Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué ha pinchado 'Baila Conmigo' en Cuatro, lo último de Nagore Robles

Nagore Robles, en las fotos promocionales de 'Baila Conmigo'.
Nagore Robles, en las fotos promocionales de 'Baila Conmigo'.
MEDIASET
Nagore Robles, en las fotos promocionales de 'Baila Conmigo'.

La sociedad que conectaba con Mujeres y hombres y viceversa ya ha crecido. Los años pasan para todos. Y las cadenas de televisión deben captar rápido cómo se relaciona la gente. En qué cambiamos, aunque en las motivaciones sustanciales no evolucionemos tanto como creemos.

Pero Mediaset sigue ofuscado en intentarlo con una mirada desfasada de la tele-realidad. Es la que controlan, con la que han liderado durante dos décadas. Pero deben refrescar su forma de entender el amor. Las nuevas generaciones se relacionan de otra manera y, por tanto, su apuesta diaria en Cuatro con Baila Contigo ha pasado desapercibida y ya va a ser retirada de la parrilla.

Se trata de otro formato de chicas y chicos con mucho rayo uva, mucha vestimenta ajustada y mucho gimnasio. Buscan el amor. O la fama. O las dos cosas juntas. Sin embargo, el programa se enfoca en un prisma antiguo de un romanticismo cargado de estigmas, celos y únicos cánones de belleza que están lejos de la sensibilidad social de hoy.

Los jóvenes actuales no se identifican con los roles de Baila conmigo: en gran parte, y aunque todavía queda mucho por avanzar, ya se sienten que viven en un país con gran diversidad de sexualidades y cuerpos. Incluso aprendiendo que el porvenir de una pareja fluye dándose espacio y no atándose en corto. En cambio, este espacio se limita a un perfil de protagonistas heterobásicos que impiden cosechar nuevas y modernas audiencias. Es hasta complicado diferenciarlos entre sí cuando no sigues de principio a fin el formato.

Entonces, ¿por qué funciona La isla de las tentaciones? La gran diferencia entre La isla de las tentaciones y ven a Bailar conmigo está en que el primero fomenta la imagen de docushow de ensueño, mientras que el de Cuatro está grabado en una escenografía planteada como un reality lowcost de 2006. Una casa fría con una luz blanquecina que remite a artificio. 

El público no quiere cobayas encerradas. Tras años de restricciones y un confinamiento, prefiere ser trasladado a paraísos a los aspirar. De ahí que La isla de las tentaciones destaque, ya que se viste como un épico documental rodado en un lugar al que te desearías ir, mientras que otro es una casa alquilada sin siquiera presupuesto para la decoración. Sólo falta paredes con gotelé. Para tapar las faltas.

Lo mejor del programa es su presentadora, Nagore Robles, que naturaliza lo que toca con una espontaneidad a prueba de realities shows de bajo presupuesto y previsibles protagonistas, que parecen que todos quieren ser iguales. Tal vez para cumplir ese patrón que piensan se espera de ellos para encontrar una validación pública tan desfasada como envenenada.

Al final, en la pantalla de 2022, estos programas sólo tienen sentido con personas que despiertan al espectador por su mundo interior. La popularidad postiza de gente supermaquillada e hiperpeinada ya está a un sólo clic en redes sociales como Instagram. Para realizar el esfuerzo de encender la televisión, el espectador requiere más verdad y menos clones aspirantes a influencer. De eso andamos sobraos por todas partes.

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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