Barcelona

Alumnos y profesores se adaptan al entorno virtual para preparar "la selectividad del coronavirus"

Alumnos en las pruebas PAU del año 2019, en Tarragona.
ROGER SEGURA

Los alumnos y profesores de segundo de bachillerato se están adaptando desde esta misma semana a la nueva realidad generada por la crisis del coronavirus para preparar los exámenes de selectividad, que se han atrasado hasta finales de junio o principios de julio dependiendo de la Comunidad Autónoma. 

Será "la selectividad del coronavirus" y aseguran que las herramientas digitales son una buena alternativa durante el confinamiento, pero que no son tan efectivas como las clases presenciales.

Las dudas sobre cómo tiene que acabar el curso crea angustia en docentes y estudiantes, algunos de los cuales se encuentran en situación de inferioridad porque no tienen ordenador o conexión. Zoom, Skype, Moodle o WhatsApp son algunas de las aplicaciones que utilizan para hacer clases virtuales y terminar el temario del curso.

La crisis del coronavirus ha trastocado los planes de los profesores de segundo de bachillerato a la hora de preparar selectividad, el examen final de la etapa y que marca el camino que el alumnado escoge en la universidad. En el momento culminante del curso han visto cómo los institutos han cerrado y han tenido que buscar rápidamente fórmulas alternativas, y a veces imaginativas, para suplir las clases presenciales. 

Una rápida adaptación

Roberto Fernández, profesor de física y química en el Col·legi Teresianes de Tarragona, se muestra "gratamente sorprendido" con la facilidad con que los alumnos se han adaptado a la nueva realidad. En este centro tomaron decisiones muy rápido y la primera semana de confinamiento ya hacían sesiones virtuales y planificaron las tareas que tendrían que hacer los alumnos.

"Estoy relativamente tranquilo porque el ritmo de clases que llevamos es similar al que llevábamos. Acabaremos el temario y seguramente tendremos más tiempo para repasar" a causa del atraso de la selectividad, señala. En su caso, conecta una tablet al ordenador y así puede proyectar presentaciones para que cada estudiante las vea en casa.

Para Fernández el grado de adecuación ha sido muy satisfactoria y cree que los jóvenes asimilan los contenidos de una manera similar a como lo hacían en el aula. Una de sus alumnas, Helena Pineda, está de acuerdo: "Por como nos lo explican, no noto mucha diferencia entre el sistema online y el presencial". Pineda está cursando el bachillerato científico de la salud y valora que lo tengan "todo muy organizado". 

"Los profesores nos envían un documento con todo lo que tenemos que hacer esa semana. Hacemos diferentes sesiones online y después los deberes. Si tenemos dudas, podemos resolverlas en las clases virtuales o por correo electrónico", explica.

Para Marina Virgili, alumna del instituto Pons d'Icart, también de Tarragona, los nervios han ido decreciendo en los últimos días, a medida que ha visto que buena parte del temario ya lo tenían prácticamente terminado, especialmente el de lenguas. Virgili estudia el bachillerato científico, y las materias específicas la tienen más preocupada.

"El tercer trimestre es el más importante, porque hay cosas nuevas, y me da miedo no poder llegar a hacer todo el temario", comenta. La joven reconoce el esfuerzo del profesorado, que les hace llegar vídeos, audios y correos electrónicos para resolver dudas, pero admite que "acabar el curso via online es complicado". En su caso, se juega parte de la nota de acceso a veterinaria en la selectividad.

Más comunicación

La comunicación entre docentes y estudiantes ha cambiado. Para Fernández, incluso, "es más fluida que antes". "Hacemos un poco de profesores las 24 horas porque respondemos dudas por mail", especifica. La visión la comparte en cierta manera Joan Farré, tutor de una clase de segundo e bachillerato de la Escola Joan XXIII, en el barrio tarraconense de Bonavista. "La primera semana teníamos mensajes de inquietud, también por parte de los padres. Pero establecimos un primer contacto con ellos para ver cómo estaban, más allá de la parte académica, y nos fue muy bien a todos", recuerda.

En su centro los maestros han optado por diferentes fórmulas para transmitir el temario. Clases virtuales, grabar videotutoriales, registrar audios y difundirlos por WhatsApp o hasta encuentros por Zoom para responder dudas de manera conjunta entre toda la clase.

Farré no es tan positivo como Fernández a la hora de valorar la asimilación de los contenidos. "Virtualizar las clases no es fácil y lo que no podemos hacer es trasladar lo que hacíamos en el aula al entorno virtual. Es casi imposible y no sería efectivo", expone, y añade que ni profesores ni alumnos estaban preparados para una situación como esta. 

La opinión la comparte Jordi Satorra, director del instituto Martí i Franquès. "Si 10 es como se asimila el temario en una clase normal, con el sistema online estaríamos en un 7", puntúa. Pese a todo, cree que "el hecho de ver un profesor, aunque sea por ordenador, tranquiliza y ayuda a entender las cosas". Pero explica: "Las clases buenas son las presenciales; el resto es intentar cubrir el expediente".

En esta línea, uno de los alumnos de la Escola Joan XXIII, Jordi Martínez, encuentra que las diferencias entre los dos sistemas son evidentes. "Estábamos acostumbrados a que en la clase podíamos preguntar dudas y nos respondían en el momento. Ahora es más complicado, y si es por correo la respuesta no es inmediata. El contacto directo ayuda mucho", considera.

Sobre la selectividad, por lo que comentan los docentes, la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) de este año tendrá variaciones, pero aún no se han concretado. Los rumores corren con rapidez entre el alumnado y eso multiplica los nervios. "Queda un mes de clases y estamos impacientes y nerviosos porque no sabemos qué pasará. Si alargan el estado de alarma puede ser que tengan que volver a cambiar la fecha de selectividad otra vez", reflexiona el estudiante Jordi Martínez.

Alumnos con brecha digital

Los que aun tienen más dificultades para preparar las PAU son los jóvenes que o bien no tienen ordenador en casa o no disponen de conexión a internet. Si habitualmente eso ya es un problema a la hora de hacer trabajos y estudiar, en tiempos de confinamiento, poder seguir el ritmo del curso es una epopeya. Aquí los centros también piden respuestas a Educación, aunque la predisposición para ayudarlos es total.

En el Martí i Franquès, de 300 alumnos de segundo de bachillerato, cinco no pueden hacer clases virtuales y doce más tan solo tienen un teléfono móvil. "Tenemos que puntualizar que, cuando nos permitan acceder al centro, les podremos dejar un portátil", apunta Satorra. "Son unos alumnos que están en esta situación y la administración tendrá que buscar una solución" para que no pierdan el curso, añade. 

Los que tienen únicamente un teléfono móvil, sí que pueden acceder a los contenidos que da el profesorado pero "es complicado que puedan seguir una clase". Tampoco lo tienen fácil los jóvenes que solo tienen un ordenador en casa y lo tienen que compartir con los padres o con otros hermanos. "Están en inferioridad respeto a los otros compañeros", sentencia Farré.

Todo esto ha obligado a los profesores y alumnos a hacer un sobreesfuerzo para acabar el curso. La digitalización que se anunciaba desde hacía años, ha llegado repentinamente y a pesar de las dificultades, todos aseguran que está siendo un buen aprendizaje. De hecho, algunas de las soluciones que se han adaptado de forma rápida, se mantendrán en el tiempo. 

"Seguro que alguna cosa quedará. Tenemos que estar preparados porque probablemente una situación como esta se pueda repetir en el futuro, y entonces nos cogerá con una preparación que ahora no teníamos", valora Farré, que finaliza: "Es un proceso que nos ha de servir para aprender y saber afrontar mejor el futuro".

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