Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

A Sánchez le muerden la mano

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso
Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso

No está claro si estamos ante una gravísima crisis de Gobierno que acortará la legislatura o frente a una bronca sideral de Unidas Podemos para atornillar a Pedro Sánchez a cuenta del caso Pegasus, intentando que caiga la directora del CNI, Paz Esteban, o la propia ministra de Defensa, Margarita Robles. La deslealtad de los socios de coalición es enorme y en circunstancias normales, que en España hace tiempo que no se dan en ningún rincón, el presidente los expulsaría del Ejecutivo o los morados en coherencia con su indignación, dimitirían. Pero no sucederá ni lo uno ni lo otro. 

Sánchez aguantará impertérrito a que pasen las turbulencias del espionaje, del que tanto él como la titular de Defensa también han sido víctimas. Y por parte de UP, lo último que quieren es un adelanto electoral. Con su sobreactuación se hacen un pésimo favor, que sobre todo perjudica a Yolanda Díaz, cuyo proyecto puede morir antes de nacer. En lugar de hablar de los buenos resultados en el empleo, no hay más tema que el desquiciado asunto de las escuchas para mayor satisfacción de los separatistas y la oposición.

Sánchez aguantará impertérrito a que pasen las turbulencias del espionaje

El Gobierno no caerá porque ERC lo quiera, sus 13 votos no alcanzan a tanto, y no van a sumarse tampoco a una moción de censura de las derechas. En realidad, los republicanos no votaron a favor de la investidura de Sánchez, sino que se abstuvieron y solo han sido socios a medias. Lo único importante es que aprobaron los Presupuestos, pero se han desmarcado en otros temas relevantes, empezando por la reforma laboral, mucho antes de que montasen en cólera por el supuesto caso del espionaje masivo. Con la concesión de los indultos en 2021, el Gobierno logró guardar en un cajón la agenda de los independentistas. 

La mesa de diálogo se constituyó sin la participación de Junts, pero no se reúne porque el Gobierno ni quiere ni puede autorizar un referéndum. En ERC ya lo sabían, pero entonces les convenía la comedia de la negociación y, ahora, a un año de las municipales, en medio de unas circunstancias económicas adversas, prefieren volver al discurso del enfrentamiento: el relato de que el diálogo no fue posible por culpa de España.

Sánchez siempre ha tratado a los independentistas con guante de seda: les concedió los indultos, cambió el Tribunal de Cuentas para que no embargase los bienes a los condenados por el procés, la Abogacía del Estado no exige que se cumpla la sentencia sobre un mínimo de 25% de castellano en la escuela, etc. Pero estos se lo devuelven mordiéndole la mano, y Pere Aragonès dice haber perdido toda la confianza en él. En política hay que hacerse respetar, y los votantes socialistas pueden hacerle pagar a Sánchez el espectáculo de que siempre acabe poniendo la otra mejilla.

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