Perros

¿Cómo conseguir que la presentación entre un perro y un gato sea óptima?

El éxito de la presentación entre un gato y un perro está en hacerlo de forma progresiva.
PIXABAY

¿Tenemos ya un gato o un perro en la familia y queremos integrar a un nuevo miembro en la familia de la otra especie? ¿Cuál es la mejor manera para conseguir que un perro acepte a un gato o viceversa? ¿Podemos lograr una convivencia pacífica e incluso la amistad duradera entre ambos?

Existen algunos factores que son muy importantes a la hora de ponerse en marcha con esta delicada tarea. Por un lado el tipo de experiencias previas que hayan tenido ambos animales a lo largo de su vida (tanto positivas como negativas) y que marcan en gran parte su conducta, por otro, la edad - cuando más jóvenes sean los animales más fácil les resultará acostumbrarse a otro de la misma u otra especie-; también el grado de socialización - el mejor periodo para los gatos está entre las tres y las siete semanas, en el caso de los perros entre las tres y las doce semanas- y cuanto más contactos tenga en esta época el cachorro con otros animales más sociable será; y por supuesto, su propio temperamento y carácter.

Teniendo todos los puntos anteriores en cuenta, existen unas determinadas pautas que se deben tener en cuenta a la hora de hacer la presentación de ambos animales. El proceso, eso sí, debe ser siempre progresivo: avanzar poco a poco, dejando que se conozcan sin prisas y supervisando cada etapa antes de pasar a la siguiente. Además, es muy importante contar con el espacio y los elementos suficientes para afrontarlo. Los animales van a tener que pasar la mayor parte del tiempo separados durante los primeros días por lo que cada uno necesita su propio comedero, bebedero o juguetes para que no surjan conflicto, habitaciones separadas e, incluso alguna pasarela o nido para que el gato pueda subirse o esconderse cuando se produzcan los primeros encuentros si se asusta.

Las presentaciones entre un perro y un gato adultos suelen ser las más complicadas. El primer paso que deberíamos dar es el de preparar una zona de seguridad para el gato - un rascador de varios pisos, una pasarela o una estantería- para que pueda refugiarse si se siente amenazado. Los primeros encuentros deberían realizarse con el recién llegado dentro de un transportín para que simplemente entren en contacto por el olor.

Una vez superada esta primera etapa deberíamos pasar al primer encuentro cara a cara. Para ello, hay que contar ya con esa zona de seguridad para el felino y en el caso del perro ponerle la correa o bien usar el bozal (solo en el caso de que esté acostumbrado a ello previamente). 

Estemos siempre muy atentos a las reacciones de ambos animales, sujetemos bien la correa y sí podemos contar con la ayuda de otra persona para que nos eche una mano en el caso de que los animales entren en conflicto, mucho mejor. Estos primeros encuentros deben ser breves para que los animales se vayan acostumbrando el uno al otro de forma paulatina y sin estrés.

Tras un periodo aproximado que puede oscilar entre una semana o dos y si hemos comprobado durante los encuentros previos que los animales se toleran y no se atacan, podemos dejar que empiecen a interactuar en libertad. Por supuesto, sigue siendo norma de vital importancia que los humanos estén siempre presentes y al terminar llevar a cada animal a su zona delimitada.

Las presentaciones cuando uno de los animales es adulto y otro cachorro también suponen ciertos riesgos. En general, el adulto debería mostrarse cariñoso hacia el pequeño pero también pueden surgir celos en el mayor o alguna reacción conflictiva que podría ocasionar algún daño a más pequeño.

Seguiremos todos los pasos anteriores y cuando empiecen a interactuar debemos estar muy atentos a las reacciones del adulto y felicitarle cuando la conducta sea positiva: olerle, rozarle de forma delicada, estar tranquilo...

Por el contrario cuando la nueva pareja está formada por un perro y un gato cachorros, la adaptación de uno al otro suele ir como la seda. Es difícil que por su tamaño puedan hacerse daño mutuo y están, además, en su mejor momento para la socialización.

Además, si en cualquiera de los casos observamos alguna conducta inapropiada o problemas de convivencia graves, siempre sería conveniente consultar a un etólogo.

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