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Johnny Depp, Amber Heard y el juicio del año... también en las redes

Los actores Amber Heard y Johnny Depp, en el octavo día del juicio.
EFE / STEVE HELBER

Quizá en ocasiones sea una idea perentoria desobedecer al poeta Gabriel Celaya y no "tomar partido hasta mancharse". Sobre todo en unos tiempos como los actuales: una época donde la megainformación da paso a grandes saltos al vacío por considerar que si todo es verdad, nada puede serlo. Esos saltos al vacío son, en este caso, posicionarse en redes en el juicio del año: el que enfrenta a Johnny Depp y a Amber Heard y en el que el actor pide a su expareja 50 millones de dólares por daños y perjuicios derivados de la pérdida de contratos -como el de la saga Piratas del Caribe-, mientras que Heard le ha contrademandado reclamando 100 millones por haber impulsado contra ella una campaña de difamación.

La aparente necesidad de defender a ultranza a un ídolo puede llevar a hacer una cantidad ingente de requiebros argumentales para no considerar la posibilidad de que, tal vez, ese ídolo, ya sea el intérprete de 58 años o la actriz de 36 recién cumplidos, no sea la persona que hemos construido en nuestra cabeza.

A veces en base solo a personajes que encarnaron y que marcaron la infancia cinéfila o por puras filias íntimas, las redes están siendo capaces de adoptar una postura radical, casi en el sentido etimológico de raíz, para enraizarse en uno de los dos bandos y desoír todo aquello que no conviene al posicionamiento que se ha tomado, no solo de este juicio, sino también del anterior que perdió Depp contra el diario The Sun en Reino Unido o el arresto de Amber Heard en 2009 por agredir a su entonces novia Tasya Van Ree.

O ni siquiera esperar a que acabe el juicio para dilucidar un veredicto: la capacidad de verlo y comentarlo en directo en las redes es un caramelo demasiado tentador para muchos usuarios. Un arma de doble filo, pues la urgencia e inmediatez de quien tuitea hace que se tomen testimonios de testigos como pruebas irrefutables o momentos de distensión en la sala como pruebas de la inocencia o culpabilidad de cada una de las partes, dependiendo de a quién enfoquen las cámaras.

En este apartado hay que hacer hincapié en la capacidad del meme para trivializar, para crear solo imágenes, para sacar de contexto. El meme, o lo viral en su sentido más amplio, está haciendo que se nuble y soterre la tremebunda cantidad de qué, por qué, cómo, cuándo y dóndes que se suceden en el juicio.

Johnny Depp utilizando los tiempos que no interviene para dibujar, las intervenciones entrecortadas de los abogados de Heard con la música de Curb Your Enthusiasm, una sonrisa de la actriz o incluso el actor visitando un hospital vestido del capitán Jack Sparrow  mientras estaba con ella no son muestras de la inocencia ni la culpabilidad de nadie. O, si acaso, de nadie más que de quien los utiliza, que quizá sin pretenderlo están convirtiendo un juicio de temas realmente serios en una especia de true crime de Netflix en directo y a diario.

Esto último hace que se banalice de alguna forma lo que debería ser el centro del debate, lo que debería primar en cualquier conversación sobre el juicio entre Johnny Depp y Amber Heard: la violencia. La enorme cantidad de violencias que se han dado entre ambos y que, más allá de que se trate de estrellas y esté saliendo a la luz pública, está cartografiada en nuestra sociedad como una meseta central, como algo inherente. O peor, como algo justificable.

Los dos hahtags creados ad hoc para defender a cada una de las partes, #IStandWithAmberHeard (Yo apoyo a Amber Heard) y el del actor, #JusticeForJohnnyDepp (Justicia para Johnny Depp), suelen matizar, en el mejor de los casos, evidencias de que para ninguno de los dos aquella era una relación sana sino que estaban inmersos en un idilio de lo más tóxico y sobre el que tomar partido significa estar a favor de ciertas prácticas totalmente nocivas.

Estamos hablando de que hay mensajes que hablan de que la otra persona estaría mejor muerta, de defecar en la cama de la otra persona, del consumo indiscriminado de sustancias y los comportamientos posteriores, de infidelidades, de regalos maquiavélicos y, por supuesto, de golpes. Incluso si una de las dos partes en algún momento las ha fingido, es una violencia por su parte, si bien es difícil creer que, tras más de dos semanas de juicio, dentro de todo lo que se ha contado algo no sea cierto.

Y aunque así lo fuera. Tanto si se prueba la inocencia de una parte y la culpabilidad de la otra o si las justicia dictamina que ha habido malos tratos tanto del actor como de la actriz o de ninguna, se nos ha olvidados que estamos hablando de personas de carne y hueso. Más ricas o más privilegiadas, eso da lo mismo. Si se nos llena la boca hablando de salud mental no se puede pensar que nuestras palabras no pueden tener consecuencias: quizá no la de una sola persona, pero sí la de 100.000 o más usuarios yendo a la yugular tanto de Amber como de Johnny sin que se haya probado nada.

Como también ha afectado a sus carreras: la de Depp, perdiendo millones después de que Disney dejase de contar con él para las secuelas de Piratas del Caribe; la de Heard, con una de las campañas más votadas y compartidas en la historia de la web change.org, donde más de tres millones y medio de personas ya han votado para que eliminen su personaje de Meera de Aquaman 2.

Un precio que quizá se antoje muy pequeño para quien sigue este juicio desde el sofá de su casa. Un juicio que se ha convertido en dos: el que ellos protagonizan en la sala y en el que son meros personajes en una pantalla.

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