Internacional

Khadija Amin, refugiada en España: la voz de las afganas que los talibán no han podido silenciar

La periodista Khadija Amin, cuando trabajaba en la televisión pública de Afganistán.
CEDIDA

Khadija Amin se hizo periodista para "ser la voz de las mujeres" de Afganistán. Desde la caída del régimen talibán en 2001, las afganas fueron dando pasos hacia la igualdad pero muy lentamente, no en todos los ámbitos y no de la misma forma en las ciudades que en el entorno rural. Khadija se afanó en ayudarlas a ser cada vez más conscientes de sus derechos y durante años pudo hacerlo desde la televisión pública. Hasta que el grupo fundamentalista regresó al poder hace un mes y le prohibieron seguir con su carrera. Con 28 años tuvo entonces que huir de su tierra, dejando a su marido y a sus hijos atrás, pero no han logrado silenciarla. Desde España se ha propuesto visibilizar el retroceso que está sufriendo su país y evitar que caiga en el olvido.

"Las mujeres no pueden salir a la calle solas. Ni siquiera pueden ir al médico si están enfermas si no las acompaña un hombre. ¡Es muy duro!", clama esta joven al otro lado del teléfono, después de haber entrado a formar parte del sistema nacional de acogida de solicitantes de asilo a través de Cepaim, una de sus entidades colaboradoras. Habla con la seguridad que le da estar en una ciudad española, pero con el tremendo dolor que siente por ver cómo sus compatriotas están abocadas a desaparecer detrás de un burka. Este sábado, el nuevo Gobierno permitía una marcha a su favor en la que participaron unas 300 afganas entre denuncias de que fueron obligadas a ello. De negro, completamente cubiertas y rodeadas de individuos armados, recorrieron las calles de Kabul tras participar en una charla en la que tuvieron que comprometerse con las políticas de segregación de género. 

Pocos días antes, las manifestaciones feministas contra el avance del fanatismo eran dispersadas sin embargo con tiros y gases lacrimógenos. Y por el momento las universitarias siguen pudiendo asistir a clase, pero han sido separadas de sus compañeros por una cortina. "Esto demuestra que los talibán nunca cambiarán. Hace veinte años fue igual", remarca Khadija. 

Su historia es el claro ejemplo de que esa transformación es ilusoria. A esta reportera la entrada de los insurgentes en la capital, declarando con ello su victoria en el país, le pilló en la redacción de la cadena pública. Y ese fue el último día que trabajó allí. El nuevo régimen se hizo con el control del medio e impuso sus normas. "Tuvimos que abandonar nuestros puestos e irnos a casa. Pero yo volví porque quería saber qué pasaba. Dieron una rueda de prensa y dijeron que las mujeres iban a poder trabajar por lo que hablé cara a cara con ellos y les pedí que me dejaran continuar. Respondieron que no. En la televisión estatal ya no había sitio para nosotras". En ese instante la periodista, que además de luchar por la igualdad había hecho reportajes contra los nuevos jefes, perdió toda esperanza y supo que tenía que abandonar Afganistán. 

La joven fue incluida en la lista del Ejecutivo de Pedro Sánchez para ser evacuada en uno de los 17 vuelos que España fletó durante los últimos días de agosto para sacar del país asiático a quienes corrían peligro. Llegar al aeropuerto de Kabul fue complicado. Miles de civiles agolpados a las puertas del aeródromo durante jornadas enteras, metidos muchos hasta las rodillas en el canal de aguas residuales que bordeaba la instalación, aguardaban con angustia, a pleno sol y muchas veces sin comida, a que las tropas internacionales les permitieran el acceso. Antes, no todos habían podido esquivar los golpes al pasar por los puntos de control instalados por los talibán a lo largo del camino. "A la mujer que iba conmigo le pegaron", corrobora Khadija. 

Superadas todas las dificultades, ambas pudieron coger un avión que aterrizó en la madrileña base de Torrejón de Ardoz, tras hacer escala en Dubái. "Fue difícil, pero lo logramos", señala con satisfacción. Sin más equipaje que una bolsa en la que había metido algo de ropa, llegaba a un país en el que se siente protegida, pero desde el que la inquietud por sus seres queridos va en aumento: "Mis padres, mi marido y mis hijos están en Kabul solos. Se han ido de casa y tienen que permanecer escondidos. No están a salvo por mí. Estoy dando entrevistas y me preocupa que vayan contra ellos, pero no quiero permanecer en silencio porque los periodistas allí no pueden decir nada". Y efectivamente ya se han registrado las primeras denuncias de torturas a reporteros

Khadija habla con su pareja por teléfono o por videoconferencia pero prefiere no hacerlo con sus pequeños, de cuatro años. Se le parte el corazón cada vez que al escucharla comienzan a llorar y reclaman poder estar con ella. "Les echo tanto de menos...", suspira y le cuesta continuar con la conversación. 

Una nueva vida

La joven tiene las esperanzas puestas en reunirse pronto con su familia y en poder compartir con ellos la nueva vida que está iniciando en España con el apoyo de Cepaim. Un equipo multidisciplinar de la ONG, que está ayudando a más de un centenar de los afganos llegados en el operativo de emergencia, le ofrece alojamiento, manutención, intervención social, ayuda económica y asistencia psicológica. También ha puesto a su disposición clases de español y apoyo jurídico para que pueda, entre otras cuestiones, solicitar el estatuto de refugiada. Abordada esa primera fase, la entidad trabaja en la formación de estas personas y en prestarles orientación para el empleo, con el acceso a un trabajo como objetivo final. 

Khadija está agradecida por esta oportunidad, pero no puede evitar sentir nostalgia por la que era su vida hasta hace poco más de un mes y que nunca pensó que podría perder. "Iba a trabajar, también a la universidad... Era feliz con mi familia", relata y aún le resulta difícil entender cómo todo saltó por los aires tan rápido: "Por la mañana estaba presentando las noticias, salí a hacer un reportaje y en unas horas todo cambió. Con los talibán todo se acabó". 

Redactora '20minutos'

Licenciada en Periodismo por la Universidad Europea de Madrid, estudié después el Máster de Periodismo de El País. En 20minutos desde marzo de 2013, donde desde 2023 realizo labores de coordinadora de la web y portadista. Apasionada de los temas sociales (relacionados con educación, sanidad, inmigración o igualdad) y de denuncia, en 2022 recibí el Premio de Periodismo de la Fundación Grünenthal, en la categoría de Abordaje del dolor infantil.

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