Los animales han formado parte de nuestra vida desde los primeros momentos que se conocen de la historia de la humanidad. Así lo podemos saber gracias a cómo el ser humano ha plasmado a los animales a través del arte, con pinturas y esculturas, a lo largo de la historia. Desde las culturas primitivas y hasta nuestros días, perros, gatos y caballos, entre otros, han formado parte del arte que conservamos en los museos. Pero, ¿cuánto conoces sobre el arte animalista?
El arte animalista es la representación de animales en el arte que se puede realizar a través de la pintura, la escultura, la joyería y la fotografía. En la jerarquía de géneros, la pintura animalista y la escultura animalista se les supone un valor inferior a la representación de la figura humana y se suele relacionar con la representación del paisaje y de los bodegones, a pesar de ser un género muy amplio y antiguo.
De hecho, la animalística es el arte más antiguo que existe, remontándose a las primeras representaciones del arte rupestre y del arte mobiliar paleolítica, siendo ejemplos de ello la Cueva de Lascaux (en Dordoña, Francia) y la Roca de Sers (Charente, Francia).
Su evolución en la pintura a lo largo de los años
Encontramos pinturas con animales a lo largo de la historia, siendo en algunos momentos mucho más importantes que en otros. Por ejemplo, en las culturas mediterráneas antiguas, en concreto en el Antiguo Egipto, los gatos eran dibujados y esculpidos con mucha frecuencia, ya que lo veneraban. Era un animal asociado con la protección al que asemejaban al león, quien sería el dios del sol, Ra.
También griegos y romanos dedicaron parte de su arte a los animales domésticos, en especial a caballos y leones. Dédalo, Pasífae y la vaca de madera, en un fresco popeyano de la Casa de los Vettii es uno de los ejemplos donde podemos ver uno de estos animales; también vemos a guerreros luchando contra leones en algunos frescos de Mérida o cazadores matando ciervos en el Mosaico de Zliten.
Pero quizás fue a partir del Renacimiento cuando empezamos a ver escenas en las que los animales, a pesar de ser un elemento distractorio en los cuadros, ocupaban gran parte de los mismos, como en El hijo pródigo en el establo, de Rubens (1618), donde los caballos y camellos ocupaban la mayor parte del lienzo.
Además, es la primera vez donde encontramos escenas protagonizadas por perros o caballos, como en Perros peleando de Frans Snyders o el Concierto de aves, de Jan Fyt (1658), algo que siguió ocurriendo en la pintura barroca.
Con algunas figuras notables precedentes en el siglo XVIII, como los caballos de George Stubbs, o el enigmático Perro semihundido de Goya, es a partir del romanticismo cuando la representación de los animales adquiere valor como tema pictórico en sí mismo. Esto se tradujo en la aparición de pintores dedicados a este tipo de arte, como Gericault (cuyo amor por los caballos le llevó a la muerte) o Delacroix.
Pintores animalistas españoles
En la pintura animalista española podemos destacar tres grandes figuras: Pablo Picasso, Velázquez y Goya. El primero, aunque no es famoso por su faceta animalista, hizo grandes aportaciones a este género, empezando por un sencillo y fino boceto de una paloma blanca que pintó como símbolo de la paz encargado por el Partido Comunista de España (PCE) del cual era filiado.
Sin embargo, sus pinturas animalísticas no quedaron en aquel encargo. El pintor era un gran amante de los perros, de hecho, siempre estaba acompañado de su perro salchicha, Lump, mientras trabajaba. De esta pasión nacieron multitud de obras, entre ellas la conocida obra Niño con un perro (1905).
Por otro lado, Velázquez y Goya, dos grandes pintores españoles conocidos a nivel mundial, también dedicaron parte de su trabajo a los animales. De hecho, en sus pinturas vemos como los perros aparecen mezclados en la vida de la aristocracia española siendo ya entonces, uno más de la familia.
En multitud de sus famosos cuadros han retratado a los miembros de la nobleza junto a sus adoradas mascotas. Ejemplo de ello es el cuadro Las meninas de Velázquez, donde vemos representado un hermoso ejemplar de mastín, quien aparece como símbolo de protección y lealtad.
En el caso de Goya, podemos destacar su reconocida obra Dos muchachos con mastín, donde vemos a dos niños jugando alegremente con un enorme ejemplar de perro mastín.
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