Cajeras y reponedores, los otros héroes anónimos de la crisis del coronavirus

Martha, la cajera de un súper del centro de Madrid aprovecha también para reponer los productos recién llegados.
Martha, la cajera de un súper del centro de Madrid aprovecha también para reponer los productos recién llegados.
Jorge París
Martha, la cajera de un súper del centro de Madrid aprovecha también para reponer los productos recién llegados.
Estos héroes anónimos acumulan ya "horas extras", pero encantados y sin quejas, a pesar de ser conscientes de que su exposición es un riesgo para sus familias. Todos tienen hijos pequeños, nietos o conviven con familiares mayores, en algunos casos con salud precaria.

Martha (58 años) no oculta su preocupación por la nieta de 8 años que la espera en casa mientras continúa con su frenética actividad en el establecimiento de que cadena La Plaza de Día tiene en la calle Manuel Silvela, en el distrito de Chamberí (Madrid).  

"Lo que más piden es papel higiénico", cuenta sorprendida. "La gente se está llevando de todo, fruta y verdura, pero por encima de todo papel. Y no lo entiendo". Yo tengo miedo, claro que lo tengo, sobre todo "por mi nieta de 8 años, que vive conmigo. Cuando estoy en caja llevo guantes que me cambio cada poco, porque cojo dinero, y uso desinfectante. Lo que no tengo es mascarilla", explica. Pero sin parar de reponer estanterías que garanticen el suministro.  

Un palé de prooductos es descargado para abastecer a un súper en el distrito de Chamberí.
Un palé de productos es descargado para abastecer a un súper en el distrito de Chamberí.
Jorge París | Jorge Paris

Su encargado, Antonio Castro, confirma lo que cuenta su reponedora y cajera. "A diario recibimos un camión lleno de material, pero ahora mismo se ha duplicado para garantizar los suministros", cuenta tranquilizador. "No hay demasiadas marcas, pero garantizamos que haya pan de molde de la menos una marca, igual que el papel higiénico y otros productos de primera necesidad". 

A la pregunta de qué es lo que más escasea, Antonio lo tiene claro: "Nada más decretarse el cierre de las guarderías voló la pasta, las legumbres, el papel higiénico y la leche, pero hemos logrado que la clientela vaya recuperando la normalidad y saliendo de la psicosis. Se han dado cuenta de que los productos no van a faltar".

A la pregunta de qué es lo que más escasea, Antonio lo tiene claro: "Nada más decretarse el cierre de las guarderías voló la pasta, las legumbres, el papel higiénico y la leche, pero hemos logrado que la clientela vaya recuperando la normalidad y saliendo de la psicosis. Se han dado cuenta de que los productos no van a faltar".  

Algo muy similar se vive no muy lejos de allí, en el Ahorramás de la calle Mar Negro, en el distrito de Hortaleza. Su encargado, Javier Gómez, implementó hace unos días las medidas de prevención decretadas por la empresa para garantizar la protección de trabajadores y clientes. Entre esas medidas figuran los guantes, la línea de caja para respetar la distancia mínima y una bandeja para recibir y retirar el cambio en metálico. 

Los productos no van a faltar, el suministro está garantizado

Además, desde el pasado sábado (nada más anunciarse el estado de alarma), ellos fueron de los primeros en restringir el acceso al establecimiento. "No queremos que haya más de 80 personas dentro, entre 80 y 100 máximo", explica Javier. 

Azucena Rodríguez es justo una de las cajeras encargadas desde entonces de limitar el aforo al establecimiento. En la puerta de entrada, evita que los clientes accedan libremente hasta que no salgan algunos de los que están dentro, y así van dándose el relevo. 

Cajera controlando el acceso a un supermercado de Madrid durante la crisis del coronavirus.

azucena rodríguez

  • Cajera 
Encargada de restringir el acceso de clientes

Esto garantiza que que no se aglomeran ni corren el riesgo de no respetar la distancia mínima. "Todos lo están cumpliendo, lo entienden y respetan, solo una mujer me montó un lío porque no quería esperar para entrar", cuenta la cajera.  

Dobles turnos y "horas extras"

Como en Hortaleza, donde la plantila está doblando turnos para garantizar que los vecinos no carezcan de productos, sus homólogos de Chamberí acumulan ya "horas extras", pero encantados y sin quejas, a pesar de ser conscientes de que su exposición es un riesgo para sus familias. Todos tienen hijos pequeños, nietos o conviven con familiares mayores, en algunos casos con salud precaria.

Dora, cajera de un supermercado durante la crisis del coronavirus.
Dora, cajera de un supermercado durante la crisis del coronavirus.
Jorge París | Jorge Paris

"Si te soy sincera yo he estado tratando de evitar aglomeraciones, estamos en contacto con la gente, pero los propios clientes están evitando acercarse. No tenemos mascarillas porque no quedan en ningún sitio, pero sí el bote de gel imprescindible", explica Dora, otra cajera de Chamberí, mientras atiende a 20minutos.es sin dejar de cobrar a los clientes, que quieren permanecer fuera de sus domicilios lo menos posible y regresar a su confinamiento. 

Fernando Rodríguez, pescadero de un supermercado durante la crisis del coronavirus
Fernando Rodríguez, pescadero de un supermercado durante la crisis del coronavirus
Jorge París | Jorge Paris

En el mismo súper, al frente de la pescadería está Fernando Rodríguez (24 años), que califica "de locura" la semana que ha vivido en sus ocho años como pescadero. "La gente ha venido supernerviosa y superimpaciente, y están viniendo los clientes de siempre y clientes nuevos. Curiosamente la gente mayor está mucho más tranquila que la gente joven. Sin duda". 

Los clientes se están llevando masivamente pescado de crianza, lubinas, rodaballos, sobre todo para congelar. Merluzas hemos tenido que pedir cada día tres cajas y lo hemos vendido todo, cuando lo normal es una caja", cuenta. Él no está nervioso, dice, "porque mi madre y mis dos hermanas son enfermeras en hospitales públicos, estoy tranquilo", transmite.

Encargada de la charcutería de un supermercado durante la crisis del coronavirus.

Lidia irene simaluisa

  • Charcutera y cajera 
Encargada del abastecimiento de frescos  

Justo al lado de Fernando está su compañera Lidia Irene Simaluisa, que a sus 46 años admite que los clientes acuden "nerviosos", cada uno con una situación particular. Ella, como parte de su trabajo, hace las veces de psicóloga, "al principio ha faltado alguna cosa, porque la gente vino de forma masiva, pero no va a faltar de nada. Por eso estamos aquí, garantizándolo". 

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