La nueva moda del criptoarte: la compra de NFT se dispara ante la preocupación del sector por una burbuja económica

El collage está compuesto por 5000 imágenes digitales.
El collage ‘Everyday: The First 5.000 Days’ se vendió por 69,3 millones de dólares.
Beeple
El collage está compuesto por 5000 imágenes digitales.

Desde hace poco más de un mes, tres letras resuenan en todos los medios de comunicación y aparecen habitualmente en el feed de publicaciones de tus redes sociales: NFT. Son las siglas en inglés de ‘token no fungible’, un tipo de token criptográfico que emplea la misma tecnología de blockchain que las criptomonedas, pero cuenta con la diferencia de que no se pueden intercambiar.

Son bienes digitales y, si los compras, tú eres su dueño. Es el arte de la era de Internet o, como muchos le llaman, el criptoarte. 

Pero lejos de lo que tradicionalmente hemos entendido por arte, los NFT esconden un lado oscuro que cada vez preocupa más a distintos sectores, desde la cultura a la economía, pasando por el medioambiente.

¿Qué es un NFT y por qué se han puesto de moda?

Como decimos, los NFT son criptoactivos digitales no fungibles, es decir, únicos, irreemplazables e indivisibles. Pero sí vendibles, claro.

Designan una copia auténtica de un medio digital que permite a cualquier persona vender archivos, como por ejemplo una imagen JPG a un coleccionista -a pesar de que ese JPG mencionado pueda tener infinitas copias a través de Internet, solo hay uno con el ‘token original’-.

Permiten incorporar royalties de uso o de reventa para que el artista pueda recibir, igual que lo hacen actores o músicos, incentivos por el negocio que se genera alrededor de sus obras.

El boom de los NFT no se puede entender sin el boom del blockchain, la tecnología sobre la que ya se basan las criptomonedas y que añade la confianza y trazabilidad de que esa obra es única.

Pero estos tokens no han surgido de la noche a la mañana. Su origen -como casi todo lo relacionado con el mundo digital- es un tanto curioso: todo viene por unos gatitos. En noviembre de 2017, Dieter Shirley lanzó los ‘cryptokitties’, representaciones digitales únicas de gatos, cada una con un precio que partía desde los 12 hasta los 95.000 dólares. Son como un juego, algo así como un tamagotchi, y no solo hay que comprarlos, sino que después debes criarlos.

A las pocas semanas de su lanzamiento, los cryptokitties acumularon una base de fans que gastaron la friolera de 20 millones de dólares para comprarlos, alimentarlos y cuidarlos.

¿Cuáles han sido hasta ahora las ventas más sonadas?

La moda de los NFT comenzó cuando el creador del mítico ‘Nyan Cat’ vendió una versión de su meme por más de 360.000 euros en una subasta de criptoarte. Este gato hecho en 8 bits con cuerpo de galleta de sabor a cereza que vuela por el espacio nació en abril de 2011 y ya forma parte, sin duda, de los anales de la historia de Internet.

Pocos días después, Jack Dorsey, CEO y cofundador de Twitter, se lanzó al ruedo y sacó a subasta el primer tuit de la historia, que él mismo publicó el 21 de marzo de 2006.

A finales del mes pasado Dorsey vendió su tuit por 2,4 millones de euros a Sina Estavi, CEO de la firma tecnológica Bridge Oracle. El cofundador de la plataforma aseguró que el dinero se iba a donar a la lucha contra la pobreza en África

El famoso artista callejero británico Banksy también está relacionado con esta vorágine: una pintura incinerada creada por él se vendió por casi 400.000 dólares después de tres días de pujas, con aproximadamente 70 postores.

Y Mike Winkelmann, más conocido como Beeple, vendió a través de la casa de subastas Christie’s su obra digital ‘Everyday: The First 5.000 Days’ por 69,3 millones de dólares, lo que supone que se colocó entre las tres obras mejor pagadas del criptoarte. Se trata de un collage que contiene 5.000 imágenes digitales que han sido creadas a lo largo de 5.000 días, aunque esta no es la primera vez que el artista vende algo a través de NFT: el pasado diciembre vendió varios trabajos por 3,5 millones de dólares y en febrero ganó 6,6 millones de dólares por un vídeo de diez segundos.

Después, cómo no, apareció otro conocido player del mundo de la tecnología: Elon Musk no se podía perder esta fiesta. El autoproclamado ‘Technoking’ de Tesla y ‘Emperador de Marte’, haciendo de las suyas, creó una canción sobre los NFT y la puso a la venta -como NFT, claro-. Pero pocas horas después se arrepintió y dijo que no se sentía “bien del todo” poniéndolo en el mercado y que pasaba de venderlo. Todo muy Musk.

Las campanadas han seguido sonando y hemos visto a Sophia, el famoso robot humanoide, crear y subastar su primera obra de arte digital o al artista Pak vender un píxel por 1,36 millones de dólares. Incluso una entidad tan histórica como lo es The New York Times creó una columna titulada ‘¡Compra esta columna en Blockchain!’ y la vendió a través de una subasta en Internet por más de 470.000 euros.

¿Cómo funcionan los NFT?

Si compras un NFT en un mercado de activos criptográficos los ordenadores de una red descentralizada registrarán la transacción en un libro de contabilidad compartida que servirá como certificado de autenticidad.

El registro no se puede alterar ni borrar debido a que emplea una criptografía potente que está basada en un sistema de control descentralizado. Eso sí: se puede revender el mismo activo y el cambio de propietario quedará registrado en la cadena de bloques del libro.

Asimismo, si lo que quieres es crear tu propio NFT, existen ya plataformas que te lo permiten, como por ejemplo la app 'S!NG' para iOS, que te permite tanto crear arte digital como almacenarlo.

¿Qué consecuencias está teniendo el boom del criptoarte?

Aunque, como hemos dicho, los NFT existen desde hace años, la locura que están viviendo estos últimos meses tiene preocupados a muchos sectores de la población.

Por un lado, mientras que en el mundo del arte hay quienes prometen que los NFT son parte de la revolución digital, que democratizarán la fama y que darán a los creadores el control sobre sus creaciones; otros han señalado su carácter ‘burbuja’ e incluso los tachan de estafa piramidal. Es la duda de siempre (o no): ¿ganan los pequeños o los ricos se hacen más ricos?

Esta no es la única preocupación, ya que el criptoarte también tiene un importante impacto medioambiental. Debido a que dependen de una cadena de bloques, los NFT consumen mucha energía. La mayoría de los creadores todavía usan Ethereum, una blockchain con un sistema de trabajo similar al de Bitcoin -hablamos, pues, de un tipo de minería parecida-. Ethereum usa alrededor de 31 teravatios/hora (TWh) de electricidad al año, casi tanto como toda Nigeria.

Y, encima, llegan los malos

A todo esto debemos añadir uno de los problemas más acuciantes de nuestros tiempos: los malos de Internet hacen de las suyas y, con su creciente popularidad, el robo de NFT está a la orden del día.

Hace pocas semanas, varios usuarios denunciaron el ‘hackeo’ de sus cuentas en la plataforma ‘Nifty Gateway’, una plataforma de compraventa de este tipo de criptoarte. Se realizaron compras de NFT con tarjetas de crédito sin tener un previo aviso y sus dueños perdieron archivos digitales valorados “en miles de dólares”.

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