Adquirir responsabilidades, ganar autoestima... cómo ayuda una mascota a mejorar la vida de un adolescente

  • Un animal de compañía puede jugar un papel fundamental en esta etapa donde cada persona busca su propia voz.
  • En adolescentes en situación de riesgo las terapias con animales mejoran la empatía y reducen conductas agresivas.
Fotograma de la película 'Diecisiete' de Daniel Sánchez Arévalo
Fotograma de la película 'Diecisiete' de Daniel Sánchez Arévalo
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Fotograma de la película 'Diecisiete' de Daniel Sánchez Arévalo

El año pasado el realizador Daniel Sánchez Arévalo ponía el foco en las intensas y muy beneficiosas relaciones que pueden establecerse entre adolescentes y animales de compañía a través del largometraje Diecisiete. La película cuenta la historia de Héctor (el actor Nacho Sánchez), un chico de 17 años que lleva dos internado en un centro de menores y a quién una terapia de reinserción con perros le ayuda a vencer poco a poco su graves problemas de comunicación y sociabilidad.

La adolescencia es una etapa trascendental en la vida de todo ser humano, donde empieza a buscar su propia voz e identidad. Un proceso que a veces puede resultar confuso, solitario o traumático y donde una mascota puede jugar un papel fundamental y siempre beneficioso.

Si nuestro hijo adolescente ha pedido o ha insinuado que le gustaría tener un perro o un gato, quizás ha llegado el momento de planteárselo. Estos son algunos de los motivos por los que los especialistas consideran que un animal doméstico puede ser una excelente compañía durante en este periodo de la vida:

Le ayuda a madurar y adquirir responsabilidades

Un perro o un gato puede enseñarle a comprender a un adolescente que el mundo no gira exclusivamente a su alrededor. Le proporciona perspectiva y le ayuda a adquirir responsabilidades a través de su cuidado (comida, aseo, visitas al veterinario, vacunas, paseo...)

Se convierte en su refugio

En un momento emocionalmente inestable, donde los sentimientos afloran y están a flor de piel, una mascota puede convertirse en un refugio para cualquier adolescente. Obviamente no evitará los momentos de conflicto existencial o con los padres pero ofrece paz, tranquilidad, estabilidad, cariño y lealtad y, siempre, sin pedir nada a cambio.

Establece vínculos con la familia

En nuestro país se estima que en seis de cada diez hogares hay uno o más animales de compañía. Una mascota favorece las conexiones familiares. Compartir los cuidados y el cariño que se le profesa ayuda, además, a crear vínculos más estrechos entre los miembros de la familia.

Ayudan a estar más conectado

Son típicos de la adolescencia el ensimismamiento y el individualismo. Tener un animal de compañía puede ser el mejor de los remedios para dejar de mirar las pantallas de los móviles, preocuparnos más de las necesidades de otro ser vivo y, por supuesto, una forma maravillosa de aumentar las relaciones sociales (sacar a pasear al perro propicia las conversaciones y conocer nuevas amistades).

Mejoran la autoestima

Perros y gatos aportan cantidades ingentes de amor y cariño a sus dueños y siempre están ahí, tanto en los buenos como en los malos momentos. Los vínculos afectivos que se producen entre adolescente y animal refuerzan, por extensión, su autoestima en una época fundamental de sus vidas que puede marcar su comportamiento durante la madurez.

Aumentan la actividad física

En el caso de los perros está demostrado que los adolescentes pueden llegar a hacer de media 15 minutos más al día de actividad física. Esto mejora su salud y disminuye sus niveles de estrés y ansiedad.

Terapias con animales para adolescentes en situación de riesgo

Como se refleja en Diecisiete, las Terapias Asistidas con Animales (TAA) vienen demostrando desde hace tiempo su eficacia en la mejora de aspectos emocionales, comunicativos y de convivencia en adolescentes en situación de riesgo. Por ejemplo, la Fundación Affinity lleva a cabo desde 2015 el programa Buddies, dirigido a menores tutelados de entre 12 y 17 años en la Generalitat de Cataluña.

A lo largo de 14 semanas se trabaja en diferentes objetivos marcados por educadores sociales y psicólogos como la mejora de la empatía, el aumento de la autoestima, el incremento de la tolerancia a la frustración o la reducción de las conductas agresivas. Tras cinco años de programa, los investigadores de la Fundación han concluido que existe una mejoría estadísticamente significativa en la conducta de los jóvenes, sobre todo en lo que se refiere a la empatía y el sentido de la responsabilidad.

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