La pandemia de la salud mental: "Ya ni me reconozco a mí misma"

¿Hay vida después de la muerte? Esa es la gran pregunta, pero para los que se quedan en este mundo. A corto plazo, está claro que será distinta. Muchos sufrirán al principio fobia a salir a la calle. Insomnio, ansiedad, depresión. Tendencia a buscar chivos expiatorios.
Los médicos detectan cada vez más eisodios de insomnio, ansiedad o depresión.
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¿Hay vida después de la muerte? Esa es la gran pregunta, pero para los que se quedan en este mundo. A corto plazo, está claro que será distinta. Muchos sufrirán al principio fobia a salir a la calle. Insomnio, ansiedad, depresión. Tendencia a buscar chivos expiatorios.

Maribel salía todas las tardes a dar un paseo, se sentaba en un banco del madrileño Paseo de las Delicias y se ponía a hacer crucigramas. Allí charlaba con la gente que se sentaba junto a ella o saludaba a sus conocidos después de seis décadas viviendo en el mismo barrio del sur de la capital. Entonces llegó la pandemia.

“Ya ni me reconozco a mí misma”, admite esta mujer de 87 años, que pasó el confinamiento sola, sin apenas poder ver a sus hijos y nietos, y ha mantenido todas las precauciones para evitar el contagio desde entonces. “Yo antes estaba siempre alegre y cantando y ahora estoy que no me apetece hacer nada”, declara.

“Las personas mayores que viven solas, durante mucho tiempo no han tenido los apoyos que previamente tenían y han estado muy aisladas en lo que se refiere a la red social”, señala la doctora Carmen Moreno, psicóloga del hospital Gregorio Marañón de Madrid. “Es una situación que sabemos que predispone a los problemas de salud mental y a eso hay que unirle el miedo y el saberse vulnerable”.

El caso de Maribel es solo uno más en un país en el que, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicada el pasado jueves, el 54,8% de la población se ha sentido alguna vez decaído/a, deprimido o sin esperanza durante la pandemia y un 61,8%, mal por tener poco interés o placer en hacer cosas.

Una evasión hacia ninguna parte

Héctor -nombre ficticio- también pasó el confinamiento en soledad, en su pequeña buhardilla en el barrio madrileño de Lavapiés. “El confinamiento lo pase medianamente bien porque empleaba mucha energía en estar bien”, declara este profesor de 38 años. Los problemas, para él, vinieron después: “Cuando llegó la salida, a mi me costaba mucho salir a la calle”.

Su caso muestra que las afectaciones psicológicas de la pandemia, como señala la doctora Moreno, “no son patrimonio exclusivo de la gente mayor”. Acudir a terapia, una opción que han tomado desde que comenzó la pandemia un 6% de los españoles, según la citada encuesta del CIS, le permitió comprender lo que le estaba sucediendo.

“Lo que he entendido después, en terapia, es que me había anestesiado para no sufrir y no estaba haciéndome consciente de ese sufrimiento y lo que estaba haciendo era alimentar aún más el estado depresivo en el que he estado después, desde la salida”, explica Héctor.

Su descripción del traumático tiempo que pasó en soledad encerrado en su casa es la historia de otros cientos de miles de personas en España y en todo el planeta: “Estaba como de opio todo el rato, en una relajación que era como una evasión hacia ninguna parte. Gestiona el tiempo como si fuera infinito y las horas no fueran importantes”.

El hecho de que los síntomas depresivos aparezcan semanas, meses o años después del detonante de los mismos es algo habitual, según explica la doctora Moreno: “El impacto inmediato y el impacto a medio o largo plazo es distinto. En otras pandemias que ha habido, por ejemplo en países asiáticos, se ha visto que dos o tres años después ha habido problemas muy importantes de trastornos de estrés postraumático, de ansiedad y depresión”.

"Nunca había sentido un dolor tan inmenso"

No todo el mundo ha estado encerrado en casa sufriendo apatía en los últimos meses. Los trabajadores sanitarios, como otros colectivos de trabajadores esenciales, han tenido que lidiar con situaciones de máximo estrés que, en muchos casos, han acabado generando ansiedad y depresión.

Una investigación llevada a cabo durante la primera ola de la pandemia con 9.000 trabajadores sanitarios de distintos hospitales de España y que fue publicada el pasado mes de diciembre en la Revista de Psiquiatría y  Salud Mental concluyó que uno de cada siete sanitarios habían dado síntomas de alguna enfermedad mental en ese periodo, como depresión, ansiedad, ataques de pánico o estrés postraumático.

“Una noche se me murieron tres pacientes y recuerdo al anestesista llamando por teléfono a las tres de la mañana a la mujer de uno de los pacientes y decirle que su marido había fallecido, que no podía ni venir a despedirse de él y que no viniera ni siquiera al hospital”, recuerda Isabel Domínguez, una enfermera de 40 años que trabajó en la UCI del hospital Santa Cristina de Madrid.

“El escuchar los llantos de esa mujer me produjo un dolor tan inmenso... yo seguía trabajando, pero estaba llorando. No sabría describirlo con palabras porque nunca he tenido un sentimiento de dolor así trabajando, pero tienes que seguir adelante”, relata Domínguez.

La ansiedad suele ser el primer síntoma, pero en ocasiones, estos sentimientos pueden acabar degenerando en una enfermedad mental más seria.

“Se están dando muchos casos de depresión debida a la ansiedad así como a todas las pérdidas que estamos sufriendo, ya sea de un ser querido, de trabajo, de pareja, de libertad, de salud… sufrimos tristeza”, explica la doctora Cristina Mae Wood, experta en ansiedad y estrés y miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. “Estos sentimientos, si son muy intensos y prolongados en el tiempo, nos pueden llevar a caer en una depresión”.

Una tendencia a largo plazo

DVN, una coordinadora de prevención de riesgo laborales y enfermera de salud laboral en Barcelona, se vio, en un principio, al otro lado de la barrera. Prestaba ayuda a trabajadores sanitarios sometidos a fuerte estrés, pero a la larga, ella misma se vio arrastrada a los mismo síntomas.

“Sentía mucha fatiga emocional, es una mochila que se acaba llenando y la sensación es como cuando a una esponja le quiere sacar el agua y ya no puedes más”, describe esta enfermera de 40 años. Te sientes así por tener que lidiar y gestionar a todos los profesionales y no dar abasto. Estaba todo desbordado y acabas llorando de impotencia, por no poder mas”.

Tras sentirse cansada y sin ganas de socializar, acabó optando por acudir a la ayuda que tantas veces había aconsejado a los trabajadores con los que trataba día a día. En su caso, recurrió al tele apoyo psicológico que la Fundación “la Caixa” y la Fundación Galatea han proporcionado a más de 1.000 profesionales de la salud durante la pandemia.

“Son herramientas que yo uso para proteger a mis profesionales pero en un día detecto que a mi también me puede ir bien, porque yo también soy persona y son balas de oxígeno que son necesarias para todos”, explica DVN.

¿Se espera que estos síntomas sigan apareciendo incluso después de la pandemia y, por tanto, que haya una mayor demanda de servicios psicológicos y psiquiátricos? Para la doctora Wood, no hay duda y la crisis económica que sucederá a la sanitaria tendrá una gran responsabilidad.

“Sí, es previsible un aumento de estos problemas. El Covid ha potenciado muchas cosas”, señala Wood. “Hay personas que han desarrollado fuertes síntomas de ansiedad y de depresión en los primeros meses del año pasado, otras lo han estado llevando fenomenal y de pronto ahora, los últimos meses han caído. Cada persona reacciona en un momento, pero esto a la larga, sobre todo por factores económicos esto está empezando a afectarnos gravemente, va a tener una gran carga a nivel emocional”.

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