creó pensando en todas las personas con dificultades lectoras. Hay unas normas europeas que regulan cómo debe ser, que establecen desde cómo usar iniciales, puntuación, extranjerismos o porcentajes, a cómo ordenar la información, debe ser el diseño, los tipos de letra o las fotos. Por ejemplo: hay que procurar que haya solo una idea por frase y que ocupe una única línea; cuando no sea posible, hay que cortar donde las personas se pararían a leer.

La lectura fácil es necesaria, además de para disfrutar de la lectura de novelas o cuentos, para hacer accesibles documentos oficiales o las noticias, porque todo el mundo tiene derecho a estar informado y ser autónomo en sus trámites. Es accesibilidad, igual que colocar una rampa para acceder a un edificio.

El Tom Sawyer que tienen entre manos los integrantes del club de lectura fácil que acude a la biblioteca pública de Canillejas, en Madrid, difiere bastante por tanto del original que escribió Mark Twain. También es distinta la dinámica del club. La sesión comienza con Susana Gallego, trabajadora de Cirvite y experta en lectura fácil, recordando que "Tom es un niño vagabundo que vive en el campo y hace un montón de travesuras a su tía" y escribiendo los nombres de los personajes en una pizarra. Los participantes no traen el libro leído, van leyendo el alto de manera voluntaria pequeños fragmentos en alto. Se respira atención, respeto y ganas de participar.

"Todos pueden leer pero no todos tienen la misma capacidad, algunos tienen una comprensión muy baja. Más allá de que sea divertido para ellos, cada persona tiene objetivos distintos. Por ejemplo saber moverse por el barrio al ir a la biblioteca o al centro de mayores, socializar, salir del centro, hablar en público, etc.", explica Gallego.

En el club de lectura ellos son los que eligen lo que quieren leer. "Dentro de los pocos que hay, los escogen ellos. Y el amor triunfa", cuenta Gallego entre risas, "Romeo y Julieta, el primero que leímos, fue una experiencia maravillosa".

"No solamente supone practicar una actividad que les gusta y les motiva, es que además es súper inclusivo", reitera Aída Maestro, preparadora laboral de Afanias presente en la sesión. Maestro reconoce que, pese a sus ventajas, no es una actividad apta para todo el mundo: "No a todos les gusta leer. Son personas que eligen estar en el club de lectura voluntariamente. Tampoco todo el mundo que no tiene discapacidad disfruta leyendo".

También refugiados y ancianos

"Su tía le ha cosido las solapas, ¿qué son las solapas?", pregunta Susana Gallego. Todos aportan, el diálogo es constante. Hay sobre la mesa un grueso diccionario al que recurrir cuando es preciso, aunque las definiciones requerirían su propia adaptación a lectura fácil. También hay un mapa para localizar Misisipi en América; es el mismo que emplearon para leer La vuelta al mundo de Willy Fogg y en el que ahora un solicitante de asilo ubica su país, una antigua república soviética.

Sí, un solicitante de asilo que no tiene discapacidad intelectual pero que lleva muy poco tiempo en el país. Otro de los colectivos a los que también les puede resultar útil la lectura fácil. Durante la sesión surgen expresiones como "hacer pellas" o palabras como "piruetas" que las personas con discapacidad explican con solvencia a los tres refugiados presentes. Ellos, a su vez, hablan de la religión en sus países de origen, de sus costumbres y ríen juntos.

Uno de ellos es Moha, que vino de Camerún hace ocho meses y reconoce que aprender el español está resultando difícil, en parte porque "nunca fui a la escuela en África y para mí ahora eso es un problema". Moha lleva en la mochila un ejemplar de Colores prohibidos de María Peralta, una novela en lectura fácil ambientada en su país de origen. "No es difícil, lo entiendo bien y me ayuda a aprender otras palabras. Viene todos los días conmigo, es mi amigo", explica refiriéndose al libro.

"La lectura en grupo es algo muy bonito, si ellos sienten que leen mal da igual porque el de al lado también tiene dificultades. Sienten que comparten esas dificultades. Se acercan a los textos escritos en español de otra forma, como algo voluntario. Es un contacto con el español de otra forma, que no es una clase al uso", cuenta Laura Cerrolaza, profesora de español en Cesal.

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Moha, un solicitante de asilo, lleva siempre en su mochila la novela 'Colores Prohibidos' en lectura fácil.
ELENA BUENAVISTA

Pero más allá de aprender el idioma del país en el que ahora viven, Cerrolaza insiste en que "el primer beneficio es sobre todo a nivel social, que salgan de donde están, que conozcan a otras personas. Yo creo que son dos colectivos, el de refugiados y el de personas con discapacidad, que enganchan maravillosamente bien, se complementan muy bien, tienen muchas cosas en común muy interesantes y otras que no, por lo que pueden aprender los unos de los otros. Hay sobre todo una voluntad de amistad, de tratarse de persona a persona que es muy importante y escasea".

A sus sesiones semanales se suman regularmente, además de refugiados que aún no dominan el español, como en este caso, personas mayores que han empezado a manifestar la llegada del alzhéimer o algún otro tipo de demencia o adolescentes en el instituto. Los integrantes del club de lectura son también embajadores itinerantes por la inclusión.

"Con los refugiados el objetivo es aprender español. Con los adolescentes es la integración, es una campaña de sensibilización. En el instituto los chicos están leyendo La Celestina y nosotros leemos el mismo libro adaptado", explica Susana Gallego.

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Susana Gallego junto a Kiko, que está leyendo un fragmento de 'Tom Sawyer'.
ELENA BUENAVISTA

Kiko, que tiene discapacidad intelectual, es uno de los lectores del club y también es validador de textos en lectura fácil. Habla con especial entusiasmo de las sesiones en compañía de personas mayores: "Los abuelitos son muy cariñosos, generosos con nosotros. Nos relacionamos con ellos, nos enseñan muchas cosas, nos preguntan como nos llamamos. El otro día leímos un libro sobre la emigración, sobre el problema que vivían los sirios, y ellos lo van entendiendo poco a poco y aprenden de nosotros cuando. Lo pasamos bien con ellos, se portan muy bien, nos dan las gracias".

Un 'boom' pero pocos títulos

"Me gusta mucho leer y en el club además me relaciono con más gente y pierdo la vergüenza a hablar en público, porque yo normalmente me pongo nerviosa y me empiezo a reír", cuenta Carolina, que también hizo el curso para ser validadora y ahora está ayudando a adaptar los textos del Museo del Prado a lectura fácil.

Tanto Kiko como Carolina leen libros en casa. Cuando se les pregunta por su título favorito Carolina responde sin dudar que El rey león; Kiko prefiere Peter Pan. "Sí, leemos libros para niños. Lo importante es leer, pero para eso hacen falta muchos más libros en lectura fácil", sostiene Kiko.

Carolina nunca ha intentado leer libros para adultos convencionales y también se queja de que "es difícil encontrar libros adaptados a lectura fácil. Yo he ido a la feria del libro preguntando por ellos y no había".

"Quiero que todos los libros estén adaptados a lectura fácil, da igual que sean de Disney o que sean Harry Potter o El señor de los anillos. Que los adapten todos para que podamos elegir", cuenta Kiko con tono reivindicativo. "Eso es", asiente con vehemencia Carolina.

"Los autores no dan su consentimiento porque les parece que guillotinas su obra"

No es tan sencillo. María Peralta, educadora social, escritora de novelas en lectura fácil y miembro de Lectura Fácil Madrid, explica que es una aventura editorial que no resulta precisamente lucrativa pese a que "un 30% de la población tiene dificultad de comprensión lectora". Y además hay muchos problemas con los derechos de autor, no solo con su coste, "los autores no dan su consentimiento porque les parece que guillotinas su obra".

Concha Cuerda trabaja en la Biblioteca Pública de Canillejas, el lugar en el que dos veces al mes acude este club de lectura. Reconoce que "hay un número bastante reducido de editoriales" que se han animado a publicar en lectura fácil. "Una de las labores de las bibliotecas es fomentar la lectura. Es muy importante tener ejemplares, que las bibliotecas puedan ofrecer esos libros y fomentar el acceso a la lectura fácil. Debemos hacer un esfuerzo en ese sentido, dentro de nuestras posibilidades físicas y materiales", reflexiona Cuerda.

¿Por qué escribe Peralta en lectura fácil? Desde luego no es por dinero, comenta entre risas: "En una cárcel de Argentina tienen ejemplares de Bailar un tango en Madrid (2017, La mar de fácil) fotocopiados y me cuentan que por las ranuras por las que antes se pasaban la droga, ahora se pasan el libro. Por cosas así escribo en lectura fácil, porque llegas a colectivos y personas que no pueden leer de otra manera".

En total, en toda España hay poco más de trescientos títulos adaptados, cuando cada año se publican más de 80.000 volúmenes convencionales. No obstante, hay un cierto boom. Por poner un par de ejemplos, hace año y medio Fundación SM comenzó a adaptar su colección El Barco de Vapor y este mismo año Fundación Once ha adaptado El principito.

"Llevamos muchos años pero es ahora cuando las entidades y gobiernos están viendo la necesidad de hacer estas adaptaciones. Bastantes partidos quisieron adaptar su programa electoral en las últimas elecciones. Y las personas con discapacidad intelectual cada vez tienen más voz y piden lo que necesitan".

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Alrededor del 30% de la población tiene dificultad de comprensión lectora.
ELENA BUENAVISTA
Melisa Tuya
Redactora jefe de '20minutos'

Soy periodista en '20minutos' y escritora. Coordinadora de 'Capaces' y 'Animaleros'. He ganado el premio Tiflos 2019 de la Once por el reportaje 'La otra vuelta al cole, la de los niños con discapacidad y enfermedades crónicas'; fui ganadora española y finalista europea en 2012 del Health Prize for Journalists de la Comisión Europea; Premio Blasillo al Ingenio en Internet en el Congreso de Periodismo Digital de Huesca en 2008 y Premio Huella de Oro en dos ocasiones al Periodista más comprometido con la protección animal de la Asociación Nacional de Amigos de​ los Animales. Como escritora tengo tres libros publicados: la novela de ciencia ficción Galatea (Lapsus Calami, 2014); el ensayo Tener un hijo con autismo (Plataforma, 2017) y Mastín y la chica del galgo (2019) a beneficio íntegro de la Fundación Amigos del Perro.

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