Huelga del metal en Cádiz: la penúltima rebelión de una provincia instalada en una crisis interminable

UGT encara la tercera reunión en Sevilla "con la ilusión de cerrar un acuerdo" para acabar la huelga del metal
UGT encara la tercera reunión en Sevilla "con la ilusión de cerrar un acuerdo" para acabar la huelga del metal
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UGT encara la tercera reunión en Sevilla "con la ilusión de cerrar un acuerdo" para acabar la huelga del metal
Un grupo de manifestantes corta una calle en el centro de Cádiz.
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A finales de febrero de 1984, unas 40.000 personas se manifestaron en Cádiz contra la reconversión industrial del sector naval. Europa apretaba al Gobierno de Felipe González para acelerar el desmantelamiento de la industria pesada y aquello supuso la desaparición de 7.500 puestos de trabajo.

Desde entonces, las decepciones se han ido sucediendo para miles de gaditanos con los cierres de Tabacalera, Visteon, Delphi, Gadir Solar, Airbus... Ahora, los que protestan son los más de 20.000 trabajadores de la industria auxiliar, quienes afrontan desde la semana pasada una huelga indefinida por el bloqueo de la negociación del convenio colectivo por parte de la Federación de Empresarios del Metal de la provincia de Cádiz (FEMCA), que agrupa a 700 pequeñas y medianas empresas que trabajan para grandes compañías como Airbus, Navantia, Alestis, Acerinox o Dragados.

En estas protestas hay muchísimo en juego. El argumento económico es innegable: la industria del metal asociada con la construcción y reparación de barcos y aviones es el segundo sector que más riqueza aporta a la provincia. 

Sin embargo, detrás de la quema de neumáticos, barricadas y cortes de tráfico hay una problemática endémica: el hartazgo de una provincia instalada en una crisis interminable por culpa de los altos niveles de desempleo, la precariedad laboral o la despoblación de algunos territorios.

"La lucha no es solo por el convenio, hay un malestar general", sentencia Beltrán Roca Martínez, catedrático de Sociología de la Universidad de Cádiz. "El desempleo es la problemática más grave de Cádiz, pero luego está el empleo precario", precisa Roca, para el que la extensión de la subcontratación provoca que haya "trabajadores de primera y de segunda". 

Un grupo de Policías antidisturbios ante los trabajadores del sector del metal que se manifiestan ese martes a la puerta de la factoría de Navantia de Cádiz.
Un grupo de Policías antidisturbios ante los trabajadores del sector del metal que se manifiestan ese martes a la puerta de la factoría de Navantia de Cádiz.
ROMÁN RÍOS / EFE

Según los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) publicada a finales de octubre por el INE (Instituto Nacional de Estadística), la tasa actual de desempleo en Cádiz es del 23,16% -137.000 desempleados-, la segunda provincia de España con más paro solo por detrás de Huelva (26,79%) y muy lejos de la media nacional del 14,57%. En la crisis que arrancó en 2008, las cifras de desempleo alcanzaron el 40%. 

En cuanto a la precariedad en el empleo, las cifras aportadas por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) revelan, por ejemplo, que de los 49.765 de los contratos totales que se hicieron en octubre en la provincia gaditana, el 95,4% (47.521) fueron temporales. Estas condiciones laborales que son frecuentes en las contratas del sector de metal se traducen con frecuencia en horas extras sin abonar, incumplimiento del convenio, aumento de la siniestralidad...

La capital, con problemas de despoblación y vivienda

Cádiz también padece desde hace décadas en algunos territorios el fenómeno de la despoblación, aunque esta situación es más preocupante en los pueblos de la Sierra y en la capital, la tercera localidad con más habitantes de la provincia por detrás de  Jerez y Algeciras. 

La Tacita de Plata cuenta con 115.439 vecinos, según el último dato ofrecido por el INE del año 2020. Esto supone la pérdida del 26% de su población respecto a cuando tocó techo en número de habitantes: fue en 1991 y se contabilizaron 157.355 empadronados. "Hay poca población y poca joven", precisa Roca, y, como consecuencia, "más peluquerías caninas que guarderías", ironiza. 

Estas cifras se explican por los altos niveles de desempleo y por el alto precio de la vivienda, lo que "obliga a muchas familiar a marcharse a vivir a San Fernando o Puerto Real". En la actualidad, según el portal inmobiliario Idealista, el precio del metro cuadrado en Cádiz capital es de 2.394 euros frente, por ejemplo, a los 1.097 de Jerez o los 1.035 de Algeciras. 

Imágenes de los disturbios durante las protestas de los trabajadores del metal en Cádiz. (Fuente: Ruptly)

"Infravalorar la capacidad de lucha de un pueblo que lo lleva en su ADN es un error"

Por todo, estas protestas se viven de una forma distinta. Son la expresión del hartazgo que sufre la sociedad gaditana por las innumerables decepciones acumuladas durante décadas. Y esto, sin duda, ha ayudado a los vecinos de este peculiar rincón sureño a forjarse un carácter especial, transmitido en muchas ocasiones de padres a hijos, que llama siempre a la resistencia. 

"No se valora el trabajo de la clase obrera, los que les dan de comer y llenan sus bolsillos. Tampoco valoran nuestra lucha y nos subestiman, y lo hacen porque durante años han mermado nuestra economía precarizando nuestro trabajo. Piensan que no aguantaremos, que bajaremos los brazos, que dejaremos de gritar basta porque nuestra débil economía terminará por asfixiarnos", reflexiona Daniel Chamero Martínez, miembro de la mesa negociadora del convenio del metal de Cádiz por Comisiones Obreras.

"Infravalorar la capacidad de lucha de un pueblo, que a diario y durante generaciones ha luchado, que lo lleva en su ADN, es un error ", advierte. 

"Cuando se activan este tipo de luchas, entra en juego la memoria colectiva, lo que han vivido en sus casa y recibido oralmente. Es la historia de sus padres y una forma de solidaridad", explica Roca. 

"Cádiz no quiere ser Benidorm, quiere volver a ser Cádiz"

Juan Antonio Delgado Ramos, guardia civil y diputado de Podemos en el Congreso por Cádiz, que vivió en primera persona la huelga de 1995, cuando los trabajadores de Astilleros en la Bahía de Cádiz echaron durante tres meses un pulso al Gobierno y vencieron, resume a la perfección lo que significa esta huelga de la industria auxiliar.

"Donde antes había un trabajador de Astilleros con sindicalización, buen salario y derechos laborales, hoy hay un joven soldador de 30 o 40 años que trabaja 10 y 12 horas al día por un salario de 1.200 euros que no llena la nevera y una temporalidad en la contratación que le impide organizar con salud mental un proyecto viable de vida", escribe en un artículo publicado en elDiario.es

"Cádiz no quiere ser Benidorm, quiere volver a ser Cádiz" porque es una provincia que "quiere futuro, no ser destino turístico para jubilados holandeses o despedidas de solteros ingleses". "No habrá tanquetas suficientes para frenar a los gaditanos que luchan por llenar la nevera de sus hijos", concluye. 

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