Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El día que el odio dejó de funcionar en TV

MasterChef ha crecido anoche con el humor de Silvia Abril
MasterChef ha crecido con el humor de Silvia Abril
RTVE
MasterChef ha crecido anoche con el humor de Silvia Abril

El conflicto retiene nuestra atención. No es ningún descubrimiento que dedicamos más tiempo a aquello que nos enerva que a la inspiración que nos pacifica. Nos regodeamos en la gresca. Somos unos "morbosillos", que ironizaría con retintín Chicho Ibáñez Serrador. De hecho, en los platós de televisión se ha interiorizado como verdad absoluta que la pelea sube la cuota de pantalla. No es raro por tanto que el jurado de MasterChef  a menudo parezca enfadado con el mundo. Pepe Rodríguez, Samantha Vallejo Nájera y Jordi Cruz se han convertido en expertos en meter cizaña entre fogones. Por obra de la licencia dramática, claro. 

El talent culinario no arrancó con tanta agresividad. Pero la intensidad melodramática ha ido creciendo con los años para mantener el interés de un espectador cada vez más resabiado de la dinámica de MasterChef. Sucede en todo tipo de formatos del género del reality, aunque también en magacines de entretenimiento y hasta espacios de política. Pero en cualquier programa de televisión, como en una buena ficción, los malos deben de ser comprendidos. Si el público no entiende la motivación del berrinche, el espectáculo se desvirtúa. Más todavía si el mal rollo no está justificado y se nota forzado. Entonces la empatía salta por los aires. Ya hay suficiente tensión en las cocinas profesionales como para crear conflictos artificiales por miedo a una caída de audiencia. En realidad, así sólo se espanta a un público que ya no es como el de hace dos décadas.

La audiencia no quiere odio en la tele como antaño. En Masterchef  Sálvame lo están aprendiendo. Y sus contenidos se vienen arriba cuando juegan desde el sentido del humor. Como cuando aparece Silvia Abril a descolocar los guisos frente a los aspirantes a chefs, por ejemplo.

Ya pocos se sienten superiores al asistir desde el sofá de casa al sufrimiento ajeno. Ya no queremos odio en la tele como antes porque la bronca está omnipresente en las redes sociales. Y sin filtros. Y sin medidas. Twitter ha cogido el testigo de un ajusticiamiento colectivo en el que encima se puede participar activamente.

Cuando enciende el televisor, el espectador no quiere más melodrama de la humillación. Prefiere airearse y confraternizar con esa evasión que te produce sonrisas, que te emociona, que te implica. El público de hoy busca más conectar con la espontaneidad, asombro o capacidad del talento que irritarse con trifulcas. Tiene su explicación: nos rodea un vocerío constante. La gresca nos toca más o menos a cada uno de nosotros en la multipantalla que vivimos las 24 horas del día. Todos nos hemos ido convirtiendo en Risto Mejide y Risto Mejide ya ni siquiera es Risto Mejide.

Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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