Ayer, poco después de las once junto a la Gran Manzana (las cinco de la tarde en A Coruña), la Torre de Hércules encontró familia. El faro se hermanó con la Estatua de la Libertad en un sencillo acto, con 5.500 kilómetros de agua y tierra de por medio, que pretende ser un impulso más para que el monumento herculino se convierta en Patrimonio de la Humanidad el próximo año.
«Es mucho lo que nos une y estos dos símbolos iluminarán siempre al mundo con destellos que hablan de solidaridad», declaró el alcalde, Javier Losada, ante la delegación coruñesa y representantes institucionales de Nueva York.
Aunque para el símbolo americano por excelencia, Patrimonio de la Humanidad desde 1984, éste es su primer ‘pariente monumental', la Torre encontrará nuevos lazos el 25 de septiembre, en el hermanamiento con el faro del Morro, en La Habana (Cuba).
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