Entrevista | Juan Aparicio Belmonte: "Una cosa es la ideología y otra la persona y sus afectos"

Juan Aparicio Belmonte, en las instalaciones de 20minutos.es, junto a una de sus viñetas.
Juan Aparicio Belmonte, en las instalaciones de 20minutos.es, junto a una de sus viñetas.
JOSÉ GONZÁLEZ
Juan Aparicio Belmonte, en las instalaciones de 20minutos.es, junto a una de sus viñetas.

Cuando al joven Juan Aparicio Belmonte (también conocido como Superantipático, viñetista de 20minutos) le dijeron que se iba de intercambio a aprender inglés, pensó que sería algo sencillo, pero acabó por recalar en un lugar que se le hizo parecido a Marte. 

Un lugar que, pasado por el tamiz del tiempo, el humor y las reflexiones, acabó convirtiéndose en Pensilvania (Ed. Siruela), su última novela, que narra su estancia con una familia ultraprotestante cuya matriarca murió, un hecho que dio pie a la novela y que abrió el recuerdo, desatando este repaso vivencial. 

Este libro parte de un hecho biográfico, a partir del que se desarrolla la historia, ¿no? Parte de un hecho biográfico crucial que es una estancia durante un año al final de mi bachillerato en Estados Unidos por un programa de intercambio, por el que venía una chavala a mi casa y yo iba a una casa norteamericana. Y a mí me tocó en una familia ultra protestante. Yo creía que lo que el programa de intercambio significaba es que yo iba una familia parecida a la mía pero que hablaba en inglés.

Y no fue así... Lo que me encontré es que me iba casi a Marte. Es decir, los referentes que tenía de España saltaron por los aires y tuve que aclimatarme a un a una familia totalmente distinta a lo que estaba acostumbrado. Mis referentes eran el catolicismo en términos religiosos, aunque mi familia era muy poco religiosa, y claro, los protestantes son otro otra dimensión, por lo menos para lo que yo conocía.

¿Le marcó mucho? Si vas con 25 años, pues supongo que tendría una importancia relativa, pero con 16, que todavía no estás hecho, aquello supuso un cambio que yo creo que ha condicionado mi forma de ver la vida, porque era una familia como muy amorosa, muy cariñosa, pero a la vez estaban un poco pirados, por decirlo así, mal y pronto.

Y durante su estancia, su anfitriona murió, ¿cómo era? Sí, pasó poco después de entrar a vivir con una señora que estaba todo el día hablando del infierno. Protestaba contra determinadas medidas del Gobierno norteamericano y estuvo en la cárcel un par de semanas por encadenarse a una clínica donde se practicaban abortos. En esa familia consideraban que la vida se dividía en dos tipos de personas, los que van a ir al cielo, que eran ellos y cuatro más, y los que íbamos a ir al infierno que éramos todos los demás, al margen de que te portaras bien, mal.

Y sin embargo, le guarda cariño, ¿no? Claro, porque fue como si hubiera sido mi madre, al menos durante ese tiempo. Sí, porque una cosa es la ideología y otra cosa es la persona y aunque una ideología pueda ser perjudicial, los afectos van por otro lado. Fue un pequeño terremoto emocional.

¿Tiene notas de aquella época o ha tirado simplemente de recuerdos? Tengo cartas que mandaba a mi familia española, pero no, no las he consultado.

¿Cómo ha conjugado esa parte real con la parte novelada? Pues buena pregunta... Es una novela basada en hechos reales y puede haber por ejemplo algún personaje que sintetiza dos o tres reales y algunos elementos están trastocados para que funcione la parte emocional de la novela. Lo importante es la emoción o el efecto que causa más que la anécdota en la que se basa. He construido una novela a partir de mis vivencias.

¿Qué pensaría en Rebecca, la mujer que murió, de este libro? Yo creo que algunas cosas no le gustarían. Es un manifiesto, y hay un cariño y una deuda de afecto con ella, pero también pongo, digamos, negro sobre blanco.

Juan Aparicio Belmonte, junto a su libro, 'Pensilvania'.
Juan Aparicio Belmonte, junto a su libro, 'Pensilvania'.
JOSÉ GONZÁLEZ

Están los que fueron mis conflictos durante esa convivencia, que al final eran conflictos casi materno-filiales, como esa madre que quiere que sus hijos sigan una senda. Y aunque siga habiendo afecto entre ellos, el chaval no entra por esa senda y en eso se resume al final, en esos 11 meses y en que yo no acabé entrando por el cauce que ella me marcaba.

Para ella todo tenía un significado relacionado con la voluntad divina. Ella tenía la impresión de que estaba en su casa para que ella cumpliera la misión de salvarme a mí y que yo viniera aquí [a España] y salvar a todo el mundo. Así que todo esto lo vería con un poco de frustración, seguramente.

Durante el libro hay muchas reflexiones vitales, ¿las incluyó de forma consciente o surgieron mientras escribía? Pues las dos cosas. Yo creo que surgen a medida que las voy escribiendo, pero están dentro de mí porque si no, no pueden salir.

La novela combina lo que es narración pura de sucesos con reflexiones vitales al hilo de esos sucesos. Al final es una novela sobre la construcción de la propia personalidad de un individuo que, en este caso soy yo.

Así que no es de premeditar... Se suele decir que hay dos tipos de escritores, el que escribe con mapa, que de antemano se hace esquemas muy claros para saber qué camino va a seguir, y el que escribe con brújula, que va un poco dejándose llevar con un horizonte más o menos claro. Pues así está un poco hecho este libro.

Hay un momento en el que describe cómo preparan para llevarse un cadáver y del trauma que eso le pudo causar. ¿Estamos poco preparados para la evidencia de la muerte? Estamos poco preparados. Es el conflicto sustancial que tenemos los humanos: cómo nos enfrentamos a la muerte, no solo a la nuestra, sino a la de los demás.

¿Por qué hablamos siempre bien de los que mueren? Porque los demás, cuando mueren, dejan de molestar y se les idealiza. En realidad es una reacción muy natural porque cuando alguien muere te das cuenta de que esa persona ya no va a generarte ningún conflicto y entonces solamente ves el lado positivo.

De eso va esta misma novela, porque de pronto, cuando esta mujer muere, la dimensiono y me doy cuenta que en el trayecto de vida que compartimos fue una persona que, sobre todo, me dio afecto, aunque tenía una forma peculiar de estar en la vida. Si siguiera viva, pues seguramente estaría pensando en el lado negativo de la experiencia.

Habla de que la vida se vuelve aburrida en la edad adulta, ¿es su caso? ¿Cómo podemos combatir eso? No, no es no es mi caso... Cuando un niño sale por la mañana de casa, lo mismo con 8 años, ese día va a durar casi tanto como 10 años en la vida de un adulto. Sale por la mañana, se encuentra con sus amigos con inmensa alegría, le ponen un castigo y lo vive como si le fueran a llevar a la silla eléctrica... en fin, las vivencias de un niño en un día, en términos emocionales, es tan rica, como diez años en la vida de un adulto.

¿Recuerda así su infancia? Recuerdo ir al despacho del director y avanzar por el pasillo como si estuviera en el corredor de la muerte y luego, cuando el director no estaba en su despacho y me decían “vete a casa” y al día siguiente no pasaba nada, pues era como si me hubieran dado un indulto.

¿Y cómo hacemos para no perder eso? Yo creo que es conveniente perderlo, porque esa, ese esa vida tan emotiva es propia de nuestra prehistoria, cuando un adulto se mantenía en un estado de supervivencia donde las emociones seguían a flor de piel porque cada día te jugabas la vida.

¿Y si no se pierde? En el libro digo que el único que lleva a cabo ese tipo de vida es gente como Pablo Escobar, el famoso narcotraficante, cometiendo atrocidades y a la vez viviendo al límite.

También hay mucho humor en la novela, ¿es para compensar la intensidad de lo vital? Si no hubiera humor, la novela sería incluso sórdida. El humor aquí no solo empasta con lo vital, es que es condición sine qua non para poder contar esto.

¿Algún ejemplo? En la novela cuento una visita hospitalaria donde estuve cerca de irme al otro barrio por una miocarditis vírica y eso está contado con humor, pero en el momento que me que me ocurrió no era nada gracioso. Pero con humor, es una manera de digerirlo y pasar página.

Está contada también una agresión que me ocurrió en los años 90, cuando me mandaron al hospital unos vándalos ahí, en la plaza de Cubos, y una serie de cosas que yo creo que solo con humor se podrían contar.

Así que el saldo es positivo, ¿no? Pretendo estar en una línea donde celebre un poco la vida. Puedes hacer como Ingmar Bergman y deprimir al espectador o intentar ir hacia una vía un poco Woody Allen, que narra lo mismo que Bergman, pero con distancia y tomándolo un poco a guasa. Así te das cuenta de que tampoco es para tanto. Como dice Woody Allen, la comedia es tragedia, más tiempo.

Da usted clase en una escuela de ideas y de escritura creativa, ¿la creatividad se puede aprender o entrenar? La podemos entrenar, sin duda. Se entrenan las cualidades o los talentos que uno tenga, porque también creo que hay una cosa innata. Pero lo que me ha enseñado dar clases de escritura creativa es que nunca puedes prejuzgar a ningún alumno, y hay gente que te viene y crees que no valen y de pronto un día les cambias el registro y te vienen con un relato que te que te deja asombrado. A veces solo necesitan encontrar una puerta que abrir.

Hay un momento en el que se contrapone la idea de Dios y la del amor adolescente, por esta chica de la que se enamoró y que producía ciertas reacciones en su cuerpo. ¿Debería ser compatible la creencia en Dios con esa incipiente sexualidad? Hombre claro, es que la sexualidad al final, si eres creyente, no deja de ser una creación también divina, ¿no? Ahí lo que contrapongo es la distracción que suponía en términos de todo tipo, sexuales, hormonales, etcétera, para el chaval que era yo, esa chica, frente a la idea que tenía la familia de que yo debía estar todo el rato pensando en Dios. Pero al final la chavala resultaba mucho más real que Dios.

Hay un pasaje en el que dice que "la poesía ablanda el corazón de las doncellas", ¿se Liga mucho con la poesía? Depende de quién sea la chavala. Si no le gusta nada ni leer, ni la poesía, pues lo tienes complicado, porque no vas a ser su perfil más adecuado.

Pero bueno, la poesía, o por lo menos hablar bien y ser un poco lírico cuando estás con la chica con la que quieres intimar pues se supone que sí, que sirve.

Cambiando de registro, hace usted viñetas en 20minutos con el nombre de Superantipático, ¿por qué ese pseudónimo? Cuando era un chaval empecé a hacer graffitis y un amigo que se llamaba Javier y el segundo apellido empezaba por "tu", y entonces firmaba Jatu. Y mi primer apellido es Aparicio, así que puse "Apátiko". Y cuando empezó internet me di de alta en no sé en qué foro y puse "Apático" y ya estaba cogido, así que puse "Antipático", pero también estaba cogido, las redes están llenas de pirados, así que puse "Superantipático". Y como a la gente le hacía gracia lo fui adoptando para otras cosas, pero no expresa mi personalidad, salvo en la intimidad.

¿Cómo es tu proceso para crear las viñetas que publica en 20minutos? Me pongo a leer y escuchar la radio en cuando se me acerca la el día de hacer la viñeta y también para que el tema esté pegado un poco a la actualidad. Lo importante es intentar que se me ocurra una idea para luego pensar en cómo plasmar esa idea en un dibujo. Lo más difícil y lo que más vértigo genera es eso, encontrar esa primera idea.

¿No le asusta que se acerce el plazo de entrega? Eso también le da vidilla y emoción, ¿no? A veces con la emoción es como te surgen las ideas, con la adrenalina. Y cuando ya tienes la idea solo falta el dibujo. Y el dibujo me cuesta, no porque no soy dibujante profesional.

Isra Álvarez
Redactor '20minutos'

Redactor especializado en Televisión, Cultura y Espectáculos, con 19 años de experiencia. Locutor, colaborador televisivo y actor. Licenciado en Ciencias de la Comunicación en la CEU. He escrito guiones de cómic de humor, así como blogs sobre realities, además de en otros campos como la Historia y Fuerzas Armadas.

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