Gastronomía

“La industria es la mayor responsable de la mala alimentación de los niños”, Lucía Martínez y Aitor Sánchez, nutricionistas

Si hablar de nutrición es siempre un tema delicado en el que se mezclan falsos mitos arrastrados durante décadas con mucho listo queriendo hacer su negocio, si se trata de la alimentación de los más pequeños, las cosas se complican todavía más. Los nutricionistas Aitor Sánchez y Lucía Martínez han decidido poner su granito de arena para que los padres lo tengan un poco más fácil a la hora de confeccionar menús sanos para los niños con ¿Qué le doy de comer?

Porque no se trata solo de recordar todo lo que se hace mal, todos esos mitos que perduran o el papel de la industria alimentaria en lo que puede convertirse en un problema de salud nacional si no se corrige a tiempo. Tan importante como esa información es poner sobre la mesa ejemplos para el día a día, desde cenas o meriendas saludables hasta cumpleaños infantiles sin toneladas de azúcar.

En realidad, es mucho más sencillo y económico de lo que la mayoría cree, tal y como nos explican los dos autores con los que hemos charlado coincidiendo con el lanzamiento de este libro.

¿Creemos que damos de comer a nuestros hijos mejor de lo que realmente lo hacemos?

L.M. Probablemente sí. En principio ninguna familia conscientemente malalimenta a los hijos, psicópatas a parte. Es verdad que muchas veces sabemos que no es lo mejor, pero pensamos que por una vez no pasa nada. Por una vez al día, por una vez a la semana, con la frecuencia que sea. Conscientemente no se alimenta mal, pero al final se acaba alimentando mal por fiarnos de consejos que no están bien fundamentados.

Portada del libro "Qué le doy de comer"
Planeta

¿Qué les decimos a los de “no tengo tiempo para cocinar”?

AS. Las alternativas malsanas que eligen no les ahorran necesariamente tiempo. De hecho, las propuestas que hacemos en el libro son para comer saludable sin que triplique tiempo.

Cuando horneamos una pizza o freímos unos nuggets, cuando hacemos unas empanadillas, no estamos ahorrando tiempo, si no que muchas veces lo que se vislumbra es la falta de recursos.

Lo que hacemos es dar ideas y sobre todo capacitar a las familias para que se den cuenta de que abrir un bote de garbanzos o una lata de atún para añadírsela a una ensalada es una de las cosas más rápidas que se pueden hacer y, a la vez, es saludable.

Potitos y papillas industriales. ¿Sí, no, a veces?

A.S. Nosotros no somos los que marcamos la frecuencia de consumo en las familias con niños, lo que podemos hacer es recomendarlo. Y en este caso las papillas industriales son un alimento completamente malsano por su formulación: tienen cereales dextrinados y cereales hidrolizados que hacen que estén demasiado dulces. Si tuviéramos que hacer una recomendación sería que cuantas menos mejor.

Y los potitos, depende de la composición. Hay algunos que son únicamente fruta triturada, otros que mezclan zumo y fruta. En este caso habría que decirles a las familias que prioricen siempre los de fruta triturada. Pero no hace falta recurrir a ellos, triturar la fruta en casa es muy sencillo.

Sugerís en el libro una primera ensalada para niños: zanahoria, pepino, tahina, aceite y limón. Seguro que muchos padres cuando lean esto pensarán “ya están los modernos proponiendo cosas raras que no comemos ni nosotros”.

L.M. Zanahoria, pepino, aceite y limón… Si los consideramos cosas raras empezamos a tener un problema. Y la tahina es pasta de sésamo, la tiene Mercadona. Si algo lo tiene Mercadona ya no lo podemos considerar cosa rara. Eso es un consenso científico nacional.

Los niños aprenden con el ejemplo. Es uno de los mayores puntos que tenemos para modificar sus deseos y su alimentación y, a parte de eso, también somos los que decidimos, al menos hasta cierta edad, qué van a tener los niños para comer. La cultura gastronómica de los padres y sus costumbres obviamente condicionan a los hijos.

Lucía Martínez y Aitor Sánchez, autores de "Qué le doy de comer"
PLANETA

El otro día por la mañana, en el colegio, una niña iba comiendo una manzana. Una madre puso cara de extrañeza y comentó que su niño siempre desayunaba leche y que le daba galletas para que al menos saliera de casa con un vaso de leche tomado. ¿Son los mitos nutricionales uno de los mayores enemigos de una alimentación sana?

A.S: Si hubiera que destacar algo sobre alimentación infantil, diría que uno de los errores básicos es pensar que los niños tienen que consumir productos dirigidos al público infantil. Y que existen alimentos que son para adultos que nunca daríamos a un niño.

Obviamente hay productos que no pueden tomar por su desarrollo. Pero es que a lo mejor estamos los adultos en un restaurante pidiendo setas y pimientos verdes y nunca se nos ocurriría dárselos a un niño porque culturalmente pensamos que no es comida para ellos. Y entonces acabamos en el menú infantil.

Los niños ven 25 anuncios de comida al día, explicáis en el libro. ¿Qué nivel de responsabilidad tiene la industria alimentaria en la mala alimentación de los niños?

A.S. Obviamente el nivel de responsabilidad que tiene la industria en la mala alimentación de los niños es muy alta. La mala alimentación es a base de productos que vende esa industria, así de sencillo.

No son los únicos responsables, pero sí que son el sector que fabrica y vende el producto, que facilita que esté presente en los supermercados y que lo anuncia. Por tanto, su nivel de responsabilidad es altísimo.

La familia también tiene parte de responsabilidad y muchas veces la administración que no controlando el mensaje que lanza la industria alimentaria de estos productos.

“Pues yo toda la vida he desayunado leche con cacao y galletas y he crecido muy sano”. ¿Qué podemos responder a quienes tiran de este argumento?

A.S. Es una respuesta y un argumento bastante de cuñado. Del tipo “de algo hay que morir”, o “mi abuelo tomaba vino todos los días y llegó a los 92 años”. Las recomendaciones de salud pública no se hacen en base a anécdotas de qué le ha pasado a mi abuelo o qué hice yo durante mi infancia.

Las recomendaciones de salud pública se hacen teniendo en cuenta lo que le pasa a la población en general. Por tanto no tenemos que pensar que nosotros mismos pudimos tomar cacao en la infancia y crecer sanos.

Podríamos decir lo mismo de la actividad física. “Pues tan importante no será la actividad física, porque yo no hacía ni baloncesto, ni fútbol, ni danza, ni baile de pequeño y he crecido perfectamente”. Eso no quiere decir que tengamos que fomentar el sedentarismo. Esta clase de argumentos, directamente, parten del error porque no están bien construidos.

La situación económica y posición social es un punto que mencionáis pero que muchas veces se obvia al hablar de alimentación. ¿Comer sano es más caro que comer mal?

L.M. Depende de lo que comas. Es verdad que la comida insana es muy barata: la bollería, las galletas, los cereales azucarados… Pero también es cierto que una alimentación basada en fruta y verdura local de temporada, legumbres, cereales integrales no es más cara que una con lo mismo a la que añadamos productos insanos.

Uno puede comer mal y caro. Por ejemplo, puedes comer fuera de casa cada día, que te salga caro y comer bastante mal. También puedes comer bien y caro y bien y barato. Lo importante es hacer una buena elección de alimentos, insistiendo en que una de las fuentes calóricas más saludables es la legumbre y es más barata que el resto.

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