De la moción en Murcia a la campaña del 4M: los 30 días que nos devolvieron a la inestabilidad política y al clima electoral

  • El perfil de Ayuso, la candidatura de Iglesias y la implicación de Sánchez dotan a la cita del 4M de relevancia nacional
  • España afronta la recta final del estado de alarma en un ambiente de confrontación que dificulta cualquier acuerdo
El candidato de Podemos, Pablo Iglesias, y la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo.
El candidato de Podemos, Pablo Iglesias, y la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo.
Europa Press
El candidato de Podemos, Pablo Iglesias, y la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo.

Hay muchos refranes que alertan de los efectos insospechados que puede provocar un hecho aparentemente irrelevante. Pero, hasta el pasado 10 de marzo, nadie había calculado el terremoto político que podría desatar una moción de censura en Murcia. El intento de PSOE y Ciudadanos de arrebatar la región al PP fracasó, pero sus derivadas aún determinan el panorama político.

En 30 días, la jugada ha provocado unas elecciones en Madrid, la dimisión de un vicepresidente, ha acelerado el relevo al frente de Unidas Podemos, ha situado a Ciudadanos al borde del abismo y ha impuesto un ambiente electoral y de confrontación. Ese clima con exceso de decibelios dificulta cualquier acuerdo justo ahora, a las puertas del fin del estado de alarma, previsto para el 9 de mayo.

La moción de censura en Murcia –de cuyo anuncio se cumple hoy un mes– era además la punta del iceberg de una operación más compleja, y habría supuesto un paso importante en la cooperación entre PSOE y Ciudadanos, después de que fracasara el acuerdo a nivel estatal en 2016, se diera por imposible en 2019 y de que los de Arrimadas se quedaran fuera de la mayoría de los Presupuestos.

Pero, como sucedió en anteriores ocasiones, el intento de pacto entre socialistas y naranjas fue estéril: 48 horas después de anunciarse la moción, tres diputados de Cs traicionaron al partido y abocaron la operación al fracaso. En paralelo, los efectos no deseados del plan para dar a Murcia un nuevo Gobierno habían comenzado a revelarse, con la organización naranja como principal damnificada.

Ayuso descoloca a todos

La clave fue la rápida reacción de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que activó una convocatoria electoral la misma mañana de la moción. Ayuso calculó que, si Cs estaba dispuesto a desalojar al PP en Murcia, también podría hacerlo en Madrid, y fuera por verdadero temor a la traición de su socio o precisamente para librarse de él y gobernar con menos ataduras, finiquitó la legislatura.

Mientras en Andalucía y Castilla y León el PP y Cs se afanaban en contener las réplicas del terremoto y mantener los pactos regionales –el PSOE castellanoleonés tentó a la formación naranja con una moción que fracasó–, en Madrid todos los partidos se vieron obligados a mover ficha para responder al órdago de Ayuso, que comenzó la precampaña bajo la bandera de la "libertad".

En la izquierda, el PSOE confirmó tras algunos titubeos que Ángel Gabilondo –ganador en 2019– repetiría como candidato, y Más Madrid eligió a Mónica García, que destacó en la oposición por sus críticas a la gestión de Ayuso en la pandemia. Podemos, en cambio, comenzó a trazar un plan B: su anterior cabeza de lista, Isa Serra, no garantizaba el 5% necesario para entrar en la Asamblea y corría además el riesgo de ser inhabilitada por el Tribunal Supremo.

La solución al rompecabezas morado fue poner toda la carne en el asador: "Madrid necesita un Gobierno de izquierdas y creo que puedo ser útil". Una docena de palabras con las que Pablo Iglesias, hasta entonces vicepresidente segundo, explicó su decisión de abandonar el Ejecutivo y competir por la Presidencia madrileña, al tiempo que aceleraba el relevo en Unidas Podemos en favor de Yolanda Díaz.

Al otro lado del tablero, Vox ratificó a Rocío Monasterio como candidata y Ciudadanos vivió un goteo de bajas de diputados, senadores y cargos regionales, incluido el salto al PP de Fran Hervías, ex secretario de Organización, o el fichaje de Toni Cantó, portavoz en el parlamento valenciano, para la lista de Ayuso. Finalmente, el exvicepresidente Aguado dio un paso atrás y el partido optó por Edmundo Bal para intentar –al menos– entrar en la Asamblea.

Un parón de (al menos) dos meses

Un mes después del anuncio de moción en Murcia, sólo ha cambiado de manos el Ayuntamiento de la capital de la región, donde PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos desalojaron al PP tras 26 años de Gobierno. Pero los efectos de esa operación persisten y abren un panorama de incertidumbre e inestabilidad que durará, al menos, un mes más, hasta el 4 de mayo. En total, dos meses de batalla política en un país aún sumido en una crisis sanitaria, social y económica.

El PP se la juega con Ayuso. Todas las encuestas le auguran un gran resultado, pero no todas le garantizan gobernar. Si lo logra, se certificará el éxito de una figura casi desconocida hace dos años y que ahora es punta de lanza de la oposición al Gobierno central. Si pierde el Gobierno, el PP se verá privado de su principal bastión.

Sus potenciales socios son Vox y Ciudadanos. El partido de Abascal puede ver frenada su trayectoria ascendente por primera vez el próximo 4M y tiene que decidir cómo colaborar con el PP. Desde 2019, la mayoría de derecha en la Asamblea sólo ha sido capaz de aprobar una ley. Para Cs, todo lo que sea entrar en la Cámara regional será un salvavidas, y quedarse fuera, un fracaso.

El PSOE, por su parte, ha abierto el camino a la renovación en Madrid con la designación de Hana Jalloul como número dos de Gabilondo, que tiene muy complicado repetir el éxito de hace dos años. El presidente Sánchez parece dispuesto a entrar en el cuerpo a cuerpo contra Ayuso y tendrá que capear la recta final del estado de alarma en un ambiente de crispación.

El líder socialista también tendrá que engrasar su relación con Yolanda Díaz, máxima responsable de Unidas Podemos en el Gobierno. El estilo de la ahora vicepresidenta tercera quizá no pase por airear las diferencias en público, pero quienes la conocen la describen como una dura negociadora, y la entrada en el Consejo de Ministros de Ione Belarra también augura intensos debates.

Y están, finalmente, todas las dudas en torno a Podemos y Pablo Iglesias: ¿Qué resultado logrará? ¿Se quedará en la Asamblea haciendo oposición si no logra gobernar? Sea como sea, el líder morado parece decidido a jugársela a doble o nada: si consigue desalojar al PP de Sol, la operación habrá sido un éxito, y si no, puede haber iniciado su camino de retirada. Este viernes confirmó que se inclina por no presentarse a la reelección como secretario general de su partido.

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