Salud

Ser anciano en tiempos de coronavirus: "A través de las llamadas tenemos que suplir los abrazos y los besos"

Videollamada entre Magda (88 años) y Mònica, voluntaria de Amigos de los Mayores.
CORTESÍA AMIGOS DE LOS MAYORES

Desde el pasado 14 de marzo, día en que se decretó el estado de alarma, Mònica y Magda se reúnen todos los sábados y miércoles para celebrar lo que ellas llaman su ‘vermut virtual’ por whatsapp. Como en una especie de ritual sagrado colocan sobre la mesa sus bebidas, las olivas, los berberechos... y convierten esas videoconferencia en uno de los momentos más especiales y terapéuticos de sus respectivos confinamientos.

Magda, que en su día fue propietaria de una tienda de ropa en Barcelona y se sigue considerando muy coqueta, tiene ahora 88 años, varios achaques y una ventana al mundo a través del teléfono móvil de uno de sus tres hijos, que se ha recluido con ella para cuidarla estos días de cuarentena. Gracias a él puede mantener ahora el nexo de unión con Mònica, periodista y voluntaria de la ONG Amigos de los Mayores con la que inició su relación hace casi tres años.

"Enseguida congeniamos", recuerda Mònica, "a ella le gusta muchísimo leer y tiene problemas de visión, así que nuestra relación comenzó leyéndole libros. A partir de ahí empezamos también a salir fuera, a dar paseos y tomar el vermut cada sábado o domingo durante dos o tres horas. Nos lo pasamos muy bien juntas".

Paseo a paseo, vermut a vermut y semana a semana Magda y Mònica fueron cimentando una bonita amistad. Ellas son solo una de las centenares de parejas que Amigos de los Mayores ha propiciado durante los últimos años. La organización, que nació en Barcelona en 1987 y tiene su origen en la francesa Les Petits Frères des Pauvres, lleva más de tres décadas combatiendo contra la soledad y el aislamiento de las personas mayores.

En la actualidad, su actividad se distribuye en cuatro autonomías - Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana y Comunidad de Madrid - donde 2.000 voluntarios acompañan a otras tantas personas mayores con visitas a domicilios, hospitales y residencias una vez por semana. Además, cuentan con equipos de acción voluntaria para cada zona, municipio o barrio, en el caso de las ciudades más grandes, que organizan todo tipo de actividades en grupo: excursiones, meriendas, talleres culturales...

"Los mayores aportan esa sabiduría, ese contacto con la realidad y ese otro punto de vista de quienes ya han vivido un montón de cosas"

Como Mònica, la inmensa mayoría de los voluntarios de la ONG están comprometidos con una labor que tiene como objetivo primordial aportar a todos estos mayores una relación de amistad y cariño de forma estable. "En mi caso tenía una necesidad de estar en contacto con personas mayores por el respeto que me inspiran. No tengo abuelos y echaba mucho en falta esa sabiduría, ese contacto con la realidad y ese otro punto de vista que aportan quienes ya han vivido un montón de cosas", cuenta la periodista barcelonesa. 

"Estos vínculos de amistad son el mejor antídoto para luchar contra esa soledad no deseada con la que se han encontrado y por la que sufren muchos mayores en España", añade Albert Quiles, director gerente de la organización.

Transformar besos y abrazos en llamadas

Sin embargo, la crisis sanitaria provocada por la rápida propagación de la coronavirus en nuestro país, el confinamiento y el distanciamiento social han amenazado con poner patas arriba el día a día de la organización. "Imagínate, todas nuestras oficinas están llenas de fotografías de besos y abrazos y ahora mismo está prohibido hace aquello que era la base de nuestro voluntariado porque los mayores, además, son uno de los colectivos más vulnerables ante la enfermedad. Para nosotros ha sido un shock", señala Quiles.

Fue tras el decreto de estado del estado de alarma, cuando Amigos de los Mayores decidió reinventarse, transformar sus equipos en una inmensa plataforma telefónica de acompañamiento y lanzar la campaña #LlamadasContraElSilencio (para la que cuentan con el apoyo y difusión solidaria de la marca de cosmética natural Lush). De esta forma, todos esos voluntarios que de forma individual iban a visitar a su persona mayor cada semana siguen manteniendo el vínculo pero de forma telefónica. “A través de las palabras y las llamadas tenemos que suplir ahora los abrazos y los besos”, afirma rotundo Albert.

"Los vínculos de amistad son el mejor antídoto para luchar contra esa soledad no deseada con la que se han encontrado los mayores"

Para Mònica y Magda, las ‘vermutistas virtuales’, y para todas las demás parejas conformadas por voluntarios y personas mayores ésta ha sido la manera de seguir manteniendo esos lazos invisibles que les unen y de acompañarles en unos momentos en los que se sienten más vulnerables, incluso, que de costumbre. “Cuando empezó toda esta crisis sanitaria tenía mucho miedo de que Magda pudiera enfermar y muchas ganas, además, de seguir en contacto. Para ella es muy importante que a pesar de todos estos cambios de rutina lo nuestro se mantenga como algo sólido. Ver que yo sigo ahí, que la amistad se mantiene y que seguimos viéndonos incluso más que antes. Le da solidez y continuidad a la relación y le hace ver qué en los peores momentos los amigos estamos”, confiesa Mònica.

Para la voluntaria también es fundamental saber transportarles, a través de esas llamadas, a un espacio para la evasión: “Para los mayores que solo tienen la televisión como ventana al mundo todo lo que reciben es negativo: muertes, personas pasándolo realmente mal en las residencias... Nuestras charlas están orientadas a cambiar de tema: hablar de jardinería, las películas que ve, de moda, de cómo van sus orquídeas o lo que va a comer ese día. Antes del vermut, además, tiene dos o tres horas previas que está vistiéndose, se maquilla y vive eso con mucha ilusión porque mantiene los rituales de cuidado personal, de ponerse guapa y de romper la rutina de este aburrimiento supino para tener un momento diferente”.

Llamadas que se multiplican

Durante estos días de confinamiento, la ONG ha multiplicado sus esfuerzos. Se han creado plataformas extras para que cada voluntario, además de llamar a ‘su persona mayor’, pueda realizar también llamadas de refuerzo para dar asistencia a otros ancianos y ancianas que, aunque no pertenecían previamente a la red, están sufriendo situaciones de aislamiento en sus domicilios o residencias que les afectan psicológica y emocionalmente. La organización estima que, desde que se inició la crisis, realiza una media de 4.000 llamadas semanales.

"La brecha digital ha hecho mucho daño en estos momentos", asegura Quiles. "Nos tenemos que poner en su piel: están solos en su casa, sobresaturados de noticias, se está diciendo todo el rato que el colectivo de riesgo son los mayores, no tienen opciones para desconectar con otras plataformas y todas las informaciones que reciben las sienten muy dirigidas a ellos. Nosotros les ayudamos a contrastar información".

A su vez, Amigos de los Mayores pone a disposición de la ciudadanía a través de su web un formulario de contacto para alertar sobre personas mayores que viven solas y pueden estar en situación de riesgo por vulnerabilidad y/o dependencia. También ha publicado una guía de pautas de atención telefónica para sus voluntarios y una versión más reducida para todas aquellas personas que quieran ayudar a ancianos de su entorno.

"Me preguntan cómo estoy, si tengo alguna duda sobre la situación y si necesito algo. Me viene bien sentir que están pendientes de mí"

La asociación está coordinada con otras plataformas asistenciales que puede cubrir necesidades asistenciales como la comida a domicilio o recogida de medicamentos y con su red de voluntarios cubre la necesidad de compañía ante la falta de relaciones. "Hemos incorporado a estas personas mayores para que puedan entrar en el círculo de llamadas aunque, por el momento, todavía no las podamos conocer físicamente", dice Quiles.

Una de ellas es Dolores Borrego, una barcelonesa de 85 años aunque "con el ánimo mucho más joven" que hasta el estallido del brote de coronavirus asistía a un casal de gent gran de laCaixa (centro de mayores). Dolores confiesa que no se encontraba bien una semana antes del confinamiento y por recomendación de su hija decidió recluirse en casa como medida de precaución. Desde entonces, recibe periódicamente las llamadas de Amigos de los Mayores. “Me preguntan cómo estoy, si tengo alguna duda sobre la situación y si necesito algo. Me viene bien sentir que están pendientes de mí”.

"Este aislamiento les ha quitado el único momento de la semana que podían dar un paseo o charlar con alguien"

Resignada, afirma que se está adaptando bien a la situación: "por la mañana estoy batallando con las cosas de casa y por la tarde me siento y veo la tele o cojo la tablet. Lo que menos quiero ver son las noticias porque entonces me pongo triste y me echo a llorar". Y es que, como señala Albert, para muchos de estos mayores está lloviendo sobre mojado porque "eran personas que ya sufrían la soledad antes de esto. Son luchadores cotidianos y este aislamiento les ha quitado el único momento de la semana que podían dar un paseo, tomarse un café o charlar con alguien. Y, además, estamos viendo que los últimos que van a poder hacer vida normal son ellos".

Aún así, Dolores desea que todo esto acabe pronto y poder volver al centro para "asistir a las clases de gimnasia y charlar con las amigas". Mònica y Magda, por su parte, también fantasean con lo que harán el primer día que puedan volver a la calle juntas: "Ya estamos pensando a qué restaurante iremos. Nos encantan las calçotadas y por supuesto Magda, tan coqueta, ya le da vueltas al modelito que se pondrá".

Momento de despertar conciencias

Mònica desea hacer hincapié en la necesidad de poner en valor a esta generación de mayores: "Son supervivientes. Gente que tiene una capacidad de resilencia asombrosa, que se han adaptado a un montón de cambios durante un montón de décadas. Magda me sorprende porque siempre tiene una salida y una manera de poner las cosas en su sitio que a mí me da mucha calma y paz aunque es evidente que están pasando mucho miedo".

También insiste en que ha llegado el momento de cambiar las cosas: "Son ciudadanos de pleno derecho, que votan, que pagan sus impuestos, que tienen todo el derecho a la asistencia sanitaria... Desde un punto de vista sanitario la atención debe ser prioritaria y desde un punto de vista social nos hacen mejores personas y más conectadas con nosotros mismos. Hay que cambiar el chip: cuando dejas de ser productivo desde un punto laboral sigues siendo muy válido. No puedes apartar a estas personas, no somos niños pequeños, el hecho de no verles no significa que no existan".

"Ha llegado el momento de plantearnos como sociedad por qué hay tantos mayores que están sufriendo soledad"

Para Quiles la sensación ante la pandemia es agridulce: "Tenemos muchísima tristeza de lo que está pasando con los mayores porque nosotros ya veíamos que la sociedad les dejaba de lado pero se ha puesto encima de la mesa un problema muy invisible. Ha llegado el momento de plantearnos como sociedad por qué hay tantos mayores que están sufriendo soledad y por qué existen organizaciones como la nuestra. Tenemos la esperanza de que sea un punto de inflexión total en la consideración de las personas mayores y sus cuidados".

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