Es fantástica para una ciudad como Zaragoza, sobre todo por lo que ocurrirá después. A mí los fenómenos de masas me gustan poco, pero desde el punto de vista urbanístico me parece que para la ciudad va a ser un evento muy importante.
El Fórum era un invento, casi me atrevería decir que una fantasmada, que ni desde el punto de vista urbanístico creo yo que fuera interesante. Por lo menos la Expo tiene una conexión con Aragón, que es el agua. Es una región con una polémica y unos problemas importantes, tiene muchísimo más sentido.
Claro, claro.
El agua siempre ha sido un problema muy serio en España. Pero antes no éramos tantos, eso lo primero, y después la gente se conformaba con el agua del pozo, no se duchaba tantas veces al día, había un consumo seguramente más bajo, etc. Lo que ocurre es que con los ingenios modernos no tiene sentido que un país tenga una parte en la cual puede tener excedentes y otra parte que se encuentre en serias dificultades. Tiene poco sentido.
'La cena' habla de dos temas candentes, el medio ambiente y los chef estrella, ¿cuál le subleva más?
(Risas). No. La verdad es que siempre he sido una persona que he tenido un enorme respeto a estas cosas. He sido un hombre que ha plantado más de 500 árboles, en un parque, en el jardín. Me he empezado a preocupar por mis cosas, por ejemplo, en los árboles frutales que tengo jamás he puesto química. Siempre he tratado de no contaminar en lo que he podido. Lo he hecho como cualquier ciudadano de la Unión Europea, pero quizá no en las proporciones de muchos de ellos.
Sí, creo que esta fórmula económica que es el consumismo, que se han inventado los estados modernos, es la más contaminadora que existe. No hay otra tan contaminadora, porque no hay que olvidar que África no es el problema; son los países desarrollados.
Hay una parte, seguramente minoritaria, de gente que tiene buenas intenciones, lo cual no quiere decir que hagan las cosas bien. Y la mayor parte hace demostraciones de bondad, que está muy de moda. El buenismo es la moda nuestros días.
Hay estados que tienen menos complejos. Los americanos no firmaron el protocolo de Kyoto, y pongo de ejemplo a Al Gore, que en aquel momento era vicepresidente de los Estados Unidos, y después tiene el morro de darnos lecciones con su conferencia. Me parece una demostración de tartufo, de tartufismo químicamente puro.
Hay gente que hace ver que se lo cree, sí.
Los políticos no tienen ni idea de teatro, sobre todo de hacer buen teatro. Muchas veces teatralizan cosas, pero lo hacen tan mal que no se los creen ni sus propios votantes.
La verdad es que, en relación a los manifiestos, tengo que decirlo con toda sinceridad, antes me daba cierta pereza firmarlos, porque no les veía demasiado sentido. Pero este último ha revitalizado mi admiración por ellos. De ahora en adelante voy a firmar toda clase de manifiestos porque viendo el jaleo que se ha montado, da un gustazo enorme (Risas).
¿Y esta reivindicación de la lengua era algo realmente necesario?
Nosotros no hemos reivindicado la lengua española, hemos hablado simplemente de un problema de libertad. La lengua española no necesita ninguna reivindicación ni está en peligro de desaparición. El problema es que hay gente en determinados territorios de España que quiere educar a sus hijos en español y no puede hacerlo porque hay otra lengua que está en todas las escuelas. O gente que quiere rotular el anuncio de su negocio en español y lo multan por hacerlo en otras lenguas. Y esto no se puede tolerar.
Es un hombre que puede estar tranquilamente cincuenta años en la presidencia de la Generalitat. Porque se adapta a lo que sea, no tiene desgaste. Puede ir cambiando de color bajo su conveniencia, no hay problema, la ideología en él es un problema absolutamente secundario.
(Se lo piensa). El haber escondido las cuestiones económicas le puede pasar factura.
Eso sería una cámara de torturas (risas) por el ánimo que habría en la cena o por la cena en sí. Prefiero, sinceramente, comer una tortilla de patatas que no sea deconstruida, y no digamos con Rosa Díez, con la que ya he comido muy bien. Pero con Montilla y Zapatero, mejor comer en un restaurante más normal. Porque tener que aguantar a los políticos y encima a la cocina de vanguardia, es demasiado para mis años.
No estaría mal, es una buena idea. No digo que en este momento esté completamente deconstruida pero sí ha habido intentos constantes. Sobre todo no hay que olvidar que la intención de los nacionalismos es la de debilitar al Estado. Un nacionalismo lo primero que intenta es erosionar el poder. Y han conseguido cosas, como las competencias en educación, lo que a mi entender es muy grave. La educación en este momento es un auténtico caos en España. Por lo tanto, sí que hay una parte importante de deconstrucción. España empieza a ser como un plato de cocina vanguardista.
Después de tantos años, ¿qué le anima a seguir?
Sobre todo mis compañeros, que son más jóvenes que yo, yo soy como un drácula que chupo su energía. Tienen bastante más ilusión que yo. El ánimo de los demás es una de las mejores cosas que alguien puede tener en la vida, porque si en algún momento este ánimo decae, tienes la suerte de que detrás hay un equipo formidable que te vuelve a inyectar energía.
Entonces, de la jubilación ni hablamos…
Yo creo que por mi voluntad, nada de nada. Lo que es posible es que me jubilen los demás, y la posibilidad más natural y más normal es que me jubile el público.
¿Piensa ya en su próximo objeto de sátira?
No, estoy todavía en época de escoger, de observación.
Estaríamos mucho menos civilizados. Seríamos seguramente muchísimo más primitivos. El sentido del humor significa la distancia con los acontecimientos y un antídoto muy importante contra la intolerancia, el fanatismo y el fundamentalismo. Sólo hay que fijarse en los países con regímenes fundamentalistas religiosos o políticos dictatoriales, lo primero que liquidan es el humor, porque no lo soportan.
¿Qué le hace reír a Albert Boadella?
Yo río muy a menudo. La ridiculez ajena es algo que me divierte, y a veces tengo ese morbo de aparecer en lugares que no son para nada de mi gusto pero en los que me divierte ver a la gente haciendo el gilipollas. Pero también me río de cosas más sanas. Para mí la risa ha sido una terapia esencial en mi vida.
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