Economía

Despedidos o casi en quiebra, las otras víctimas del coronavirus en España

Gilian Apter es la directora de una compañía de teatro que ha sufrido pérdidas por el coronavirus.
EDUARDO MENDEZ

Víctor, de 37 años, trabajaba en uno de los grandes musicales de la Gran Vía madrileña. Sin embargo, la productora encargada del espectáculo le despidió el pasado miércoles. Un día antes, el Gobierno central decretó, para evitar la propagación del coronavirus, el cierre de todos los locales con un aforo superior a las 1.000 personas, como era el caso del teatro donde él desempeñaba sus funciones y al que, se supone, volverá en unas semanas.

Para darle de baja, su empresa ha decidido aplicar un ERTE, una figura recogida en la legislación que es similar a un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) pero con fecha de inicio y de final. Es una medida que están adoptando muchas compañías del sector de la cultura. Las productoras Stage Entertainment (El rey león y Anastasia) y SOM (Billy Elliot y La jaula de las locas), por ejemplo, han despedido ya a más de dos centenares de trabajadores.

Eso sí, el coronavirus no solo está pasando factura a las grandes empresas: también las pequeñas y las medianas temen por su futuro a la espera de que aterricen las medidas anunciadas por el Gobierno que prevén paliar el golpe. Es el caso de The LinguaArts Company, una entidad de la que es administradora Gillian Apter. De ascendencia inglesa, montó hace 23 años esta compañía, con la que recorre teatros de colegios públicos, concertados y privados durante el curso escolar con obras propias o adaptaciones en las que trata todo tipo de temas: desde el bullying hasta la importancia de leer.

Sin embargo, la pandemia que afecta a toda Europa le ha llevado a su peor momento: la Comunidad de Madrid cerró los centros escolares el pasado miércoles, lo que ha provocado una cascada de cancelaciones, porque sin niños no hay representaciones. Cuenta a 20minutos que fue antes de la clausura de los colegios cuando comenzó a ver el precipicio.

"Teníamos dos o tres bolos en Torrejón, pero como se convirtió en un foco los colegios empezaron a cancelar presionados por los padres", asegura. En total, calcula que el número de bolos que no podrá hacer superará la treintena. Tampoco los cobrará, claro. "Es una ruina, puedo intentar reprogramar las obras, pero no podré hacerlo con todas", explica tras asegurar que febrero y marzo son los meses del año donde más trabajo hay. En este punto, todavía calibra la situación para ver qué hacer con los cinco actores que continúan a su disposición, pues aún no ha tomado ninguna medida laboral a la espera, dice, de que el Gobierno dé más soluciones.

Sin embargo, no todas las empresas han sido tan benevolentes con sus empleados. El colegio donde Victoria, de 33 años, daba clases la ha despedido de manera fulminante. Como empezó a cubrir una baja en enero, aún estaba en el período de prueba establecido en su contrato, lo que han aprovechado. "Me dijeron que estaban muy contentos conmigo pero que me tenían que despedir, alegando que no he superado el período de prueba", denuncia. Aunque cree que volverán a llamarla por las promesas que le hicieron, expone la situación de inestabilidad a la que está abocada por la crisis sanitaria. "La situación es complicada, no es solo mi caso, sino que se suma a los de mi entorno", cuenta.

En un centro educativo también desempeñaba sus funciones hasta el pasado miércoles Carolina. Se encargaba del servicio de comedor en una guardería de Carabanchel (Madrid), aunque su empresa también se ha acogido a un ERTE. "Si no hay niños a los que hacerles la comida, no hay trabajo, así que me mandaron al paro", explica a la vez que muestra su esperanza por que todo vuelva a la normalidad el próximo día 26, cuando le han prometido una vuelta que aún no es segura, pues es probable que se retrase aún más.

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