Helena Resano Periodista
OPINIÓN

El botón de la adolescencia

Adolescentes con móvil
Adolescentes con móvil.
Europa Press
Adolescentes con móvil

Ya sabíamos que la adolescencia es un campo de minas en la relación con nuestros hijos, que en cuanto entran en esa etapa de su vida, las relaciones con ellos sufren un auténtico seísmo. Que hay que tomarse cada gesto, cada palabra, cada silencio con muuuucha paciencia. Pero ahora, un estudio científico ha puesto en evidencia a ese proceso. Asegura que los chicos y chicas de 13 años sufren una especie de mecanismo neurológico por el que su cerebro se desconecta directamente de la voz de su madre. El estudio dice de su madre porque solo les han preguntado por ella, pero esto se puede aplicar perfectamente a ellos. A los padres corresponsables que están también involucrados en la educación de sus hijos.

Y confirma ese proceso tan doloroso que es comprobar que tu hijo o tu hija, ese niño al que le encantaba hacer planes contigo, deja de interesarse por lo que dices

El estudio lo ha hecho la Universidad de Stanford. Y confirma ese proceso tan doloroso que es comprobar que tu hijo o tu hija, ese niño al que le encantaba hacer planes contigo, que te contaba con detalle cada cosa que le había pasado en el colegio, de repente, deja de interesarse por lo que dices, por lo que le cuentas y deja de responder a tus preguntas. Es como descubrir a un desconocido o desconocida, y para muchos padres, es una etapa de conflictos y sufrimiento. "Tú no sabes", "es que no me entiendes", "mamá, por favor, deja de preguntarme", son frases que seguramente les suenen. Padres y madres que se desesperan porque los silencios, la apatía, la desidia en esa relación, que hasta ese momento era casi de admiración, ocupa el día a día.

Sus consejos o advertencias dejan de registrarse como algo seguro y es más gratificante para ellos escuchar otras voces

Los investigadores han constatado que, a partir de esa edad, 13/14, lo que dice la madre (insisto en que el estudio solo lo han hecho con las madres, han obviado a los padres, algo, sinceramente, flagrante) deja de dar seguridad, o de ser reparador: sus consejos o advertencias dejan de registrarse como algo seguro y es más gratificante para ellos escuchar otras voces, casi siempre externas a su círculo. Es su despertar al mundo, descubrir que su burbuja es eso, una burbuja y que fuera hay muchas más cosas. Cuánto de lo que descubren ahí fuera puede ser tentador o peligroso es parte de la responsabilidad que van asumiendo y que no deja de preocupar a los padres. No dejas de sentir que su ‘despertar’ entraña riesgos y estás ahí, vigilante, observando, viendo cómo reacciona, con quién va, qué le interesa de repente que hasta ahora ignoraba… Y con toda la delicadeza del mundo preguntas, te interesas por con quién va, qué ha hecho, qué ha visto hoy en el ordenador, cómo han ido las cosas en el colegio… Y detectando cuánto calla, cuánto oculta, o cuánto miente. Porque las mentiras también aparecen en esta etapa.

No sé si hay consuelo en confirmar que en todo esto hay una reacción neurológica. En lo que sí hay cierta luz al final de este túnel es que esto de la adolescencia también se pasa. El truco está en que sea con el menor destrozo posible. 

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