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Rosario Mohedano: la resiliencia de una artista siempre cuestionada

La cantante Rosario Mohedano, en una imagen reciente.
SERGIO R MORENO / GTRES

En la semana en la que celebra (confinada) su aniversario matrimonial, Rosario Mohedano sigue acumulando titulares. No siempre los que ella desearía. Cantante, compositora de profesión y por vocación, lleva a cuestas un apellido que, en ocasiones, parece forzosa penitencia. Supo que siendo sobrina de Rocío Jurado sería difícil abrirse camino en la industria musical, pero tras años de innegable esfuerzo, lo ha logrado. Resiliente, la conflictiva relación que mantiene con algunos medios de comunicación no ha frustrado las ganas de seguir demostrando su talento. Lo hace, ahora, a través de directos en las redes sociales en los que abraza a sus seguidores cantando los intensos temas de su último trabajo discográfico.

La evolución profesional de Rosario en los escenarios es más que reseñable. Convencida de su torrente de voz y de su don para la escritura, ni siquiera en los peores momentos ha querido tirar la toalla. Tampoco en el plano personal, donde ha conocido la miel y la hiel. Su relación con Antonio Tejado no fue, precisamente, un camino de rosas. En el amor encontró la traición y en ella, mucho dolor. Lloró lágrimas de sangre durante un noviazgo que finalizó mal, tarde y que desembocó en una profunda depresión. Su hijo Antonio, nacido durante el romance que más bien era calvario, fue fundamental para que pudiera salir adelante.

No lo tuvo fácil. Los medios se pusieron en su contra al considerar que Tejado había sido la víctima y no el verdugo. El sevillano ventiló verdades y mentiras de su historia de desamor en infinidad de entrevistas, polígrafos, reportajes y confesiones que, innegablemente, menoscabaron el honor de la madre de su hijo. Harta, quizás incapaz de no sucumbir ante la presión, también habló. Participó en programas en los que se mostró más vulnerable que guerrera y que fueron mecha de tramas que acabarían salpicándola irremediablemente.

Aquella etapa marcó el sendero siguiente. Con el paso de los años, el sobrino de María del Monte entonaba públicamente el mea culpa. Más sosegado, consciente de sus patinazos en las épocas de descontrol, masculló entre dientes un perdón que no era justificación, sino arrepentimiento. Una forma de reconocer que no solo fue dañino en sus formas durante la relación, sino que también fue injusto con sus bulliciosas declaraciones tras la separación. El hostigamiento televisivo llegó a ser insoportable. A pesar del tropezón, Rosario nunca desveló los episodios más traumáticos que sufrió durante su convivencia. Si lo hubiera hecho, quizás, los caminos de uno y otra serían hoy muy diferentes.

Rosario volvió a confiar en el amor. Andrés Fernández llegó a su vida en 2009 y, desde entonces, se han convertido en una de las parejas más estables del panorama social con dos hijos en común. Su boda en 2011 -portada de la revista ¡Hola!- fue uno de los últimos acontecimientos a los que acudió la familia al completo. Las fotografías de aquellos días de vino y rosas en los que la unión vencía sobre la tensión resultan ahora una fantasía imposible de cumplir. Todo cambió poco después. El desembarco de su madre, Rosa Benito, en la edición más vista de Supervivientes fue el inicio de una avalancha de acontecimientos que cambiaron para siempre sus vidas.

La separación de sus padres no tardó en llegar. Monitorizada día tras día en televisión, la guerra también la arrastró. La sobreexposición de aquellos años en los que Rosa y Amador eran protagonistas indiscutibles del coso rosa la perjudicó. Intentó sortear la polémica, pero el escándalo familiar alteró la vida profesional de Rosario. Las burlas, los comentarios hirientes y el constante juicio social al que fue sometida provocaron que Rosario desapareciera de la televisión e iniciara, junto a su marido, una guerra judicial todavía inacabada. Ahora, en mitad de una calma tensa, sigue luchando por demostrar que, pase lo que pase, Rosario Mohedano es cantante.

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