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Ay Mariñas, mucho más que un cronista rosa

Jesús Mariñas era uno de los últimos sabios de este corazón que cada dos por tres parece entrar en parada. Tenía un carácter endiablado, sí, pero sabía frenar a tiempo. 

Disfruté de sus años gloriosos cuando siendo todavía muy joven acudía todos los jueves a Tómbola para verle trabajar de cerca. Allí aprendí que no había pregunta incómoda, sino respuesta inapropiada.

Jesús tenía una memoria envidiable, era capaz de explicar anécdotas imposibles de esas múltiples vueltas por el mundo que le permitieron codearse con los más grandes de todos los ámbitos. Políticos, empresarios y artistas le temían tanto como le querían. Jesús era de todos y de ninguno.

Mariñas fue fundador o pionero entusiasta de esta prensa rosa que hoy llora a un maestro de la televisión mordaz, pero también de la buena escritura. 

Hacía las mejores crónicas, las más incisivas, pero también las más sinceras. Fue el verso suelto al que todos admirábamos, una enciclopedia andante al que los advenedizos recurríamos para completar informaciones. Siempre estaba dispuesto a echarte un cable, a darte luz en los momentos complicados.

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