Internacional

Lo mejor, al fin

Greta Garbo, en 'Ana Karenina' (1935), la adaptación cinematográfica de la novela de Tolstoi.
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Desde un prosaico "mierda" (El coronel no tiene quien le escriba), un cotidiano "pero ahora tengo que dormir" (Expiación) hasta el poético "la muerte le llegó sencillamente, como llega la noche cuando se marcha el día" (Los Miserables); todos ellos bien valen como buenos finales de novela.

De hecho, todos los citados lo son, y no precisamente de cualquier obra, sino de algunas de las más importantes de la historia de la literatura. Ilustran estos cierres cómo desde el más cotidiano de los gestos puede resultar un perfecto desenlace formal.

Dos son los requisitos que se precisan: que nos den algo que no olvidemos y a poder ser, que no esperemos. Porque no suelen las oraciones finales resolver una historia que ha necesitado cientos de páginas de desarrollo. Así pues, puede el lector leer tranquilo lo que sigue, que no vamos a destriparle el desenlace a nadie.

  • No sólo lograba Clarín un comienzo tan espectacular como inolvidable en su gran obra maestra (y su primera novela), La Regenta, sino que daba a la historia este final de gran potencia. ¿Quién iba a imaginar que la última palabra de un párrafo que comenzó casi como verso sería "sapo"?

  • De uno de nuestros grandes narradores vivos, Javier Marías, es el cierre poético y algo hipnótico (como algunos definen el "estilo Marías") de la novela con la que ganó el premio Rómulo Gallegos en 1995, Mañana en la batalla piensa en mí:
  • Inevitable la vuelta a la mejor obra de Nabokov, Lolita: Gracias a esta novela logró el autor conquistar el éxito y la consagración definitiva como escritor, ya que hasta entonces, 1955, su fama había sido más bien discreta a pesar de llevar publicando desde 1930.

  • Fue precisamente el final de esta obra, Ana Karenina, motivo de desacuerdo entre su autor, Tolstoi, y el editor de la revista en que se había estado publicando por entregas entre 1875 y 1877. La novela no se publicó completa en tal revista por el citado desacuerdo, y la primera edición completa del texto fue ya como libro en 1877.

  • Así termina la segunda de las novelas de Gabriel García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba, que aunque no había llegado aún a su gran libro, Cien años de soledad, ya mostraba que estaba en el camino con esta pequeña obra maestra.

  • A los 70 años logró Mario Vargas Llosa escribir la historia que siempre había querido, de amor, y, como siempre había deseado, rehuyendo todo convencionalismo decimonónico. Travesuras de la niña mala es pues, además de una poderosa novela de amor, el anhelo cumplido del escritor peruano.

  • Un hito en la historia de la literatura por ser la primera novela construida de principio a fin como monólogo interior, Ulises, de Joyce:
  • Recurre al erotismo Muñoz Molina para concluir la historia de una de sus más breves -y probablemente más desconocidas- novelas: En ausencia de Blanca:
  • El lobo estepario es con toda probabilidad la obra más innovadora de Herman Hesse. Se cierra ésta con el mismo simbolismo que impera en todo el libro:
  • Demostrado queda ya lo complicado y lo artístico del fragmento final, así que no cometeremos la imprudencia de concluir con palabra propia. Mucho menos tras tanta maestría ajena. Valga como intento la oración final de La Barraca, de Blasco Ibáñez, novela que desafortunadamente hoy yace en un inmerecido estado de semiolvido:
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