Jennie Noble está viviendo este septiembre con más calma que el anterior. Hace un año arrancaba el curso temiendo que los colegios se convirtiesen en focos de infección del coronavirus y resignada ante la idea de que habría que cerrar las clases "cada dos semanas". Hoy sabe que no debe bajar la guardia, pero la experiencia y el proceso de vacunación la invitan a ser optimista. Ella tiene dos hijos con autismo que acuden a un centro de educación especial, centros que amoldan los protocolos antiCovid a su realidad y que igual que los ordinarios han afrontado la situación con éxito.
Bajo la premisa de dar una atención muy individualizada, muchos colegios de educación especial no superan el medio centenar de alumnos y sus clases son muy pequeñas. Dependiendo de la discapacidad y del grado de afectación, los grupos oscilan entre los tres y los diez chicos. En consecuencia, los vaivenes en las ratios para cumplir con la distancia de seguridad que llegan desde el Ministerio de Educación y las comunidades no tienen impacto en ellos.
"Nosotros no hacemos desdobles porque nuestros grupos son ya de cinco chavales. Lo que sí estamos haciendo son menos actividades intergrupales o separaciones en el comedor. Y eso podemos hacerlo gracias a los refuerzos", explica el presidente de Aucavi, organización que gestiona dos escuelas para niños con autismo en la Comunidad de Madrid. "Esos refuerzos nos dan mucha tranquilidad. Y en esta ocasión todo se ha hecho con más tiempo. Fuimos informados a finales del curso pasado de las medidas continuistas que se iban a aplicar en este. Es una situación muy diferente a cuando estalló todo esto. Entonces se iba improvisando y había mucha intranquilidad", continúa Agustín Ramos.
Personal complementario y extraescolares
En el caso de este tipo de centros, los refuerzos de los que Agustín habla suelen suponer un aporte en personal complementario, no tanto en plantilla docente. Con niños que requieren estar muy pendientes de ellos, ese apoyo extra de auxiliares de enfermería, auxiliares educativos, logopedas, psicólogos, fisioterapeutas... resulta imprescindible dado que los grupos burbuja sí deben cumplirse.
"Necesitábamos más gente porque antes los auxiliares técnicos podían trabajar en todas las aulas pero ahora no pueden andar de una a otra. Además tenemos los espacios comunes, como el patio, divididos para que las clases no se mezclen", añade Jennie. Sus hijos van al colegio de la Asociación Autismo Araya, de la que ella es presidenta, por lo que conoce de primera mano la gestión llevada a cabo. Una gestión que ya el año pasado apostó igualmente por mantener las extraescolares.
En el sistema ordinario estas clases -que ahora sí se van a retomar- quedaron suspendidas por cuestiones de seguridad, pero los colegios especiales tendieron a mantenerlas ante la necesidad de unos chicos que por sus circunstancias no se pueden quedar solos y muchas veces tampoco a cargo de abuelos ni en actividades no pensadas para ellos. Cumpliendo las mismas normas de seguridad que en el horario lectivo y manteniendo los grupos de convivencia , centros como Aucavi o Araya ofrecieron a esos hogares cierto respiro.
"Fueron muy bien", valora Julia Pérez, profesora de Araya. "El año pasado teníamos bastante miedo porque en muchos momentos estos niños no llevan mascarilla. Pero el curso fue muy bien, a lo que contribuyó que las familias fuera del cole siguieron siendo responsables", agrega.
"Nos han autorizado el uso de las mascarillas transparentes. Con nuestro alumnado, poder tener una mayor expresión facial es fundamental"
La regla general obliga a usar mascarilla a los escolares partir de los seis años pero como recuerda esta docente los menores con discapacidad están exentos. "Hay quienes la llevan muy bien pero otros no la toleran. Los profesionales intentamos estar lo más protegidos posible. El año pasado tardaron pero ahora ya nos han autorizado las mascarillas transparentes. Con nuestro alumnado, poder tener una mayor expresión facial es fundamental", indica María Jiménez, directora del Cisen y miembro de la Asociación Nacional de Centros de Educación Especial.
El colegio Cesin está dirigido a chavales con diferentes diagnósticos -trastorno del espectro autista, enfermedades raras, parálisis cerebral...-, lo que complica la adaptación a las normas higiénico-sanitarias. "Tenemos niños con problemas visuales por lo que necesitamos por ejemplo cartelería sencilla y en braille. Por suerte desde el curso pasado se ha avanzado mucho y ahora es más fácil encontrarla. En el caso de los alumnos con TEA, que pueden tener mayor rigidez con las rutinas, hemos tenido que acostumbrarlos a no usar los percheros comunes y a dejar las cosas en sus sillas. Y también hay niños con menos autonomía con los que ha habido que trabajar más el lavado del manos, el uso de gel hidroalcohólico...", enumera María, quien se muestra gratamente sorprendida de la respuesta de todos.
Satisfecha con los resultados logrados, la comunidad educativa de los coles especiales inicia el curso animada pero pide mantenerse alerta. "Sé que dentro del colegio no va a pasar, pero fuera, me preocupa que la gente se relaje", apunta Jennie. "Los menores de 12 años están sin vacunar y hay gente vacunada que se contagia. Ese miedo está ahí", avisa Julia en la misma línea: "Con lo vivido yo regreso tranquila, aunque sé que hay que seguir teniendo mucho cuidado".
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