Juanma Moreno, el hombre que arponeó a la ballena blanca

Ilustración del candidato del PP a las elecciones de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno
Ilustración del candidato del PP a las elecciones de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno
Henar de Pedro
Ilustración del candidato del PP a las elecciones de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno

Hubo un tiempo en que ser 'popular' en Andalucía era lo segundo peor que se podía ser en España; lo primero era serlo en el País Vasco, por razones obvias. Contra el todopoderoso 'SOE' de Chaves y compañía se había hecho de todo, probablemente amarres y rituales también. Pero cada cuatro años aquellos tipos de la chaqueta de pana y la foto de la tortilla, ahora con coche oficial y buenos trajes a medida, volvían a dar sopas con honda a los 'pérfidos señoritos'. Andalucía era la tumba del 'pepero'.

Para lograr lo imposible, el PP andaluz pasó cuarenta años luchando denodadamente contra la ballena blanca. Siempre se les escurría, incluso aquella vez en 2012 en que Javier Arenas logró avistarla y hasta darle un pase. Pero justo cuando todo parecía perdido, se obró el milagro. El arponero fue, además, quien menos se esperaba. De ser una novela, comenzaría así: "Llamadme Juanma".

Es precisamente lo que dijo a los periodistas Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970) cuando salió investido presidente. Llegó a la Presidencia de rebote y sin alharacas, como el chico comedido de barrio que era. Su pasado neutro, su total normalidad, eran su aval frente a una imagen demonizada del votante y el político de derechas en Andalucía. Ahora, tras cuatro años en la oposición y otros cuatro en el Gobierno, Moreno ha hecho de la marca ‘Juanma’ un valor propio al alza, hasta el punto de opacar las siglas del PP. Los muchos que se llevaron las manos a la cabeza y protestaron sotto voce hoy no tienen más remedio que rendirse a la evidencia.

Moreno proviene de gente llana y esforzada de Alhaurín el Grande, tenderos y jornaleros, muy alejadas del cliché de Don Guido ("un señor, de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero") con que se asoció durante décadas a los conservadores andaluces. Sus padres emigraron a Cataluña y el pequeño Juanma nació en el Día del Trabajador y residió unos meses en Esplugas de Llobregat, mediano de dos hermanas, Lola y Cristina.

Regresaron a Andalucía, a Málaga y vivieron de los réditos de la emigración hasta que un golpe de suerte les trajo un premio de la Lotería con el que prosperar. Moreno estudió en el IES Giner de los Ríos, en el popular barrio del Humilladero, donde regresó el 25 de mayo: "Yo he sido presidente de la Junta estudiando en este cole, así que vosotros podéis llegar a ser presidente, empresaria, lo que queráis cada uno de vosotros", le dijo a los niños.

Al tiempo que estudiaba en la Universidad Laboral de Málaga, componía canciones para una banda del corte de Danza Invisible y se iniciaba en política. Un mitin de José María Aznar en la plaza de toros de La Malagueta lo impulsó a sumarse a Nuevas Generaciones. Eso fue en torno al año 90, el mismo en el que Chaves aplastó al PP de Gabino Puche con 62 escaños frente a 26. Por entonces, las mayorías eran así: apabullantes.

Con 22 años, ya era presidente de Nuevas Generaciones en Málaga y con 27 del nacional. Le tocó vivir de cerca el asesinato de Miguel Ángel Blanco, compañero en las juventudes. Luego, su carrera prosiguió por las cauces esperados: concejal en Málaga, diputado en el Parlamento Andaluz, diputado ‘cunero’ en el Congreso por Cantabria, secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, y finalmente presidente y candidato del PP andaluz. Entre medias, se casó con la granadina Manuela Villena, con quien tiene dos hijos.

De las dudas a la consagración

Moreno tomó el testigo de manos de Juan Ignacio Zoido, que hizo de puente con Javier Arenas, tras su renuncia en todo lo alto. Arenas llevó al PP-A a ganar sus primeras elecciones regionales. Una victoria, más que pírrica, amarga e impotente. Cincuenta escaños históricos que no sirvieron para desalojar al PSOE. Muchos dudaban dentro del partido de que el desconocido Juanma, tan correcto y aparentemente poco carismático, pudiera impulsar al PP otro puñado de escaños. Pero el propio Arenas, entre otros, avalaba la apuesta. El fracaso de 2015 no les desalentó: Moreno había tenido pocos meses para darse a conocer tras el adelanto electoral dictado por Susana Díaz.

Sin embargo, tras casi cuatro años en la oposición, haciéndose reconocible para los votantes con sus chalecos acolchados sin mangas y su rostro afable de eterno universitario, las elecciones de 2018 trajeron el peor resultado del PP-A: apenas 750.000 votos. Curiosamente, esta debacle, alimentada por el auge de Ciudadanos (660.000 votos), le valió a Moreno la Presidencia de la Junta. Los populares habían perdido el colchón de Javier Arenas, sí, pero Andalucía había virado en conjunto a la derecha tras años de escándalos socialistas. Moreno pasó en pocos días de tambalearse como presidente del PP-A a verse en el Palacio de San Telmo.

Es aquí donde comienza su segunda vida política. Todas las encuestas coinciden: la presidencia le ha sentado mejor que bien. Ha espantado con naturalidad los miedos de los más recalcitrantes, los arquetipos fuertemente arraigados. Ha roto el tabú. Lejos de rebelarse contra esa falta de carisma que le achacaban, ha decidido hacer del tono neutro su marca personal. Moderación, ante todo. Las elecciones del 19-J son un plebiscito sobre su persona y su forma de hacer política, que quedaría muy maniatada ante una vicepresidenta huracán como Macarena Olona. El presidente en funciones no quiere ni oír hablar de Vox y se aferra a las estadísticas para sacar adelante un gobierno en minoría.

Aseguran los estrategas del PP-A que su transversalidad es su fuerte. Moreno ha robado votos al PSOE, pero incluso quienes no piensan ceder su papeleta a la derecha tiene un concepto relativamente positivo de él. "No incomoda a nadie", explican. Y así enfoca la campaña: evitando enfangarse en debates que no le rentan y sacando pecho de la gestión. Tal es la talla adquirida en San Telmo que se ha erigido en barón de confianza de Núñez Feijóo, libre ya de los tira y afloja con Casado y Egea.

El hombre que llevó al PP-A a sus peores resultados electorales está, menos de cuatro años después, a las puertas de barrer al PSOE en la tierra que lo entronizó durante cuatro décadas.

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