Ramón Salaverría, investigador de bulos negacionistas de la covid y noticias falsas de salud: "Algunos médicos han contribuido"

  • Su estudio, publicado en PLOS ONE, analiza 533 'fake news', algunas basadas en resultados científicos preliminares.
  • "Los mensajes desinformativos nos apuntan más a las tripas que a la cabeza", advierte.
El profesor de Periodismo de la Universidad de Navarra, Ramón Salaverría.
El profesor de Periodismo de la Universidad de Navarra, Ramón Salaverría.
DANIEL FERNÁNDEZ
El profesor de Periodismo de la Universidad de Navarra, Ramón Salaverría.

Superada la fase aguda de la pandemia de covid-19, toca hablar de la infomedia de la desinformación. Y es que, igual que el coronavirus, las noticias falsas también se han propagado con fuerza, en este caso por las redes sociales y aplicaciones de mensajería principalmente, infectando nuestros teléfonos móviles y poniendo a prueba nuestro pensamiento crítico. Un equipo dirigido por Ramón Salaverría, catedrático de periodismo de la Universidad de Navarra, ha publicado este miércoles en la revista científica PLOS ONE los resultados del proyecto RRSSalud - La difusión de noticias falsas sobre salud en redes sociales

Durante los tres primeros meses desde la declaración de la pandemia por parte de la OMS, en marzo de 2020, los investigadores, entre los que también se encuentra el microbiólogo y divulgador Ignacio López-Goñi, analizaron un total de 533 bulos desacreditados por plataformas verificadoras de noticias. Han detectado que las noticias falsas pueden adoptar la forma de broma, exageración, descontextualización o engaño, siendo estas dos últimas las más graves. Este trabajo también les ha permitido identificar como "clave" los sesgos cognitivos de cada uno: "Nuestro mayor peligro en muchas ocasiones somos nosotros mismos", afirmó Salaverría durante la presentación del trabajo, realizado con una Ayuda a Equipos de Investigación Científica de la Fundación BBVA.

La urgencia de la pandemia llevó a publicar más de 200.000 artículos sobre el SARS-CoV-2, más de los que existen sobre la malaria, una enfermedad que lleva entre nosotros mucho más tiempo. El "reality-show de la ciencia" vivido los últimos dos años, según expuso López-Goñi, ha llevado a veces a la colisión entre la calma que necesita la ciencia para desarrollarse y las prisas por entender el nuevo virus que paralizó el mundo en 2020. Los investigadores concluyen que los muchos 'preprints' (artículos científicos sin revisar) publicados sobre la covid han sido una "fuente importante de engaños" basados en resultados provisionales que requerían más tiempo y fundamentación. El investigador principal, Ramón Salaverría, atiende a 20minutos por videollamada para ahondar en los resultados de este trabajo.

Describe en su trabajo que en realidad estamos viviendo dos pandemias, la del coronavirus y la infodemia de la desinformación. ¿Los bulos sobre salud son tan contagiosos y tan peligrosos como el propio virus de la covid?

Son dos categorías diferentes. Es evidente que el coronavirus ha sido mucho más mortífero y nos ha trastocado mucho más la vida, pero la desinformación ha multiplicado los efectos del coronavirus. Más que ser dos cosas independientes, ha sido un problema que ha contribuido a amplificar el problema que estaba generando el coronavirus. Mediante la desinformación se han transmitido mensajes que podían provocar comportamientos irresponsables en la sociedad, como por ejemplo rehuir las vacunas. Por otra parte, también ha generado una cierta desconfianza en las instituciones informativas. En muchos casos, el objetivo de la desinformación no es que te creas una cosa, sino que no te creas absolutamente nada. Si quien está diseminando la desinformación consigue al menos que no te creas la información digna de crédito, ya ha conseguido la mayor parte de su objetivo.

El objetivo de la desinformación no es que te creas una cosa, sino que no te creas nada"

¿Cómo pueden dañar a la salud las noticias falsas sobre salud?

Hay ejemplos de daños serios durante la pandemia. En Turquía, durante las primeras semanas de la pandemia, allá por marzo o abril de 2020, cuando no se sabía la vía de inoculación del virus, hubo agencias internacionales que comunicaron casos de gente que había tomado alcohol metílico porque suponían que prevenía o eliminaba el coronavirus. Algunas de esas personas, por lo visto, terminaron muriendo. Afortunadamente, son casos muy excepcionales los que terminan en un resultado tan trágico. En esta categoría podríamos incluir a las personas que hayan podido morir por no haberse vacunado, después de haber creído que estas no eran seguras, pero establecer un vínculo entre un contenido informativo y que tú te hayas muerto por no haberte vacunado es un poco excesivo. Los riesgos que comporta la desinformación en muchos casos es de desestabilización social, de desarrollo de una serie de comportamientos irresponsables, y en un contexto como el que hemos vivido, es un riesgo que hay que atajar de una manera prioritaria.

Además de efectos sobre la salud, ¿también han ocasionado problemas emocionales y de salud mental? En muchas familias se ha discutido por temas relacionados con la pandemia y las vacunas los últimos dos años.

Efectivamente. El desarrollo de una serie de teorías conspiratorias o tesis más o menos infundadas en evidencias científicas ha producido un desconcierto general y, en ocasiones, incluso una disputa entre personas. Dentro de las familias no podemos entrar, pero públicamente se ha visto, por ejemplo, en las redes sociales. Ha habido organizaciones o personas que han buscado el discurso del odio, han utilizado la pandemia como una forma de criminalizar. Me parece muy dignos de señalar los problemas psicológicos, pero creo que no se deben solamente a la desinformación sino también a contextos de depresión o ansiedad derivados del confinamiento, de la falta de relación social, de la incertidumbre laboral y económica o de los problemas de familiares. Situaciones que se agravan si les sumamos mensajes desinformativos que producen desestabilización emocional.

Ha habido organizaciones o personas que han usado la pandemia para criminalizar"

Le he escuchado referirse a la resistencia a las vacunas como una ‘patología social’. ¿Qué intereses han detectado detrás de las noticias antivacunas o negacionistas de la covid?

No nos hemos dedicado a buscar quién está detrás de la desinformación porque eso es una tarea más policial que académica. No todos los contenidos son ilegales, delictivos, pero algunos sí, indiscutiblemente, y tienen tipificación en el Código Penal, como las estafas o las injurias, por ejemplo. Pero muchos otros no, simplemente generan desestabilización social. Respecto a las vacunas, no sé cuáles han sido las organizaciones y los motivos que han movido a cuestionarlas. Pero en el caso de España, hay que decir que apenas han tenido impacto. No como en otros países europeos, en Reino Unido o EE UU, donde sí ha habido grupos con poder evidente para condicionar a la ciudadanía para no vacunarse. En relación con las vacunas, hay que señalar un asunto de desinformación específica: allá por diciembre del año 2020, cuando empezaron a aparecer las primeras vacunas que venían de grandes potencias internacionales, se advirtió, particularmente en el caso de la vacuna china y la rusa, que había intereses de carácter económico para los productores y se produjeron algunos fenómenos de cuestionamiento de la eficacia de algunas vacunas. Fue bastante claro en el caso de AstraZeneca, se amplificaron una serie de problemas que por lo visto luego no fueron tan importantes. Fue una cuestión de eficacia, pero no de seguridad como algunos mensajes desinformativos afirmaron. Ahí sí que hubo una serie de intereses geoestratégicos para tratar de promocionar algunas vacunas y, en cambio, desacreditar otras. Y en ocasiones esto se hizo con contenidos desinformativos. 

Ramón Salaverría durante la presentación de los resultados del proyecto 'Mentiras contagiosas. RRSSalud - Difusión de noticias falsas sobre salud en redes sociales', el 7 de abril de 2022.
Ramón Salaverría durante la presentación de los resultados del proyecto 'Mentiras contagiosas. RRSSalud - Difusión de noticias falsas sobre salud en redes sociales', el 7 de abril de 2022.
JOSE LUIS PINDADO / FUNDACIÓN BBVA

Es desconcertante cuando el discurso negacionista proviene de organizaciones médicas...

Es uno de los problemas. El caso más evidente ha sido el de 'Médicos por la verdad', una organización internacional que agrupa distintos colectivos negacionistas de distintas cosas, particularmente de las vacunas pero incluso también del propio coronavirus (cuestionaban que la pandemia atendiera al SARS-CoV-2) y más bulos como el del 5G y una serie de cosas disparatadas. Hemos identificado que estas organizaciones se vale de una especie de manipulación del argumento de autoridad: una persona con bata, un doctor, te genera automáticamente cierto respeto hacia lo relacionado con la salud. Pero hay algunas personas con el grado doctor que no han actuado con la responsabilidad que les correspondería. Esto puede ocurrir en cualquier profesión, ocurre en el periodismo. Además, se les ha asignado a ciertos doctores una especialización alejada de su disciplina. En conclusión, ha habido ciertos fenómenos de desinformación a los que los propios médicos, algunos al menos, han contribuido.

Una de sus conclusiones es que el tipo de desinformación que más circula es muy tosca. Habla del ‘cheapfake’ (bulo barato). ¿Cómo se identifica un bulo, cómo se sabe si un contenido sobre salud es fiable o no?

Lo primero, hay que tener prevención con el propio canal por el cual se recibe la información. No es lo mismo recibir un mensaje sobre una alerta sanitaria a través de un grupo de WhatsApp que a través de un portavoz oficial de una institución acreditada. De entrada, yo recomendaría utilizar fuentes y plataformas informativas solventes. En segundo lugar, hay que chequear la información, sobre todo cuando te llega por plataformas que no está respaldadas por un protocolo profesional. No es lo mismo un mensaje de WhatsApp que una información de un medio de comunicación, que (en principio) tiene periodistas que han hecho el filtrado, la jerarquización, la interpretación y, finalmente, la exposición de la información. También hay que estar alerta sobre la forma de algunos mensajes. Habitualmente, los mensajes desinformativos nos apuntan más a las tripas que a la cabeza, tienen una carga emocional bastante notable, es muy frecuente que nos solivianten, que busquen algún tipo de emoción negativa, que puede ser el temor, un cierto pánico, y también el odio. Para los que quieren desarrollar un discurso de odio, una pandemia es una oportunidad para amplificar sus propósitos.

Los mensajes desinformativos nos apuntan más a las tripas que a la cabeza"

Han identificado cuatro tipos de bulos sobre salud según su relación con el conocimiento científico. ¿Cuáles son?

Un tipo de falsedad se basa en la ciencia apresurada. En la pandemia los protocolos científicos han sido excesivamente urgentes por necesidad pero también por la voluntad de los propios grupos de investigación de llegar antes que nadie. En ciencia es fundamental el 'vísteme despacio que tengo prisa', no puedes aprobar una vacuna sin haberla testado suficientemente. Otro tipo se ha basado en la ciencia descontextualizada. Esto es muy habitual. Por ejemplo, cuando se informa sobre algo testado en ratones o en muy pocas personas y cuyos resultados se extrapolan como si fueran un remedio absolutamente testado para todas las personas. El tercer elemento es la ciencia malinterpretada, lo cual es un problema de los periodistas o de los propios ciudadanos: ante un contenido científico interpretan algo que realmente no es. De todas, la más grave y la más preocupante es la falsificación científica: cuando se habla de un experimento o pruebas que no se han llevado a cabo y se comunican resultados que no atienden a unas evidencias empíricas metodológicamente obtenidas. Esto es lo más grave y, en ocasiones, lamentablemente ha ocurrido durante la pandemia.

¿Hay un perfil de personas más vulnerables o más influenciables por las noticias falsas? Hábleme del concepto ‘percepción de seguridad generacional’.

La psicología es muy importante en el proceso de la desinformación. Para que alguien termine siendo engañado no es suficiente que haya un autor de un mensaje engañoso y un canal a través del cual te llega, también es necesario que tú estés predispuesto a ser engañado. Si eres prudente con un determinado tipo de mensajes, puedes evitar ser contaminado por estos. Hay una serie de sesgos cognitivos y uno de ellos es la sobreconfianza. Tendemos a pensar que los engañados son siempre los demás, pero, en cambio, rara vez pensamos que nosotros mismos podemos llegar a ser engañados y esto le ocurre a todo el mundo, incluidos tú y yo. El caso de la desinformación hay también una especie de sobreconfianza generacional, es decir, los jóvenes se consideran más inmunes a la desinformación porque dominan mejor la tecnología digital y creen que a quienes engañan es a los mayores, que no controlan tanto estas herramientas. Y nos hemos dado cuenta de que al revés también ocurre: los mayores, aunque saben que no disponen de la destreza tecnológica que tienen los más jóvenes, piensan que tienen un dominio de las fuentes informativas mucho más avanzado y, por tanto, a ellos no les van a engañar. En cambio, [piensan que] a los jóvenes, cómo están constantemente expuestos a cualquier tipo de información sin ningún tipo de filtro, les engañan habitualmente. Al final, engañados somos todos y cuando tenemos sobreconfianza y la guardia baja, la probabilidad de que nos cuelen bulos es alta.

Rara vez pensamos que nosotros mismos podemos llegar a ser engañados y esto le ocurre a todo el mundo, incluidos tú y yo

¿Qué tipo de soluciones propone para luchar contra la desinformación? Más alfabetización y responsabilidad individual y de los medios, mejor divulgación científica, regulación de los algoritmos...

Hay tres focos principales de medidas. Uno tecnológico: el desarrollo de sistemas de alerta temprana que identifiquen contenidos potencialmente desinformativos y neutralicen su diseminación rápida, cosa que ha ocurrido en las redes sociales. Es como poner barreras al virus y creo que hay una serie de mecanismos que pueden ser desarrollados. En segundo lugar, hay un ámbito de actuación legal, o sea, se pueden desarrollar marcos legales más eficientes para atender a esta lacra. Como he dicho, hay algunos tipos que ya están incorporados en el Código Penal, pero hay una ponencia parlamentaria en estos momentos que está desarrollando iniciativas para ver cómo se encara el problema de la desinformación. Y en tercer lugar, la alfabetización mediática, el desarrollo del criterio, la capacidad de analizar adecuadamente la información. Para esto es necesario desarrollar una serie de iniciativas de educación que no solo deberían alcanzar a los más jóvenes, sino al conjunto de la ciudadanía.

Lo que pasa es que las leyes en este sentido se tachan de censura.

Gestionar bien este asunto no es nada sencillo. No es nada sencillo. Las asociaciones de la prensa y yo mismo, como compareciente en la Comisión Mixta de Seguridad Nacional donde se está desarrollando esta ponencia, planteamos que evidentemente en ningún caso puede llevar a coartar libertades fundamentales como el derecho a la información. Pero al mismo tiempo, mi percepción es que hay que buscar mecanismos para responsabilizar a los canales donde de manera impune circulan contenidos desinformativos. Habrá que ver.

Redactora '20minutos'

Periodista y portadista en 20minutos desde 2012. Empecé en la sección de Multimedia y de ahí he pasado por Redes, Cultura, Cierre y Mi Bolsillo. Desde hace cuatro años formo parte del equipo de Última Hora lidiando sobre todo con el coronavirus. Me gusta escribir de salud, ciencia, medio ambiente, educación y temas sociales.

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