Borja Terán Periodista
OPINIÓN

3 mentiras clásicas sobre Eurovisión: las desmontamos

Chanel en uno de los ensayos de Eurovisión
Chanel en uno de los ensayos de Eurovisión
RTVE
Chanel en uno de los ensayos de Eurovisión

Nació como una competición entre televisiones europeas en 1956 y se ha terminado convirtiendo en el talent show más grande del mundo. Su éxito se mantiene intacto porque, durante estas seis largas décadas, Eurovisión ha sabido crecer a tono con la evolución de su tiempo. Ha sabido incorporar la evolución de la técnica y ha ido desaprendiendo con su audiencia prejuicios que nos separaban más que unirnos. Su escenario se ha convertido en sinónimo libertad sin esnobismos. 

Así, mientras otros festivales como la OTI se iban quedando desfasados, Eurovisión mantiene sus altas audiencias, como emisión no deportiva más vista del año y como uno de los eventos más comentados en redes sociales. De hecho, en Twitter la conversación global sobre Eurovisión se duplicó de 2019 a 2021 y creció un 93 por ciento en España en el mismo periodo. Somos uno de los países que más comenta el festival. Pero todavía sobre Eurovisión pesan mitos falsos que derribar. Lo diferente siempre se mira con cierto desdén por aquellos que quieren sentirse parte de la élite o, simplemente, evitan conocer aquello que desconocen:

1. "En Eurovisión no ganan los buenos, el voto es político". Falso.

Lejos quedan aquellos años en los que los países hermanos se votaban entre sí, dejando fuera a aquellos estados que no tenían 'tantos' amigos en el mapa. El comentarista Uribarri jugaba en directo a adelantar al voto de los jurados de cada estado. Solía acertar. Él se lucía, aunque Eurovisión se torcía previsible. La UER cambió la mecánica para que el programa siguiera vivo. Ya no sólo votan personas designadas por cada cadena y el público también participa a través del televoto. Sólo con observar resultados de los principales ganadores de Eurovisión en los últimos tiempos es fácil desmontar el mito de la estrategia geopolítica. Es evidente que cuando existe una brillante candidatura, gana. Y poco importan los países vecinos. 

Pero ser buena candidatura significa contar con una representación de calidad musical y, también, escénica. Porque Eurovisión no es un festival sólo de canciones, es una competición entre televisiones. Lo que se traduce en que cada canción debe ir unida a un buen concepto escénico que impulse a través de la tele el mensaje de los intérpretes. Que genere también empatía. Así lo evidenciaron las representaciones ganadoras de Turquía en 2003 con Sertab Erener - cantó "Everyway That I Can"-, Loreen de Suecia, con su "Euphoria" en 2012 o los propios Måneskin en el pasado año. No triunfó por amigos, ganó porque atesoraban un producto de éxito global que destacó en la pantalla en la que vivimos. Este año, Ucrania viene con la empatía ganada por la trágico ataque que están sufriendo por parte de Rusia, pero son competitivos porque su candidatura es especial. Da luz a la noche.

2. "Eurovisión es una horterada". Falso.

Es la crítica más fácil a Eurovisión. Siempre se repite: es una horterada. En plan mal, claro. Porque somos muy de decir cómo debe vestir la gente. Cuando el éxito de Eurovisión justo está en que se ha convertido en refugio para que no te digan cómo debes actuar y dejes fluir tu fantasía. Si el eurofestival se mantiene en buena forma porque ha sabido ir por delante de los prejuicios sociales. También en lo que a creatividad se refiere.

Ante sociedades que discriminan a los que se salen del patrón imperante, Eurovisión representa el siéntete libre para crear."

Ante sociedades que discriminan a los que se salen del patrón imperante, Eurovisión representa el siéntete libre para crear.  Cuando festivales como la OTI se quedaron desconectados del público con cantantes hablando de las mismas ataduras del amor, Eurovisión ha confiado en la inteligencia del espectador. Un público que no quiere ver siempre lo mismo. Un público que incluso celebra que le desafíen sus pensamientos. Un público que, en definitiva, quiere descubrir. También las formas de narrar las historias.

En este sentido, Eurovisión ha entendido en las últimas décadas la crucial cualidad de atreverse a incorporar adelantos tecnológicos y nuevos diálogos audiovisuales. Aunque cierto que en los últimos años ha bajado su riesgo, en general el eurofestival ha actualizando y enriqueciendo su base original como concurso, que sigue intacta y no tiene fecha de caducidad: un ágil desfile de canciones separado por las postales previas a cada actuación y con el carismático recuento final de fotos. Épico.

Algunos han confundido horterada con libertad de creación. Suele pasar. Pero si analizamos el grueso de participantes de su historia, en general, Eurovisión cobija más vanguardia con lo que se entiende socialmente como horterada. O si no recordemos Bélgica en 2015 con Loïc Nottet y su televisiva"Rhythm Inside".

3. "En Eurovisión triunfa lo excéntrico, no la música". Falso.

En la línea del prejuicio de horterada como término despreciativo para sentirse superior al resto, muchos interiorizaron que para ganar Eurovisión había que llevar un tema 'festivalero'. De esta forma, se creó un término que en realidad es vacío: ¡EUROVISIVO" Y así se han compuesto canciones "Frankestein" mezclando los supuestos clichés que debe tener una canción para ser ¡Eurovisiva! y destacar en el eurofestival. Error.

El 'brilli brilli' por sí mismo no se sostiene. Lo excéntrico no suele ganar Eurovisión si existe una buena propuesta. En Eurovisión triunfa el buen producto, ese tema que no imita y que cuenta una historia con una autoría aplastante. Al final, lo importante para brillar es plasmar y proyectar bien el talento musical a través de una calculada realización televisiva, en donde se mezcle luz, movimiento, miradas y mensaje. Por eso mismo, uno de los ganadores más carismáticos y más recordados de Eurovisión será siempre Salvador Sobral. No tenía parafernalias excéntricas, pero sí contaba con una sensible canción y un apabullante carisma que la delegación de Portugal supo envolver para impulsarlo.

Porque aunque el propio Salvador Sobral diga que su música no es fuegos artificiales, lo cierto es que su puesta en escena en Eurovisión fue decisiva para que su canción trasmitiera tanto.

En vez de dejar a Sobral en el escenario principal de aquel Eurovisión, se optó con ingenio con ponerle en una plataforma entre el público del auditorio. Así se destacó su carisma. Se huyó de aderezar la interpretación con la obvia pareja de bailarines, por ejemplo, que hubiera distraido y roto el clímax de "Amar Pelos Dois", para situar al cantante rodeado del emocionado calor del público en el auditorio. La energía de la gente fue lo que dinamizó e hizo hogar alrededor de Sobral sin necesidad de figurantes. De esta forma, se potenció la sensibilidad del tema junto a una realización de cámaras que retrataba con tal armonía la interpretación del cantante que transformó la hipnótica expresividad de Sobral en los mayores fuegos de artificio posibles.

Eso es Eurovisión cuando destaca: la televisión que huye de etiquetas y pone la creatividad al servicio de la música y sus intérpretes. Permitiéndoles ser, permitiéndoles intentarlo. Y conseguirlo sin la errática obsesión de intentar contentar a todo el mundo. Incluso sin ansiar que todo el mundo los entienda. Porque jamás entenderemos todo en la vida. 

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Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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