Salud

¿Es posible escapar a la presión social y familiar para ser madre? Consejos para enfrentarla con éxito

Una embarazada, en una imagen de archivo.
ZAYRA MO / EFE

Todos hemos oído hablar alguna vez del llamado reloj biológico. A éste hay que sumarle además - siempre que no se tome la decisión de formar una familia monoparental- encontrar la estabilidad emocional con la pareja, la más difícil todavía estabilidad económica y laboral y, por si esto fuera poco, el que la familia, los amigos, los allegados y hasta los desconocidos se tomen la licencia de opinar sobre si a una mujer le ha llegado el momento de tener hijos porque “se le pasa el arroz”.

En España la edad media en el que las mujeres tienen su primer hijo se ha establecido en los 32 años y según el estudio El reloj biológico de la mujer realizado por la marca Clearblue, ocho de cada diez mujeres entre los 30 y 40 años sienten que se activa este cronómetro biológico durante este periodo (aunque el 60% de las encuestadas considera que hasta las 45 hay tiempo para tener un hijo).

Ser madre es una decisión muy personal que cada mujer debería tomar libremente pero que, por desgracia, sigue dependiendo (y cada vez más) de factores externos - como las dificultades económicas y las complicaciones para conciliar la vida laboral y familiar-; y en la que la presión social y familiar todavía sigue ejerciendo una gran influencia a pesar de lo mucho que han avanzado los tiempos y de que no hay una regla escrita ni comprobada que indique que una vida sin hijos sea menos plena que otra con ellos. ¿Cómo afrontar entonces esta presión social para tomar la decisión libremente sin dejarse influenciar ni sucumbir a la prisas ajenas?

Los expertos recomiendan, en primer lugar, emprender un ejercicio de reflexión personal sobre el hecho de querer o no querer tener hijos. Escuchar lo que la propia voz interior tiene que decir al respecto: si nos hace ilusión afrontar el reto, si nos lo planteamos solo porque nuestra pareja u otra persona de nuestro entorno ha sacado el tema en reiteradas ocasiones, o porque tenemos miedo a arrepentirnos en un futuro porque nos han inculcado socialmente que ser madres es un paso normal y casi obligado en el camino de la vida.

Puede ser útil elaborar alguna lista con los pros y los contras que puede aportar la maternidad, o en el caso de no tener contacto directo o habitual con niños hablar de forma sincera con personas de nuestro entorno para conocer qué demandas reales va a suponer cuidar de un niño.

Si se escoge el camino de la maternidad, el segundo aspecto sería plantearse de qué manera se quiere afrontar este reto. Habrá mujeres que solo lo consideren en determinadas circunstancias - como teniendo una independencia económica, a partir de una determinada edad o acompañadas de una pareja- y otras que, por el contrario, quieran llevar a cabo su objetivo sea como sea sin tener en cuenta estos aspectos.

En este punto conviene tener en cuenta también que pueden presentarse factores que dificulten la realización de este sueño: quizás no se cuente en ese momento con una situación económica favorable para dar el paso, no se haya encontrado todavía la pareja perfecta o bien hay alguna dificultad física que puede poner en el camino obstáculos. No se trata de resignarse sino de afrontar y aceptar que hay circunstancias que están fuera de nuestro propio control y a las que habrá que ir adaptándose una vez tomada la decisión e iniciado el proceso.

Por otro lado, cuando se afronta esta circunstancia de presión con una pareja es necesario que ambas partes hablen del tema con sinceridad y tomen una decisión de mutuo acuerdo y meditada. La pareja ha de ser clara con su entorno para acabar con las especulaciones y dejarles claro el motivo por que que no se desea afrontar la paternidad: ya sea porque no está preparada, porque prefiere esperar o porque ha decidido, sencillamente, que no quiere dar el paso ni ahora ni mas tarde.

En el caso de que la decisión sea la de no tener hijos, los especialistas recomiendan no tener miedo a asumir esta decisión - aunque pueda ir en contra de lo que hace la mayoría o bien de lo que las personas de nuestro entorno preferirían para nosotros- y hacerse fuerte en esta convicción para trasmitírsela a los demás si así se decide.

En ningún caso hay que sentirse culpable o pensar que se está haciendo daño a terceras personas. Lo esencial es vivir como uno decida, entender que quien nos quiera de verdad tiene que respetar esta decisión y que conseguir una vida plena y feliz depende de numerosos factores que van mucho más allá tener o no tener hijos.

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