Andalucía

Los últimos de la Expo 92: un paseo por el "cementerio de los Curros"

Dicen que en Roma, a poco que se rasque, emergen piedras antiguas: un basamento, un ánfora, un mosaico. En Sevilla, la limpieza de cajoneras y las mudanzas exhuman todavía restos de la Expo 92. No hay quien no tengan por ahí, a mano o teóricamente perdido, un llavero de curro, una libretita con los sellos de los pabellones nacionales, una foto junto al monorraíl. Con el tiempo, aquellos souvenirs que fueron arrinconándose en los 90 y principios de los dosmil han regresado en forma de coleccionismo vintage. Todos tenemos una memoria sentimental de la Expo y cuanto más mayores nos hacemos, más tiramos de ella. El 30 aniversario de aquel magno evento, que se celebra justo este miércoles 20 de abril, lo trae a la actualidad.

Curro, el entrañable y psicodélico pájaro de la Expo -solo Cobi está su vera en el corazón de los españoles de los 90- no fue creación de un sevillano, como tampoco lo fue la Feria. El alemán Heinz Edelman, que ilustró a Los Beatles de Yellow Submarine, ideó esta curiosa mascota de cresta multicolor. Los Curros tomaron al asalto la ciudad durante aquel memorable verano del 92. En el recinto de La Cartuja los había de todo tamaño y condición: animados, en tres y dos dimensiones, ilustrados, serigrafiados, de "carne y hueso". Un Curro se hundió en la botadura de la Nao Victoria y a otro lo vimos hacer piruetas con la moto de agua en el lago central.

Y, por supuesto, muchos en edad de ello acabaron en el regazo de Curro en los numerosos balancines mecánicos desperdigados por toda la isla. Esos balancines emigraron en su mayoría, junto a otros recuerdos de la Expo, a una enorme nave a las afueras de Sevilla, en dirección a Utrera, con 30.000 metros cuadrados. Allí, resisten los cien últimos ejemplares, junto a puertas del XVII, enormes dinosaurios de Cartuja 93 o coches que parecen sacados del rodaje de Grease.

"Al mismo tiempo que se estaba montando la Expo ya se estaba negociando el desmontaje", explica Alejandro Rico, de 38 años, tercera generación de Romano Antigüedades. Su padre se hizo con varios lotes, especialmente del pabellón de Japón y numerosos Curros. Aquí llegaron a reunirse unos 400 balancines; actualmente queda un centenar. En estos 30 años se han ido vendiendo poco a poco, a razón de 340 euros la pieza. Varios han acabado viajando incluso fuera de España.

Matrículas de la Expo 92 en Romano Antigüedades.
G. N.

El alquiler ha sido otra de las vías para comercializar estos balancines que, asegura Alejandro, "todavía funcionan si se le cambia la caja registradora a euros". Discotecas, bodas, inauguraciones… Las peticiones son variopintas. Ahora, sin ir más lejos, una pizzería ha solicitado varias de estas mascotas para su fiesta de apertura. Tras cumplir el servicio, regresan disciplinados a Romano.

Este colosal y excéntrico espacio ha llamado la atención del audiovisual. De aquí se han llevado carros de época para Juego de tronos, se han grabado series para Canal Sur y videoclips. Los productores de The Crown tiraron del mobiliario del Alfonso XIII a recaudo en Romano Antigüedades desde que se llevó a cabo la remodelación del famoso hotel.

A Alejandro no le gusta que llamen a este lugar "el cementerio de los Curros". Para él, estos souvenirs están sin duda vivos. Pero la expresión ha hecho fortuna y muchos son los que se acercan hasta aquí solo por conocer este particular contenedor que, de tanto en tanto, llama la atención de los medios. 

Las sucesivas ventas han ido descargando los recuerdos de la Expo: junto con los Curros quedan matrículas de los vehículos oficiales del recinto y grandes botellas de coca-cola. El 25 de aniversario de la Expo trajo una importante merma de balancines. El Ayuntamiento los expuso en la plaza de San Francisco, aunque en ese caso la partida había sido solo alquilada.

Para Alejandro, la Expo es un recuerdo vago: más que de los pabellones en sí, rememora el tremendo calor y a los sevillanos remojándose en los aspersores. Creció en casa bebiendo en vasos de la Expo y estudiando con grandes tacos de folios del pabellón de Japón. Estudió Farmacia y se dedicó a la investigación en Brasil, pero regresó a Sevilla para colocarse al frente del negocio familiar, levantado por su abuelo desde una modesta chatarrería que, con el tiempo, derivó en las antigüedades. 

Hoy, Romano es uno de los negocios de este tipo más importantes de España. Además de nacionales, hasta aquí se acercan muchos franceses y otros extranjeros que aprovechan sus estancias en la Costa del Sol para hacer razzias entre los muebles de época. Algunos pasean entre los Curros apilados sin ser conscientes de la importancia que tuvieron para los sevillanos. Alejandro sabe que, tarde o temprano, de aquellos cuatrocientos balancines no quedará nada en este enorme recinto; pero podrá contar a los nietos cómo la gente venía aquí a recuperar jirones de la memoria. A regresar siquiera un instante al año 92.

Romano Antigüedades custodia los entrañables balancines.
G. N.
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