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Quién es Jimena Coronado: la mujer de Joaquín Sabina, pendiente de la salud del artista

El cantante Joaquín Sabina y Jimena Coronado, en una imagen de archivo.
GTRES

Se cayó del escenario y todos los presentes en el WiZink de Madrid, incluido su compañero de gira, Joan Manel Serrat, gritaron de miedo por ver cómo un ídolo y un amigo se precipitaba. Pero hay alguien que gritó más alto que nadie y que lo hizo por amor: Jimena Coronado.

Le pidió matrimonio en noviembre del año pasado, justo cuando ella cumplía medio siglo. Lo desveló el cantautor catalán en un programa argentino, hablando incluso de que él estaba presente -"Se arrodilló y le regaló un anillo", comentó-. Pero Sabina lo acabó de confirmar: "El día que la Jime cumplió 50, doblé la cerviz y en verso...". El cantante de Mediterráneo o Penélope no pudo recordar la estrofa porque Sabina lloraba.

No era para menos. La historia de amor entre el poeta de Úbeda y Coronado comenzó hace muchos años. 26 para ser exactos. Se conocieron en 1994, en la habitación de un hotel. Ambos lo recuerdan a la perfección. Era el Sheraton, en Lima, Perú, de donde ella es.

Es imposible olvidarlo porque ni siquiera fue un encuentro amoroso, sino profesional. Jimena Coronado era la reportera gráfica del diario El Comercio y fue a hacerle la sesión fotográfica que acompañaría una amplia entrevista con motivo del nuevo disco y gira de Sabina: Esta boca es mía.

Entre pose y pose del cantautor jienense surgió el amor, pero ambos tenían pareja. Pasaron la noche juntos en un bar, aunque él llegó dos o tres horas tarde, pero nada más. También pasaron los años. No así el cariño. Entre ambos había nacido un contacto perpetuo que se comenzó con una llamada. Se la hizo Jimena a Joaquín.

Había muerto un escritor que ambos adoraban y la hija del expresidente del Banco Central de la Reserva peruana -Pedro Coronado Labó- descolgó para telefonear a poeta. "La relación que impedía que tú y yo estuviéramos juntos se ha acabado", le susurró, como si la muerte del escritor fuera la mejor de las excusas. Y funcionó.

Retomaron el contacto justo cuando él estaba con la promoción de uno de sus más celebrados álbumes: "Me envió una carta que tardé cuatro meses en abrir porque estaba en medio de 19 días y 500 noches". Pasaron unos días en México. Le compuso la canción Rosa de Lima. El estribillo terminaba con un "Ven, ven, vente conmigo...". Y se fue.

Jimena se mudó a Madrid con el artista, a la casa que posee en la calle Relatores, al lado de la céntrica plaza de Tirso de Molina. Sabina, además, estaba necesitado de compañía porque su anterior pareja, la argentina Paula Seminara, acababa de dejarle tras año y medio de relación.

Pero la de Jimena Coronado y Joaquín Sabina ya es, sin lugar a dudas, la relación más larga y afectiva que ambos han tenido. Al menos en el caso del cantante se pueden nombrar dos.

Una es su primer y único matrimonio, con Lucía Correa, con quien se casó el 18 de septiembre de 1977. Se puede decir que no fue por amor, más bien por el pase de pernocta. "Yo era un hippie total y me quería suicidar por tener que ir al ejército. Entonces me enteré de una fórmula: si te casabas, podías ir a dormir fuera del cuartel todas las noches. Inmediatamente llamé a todas las chicas que conocía. Y ella fue la única que me dijo que sí. El matrimonio duró lo que duró la milicia: muy poquito", llegó a desvelar el músico.

La segunda, sin embargo, sí que le dio más alegrías. Isabel Oliart es hija de Alberto Oliart, exministro de Industria de la UCD y presidente de RTVE. Con ella, aunque no hubo boda, hubo algo mejor: Carmela y Rocío, las hijas del cantante. Se llevan, por cierto, muy bien con Jimena.

Durante estos 26 años, Coronado ha sido otro bastón en la vida del poeta: no solo le ayudó con su depresión y sus adicciones, sino que ha ejercido como representante y fotógrafa oficial del músico, que hace apenas tres días, el 12 de febrero, cumplía 71 años.

Aunque rehúye de los focos y de la fama, de las alfombras rojas y de los flashes, Jimena Coronado ha salvado la vida del artista "más de una vez", como él mismo confesó. Ella es quien estuvo a su lado en uno de los momentos más duros de la vida de Joaquín Sabina: el ictus que sufrió en el 2001.

"¡Jime! ¡Llévame al hospital! No me puedo levantar...", gritó Sabina en aquellos momentos trágicos. Pero la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido y entre su casa céntrica y madrileña y la que tienen de veraneo en Rota, Cádiz, han ido sucediéndose los años y el amor.

Hasta la otra noche y su brutal caída del escenario del WiZink Center de Madrid y su operación de un hematoma intracraneal. Al menos se sabe que el poeta no ha cambiado un ápice si tenemos en cuenta sus primeras palabras, que ni el mejor guionista sería capaz de igualar al personaje: "Quiero fumar". El pitillo se lo habrá dado la Jime.

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